La Iglesia Católica de Cuba se colocó "en el justo medio" entre este país caribeño y Estados Unidos, al criticar a ambos por alejar el diálogo e imponer el lenguaje de la violencia como única solución a la crisis de las avionetas.
Por un lado, la Conferencia Episcopal se pronunció contra la suspensión de una reunión del opositor Concilio Cubano, la detención de algunos de sus miembros y el derribo de dos avionetas civiles procedentes de Estados Unidos el 24 de febrero.
Por otro, criticó a Estados Unidos por aprobar una ley para reforzar el cerco a Cuba con medidas que afectan directa o indirectamente a los cubanos, incluyendo a los que viven en el extranjero.
El "Llamamiento a la reconciliacion y a la paz", fechado el día 12, resalta que el triunfo de "la confrontación y la lógica de la escalada violenta" aleja "las probabilidades de hallar medios pacificos que lleven a la reconciliación de todos los cubanos".
El documento, leído este domingo en todas las iglesias de la isla, condena tanto a Cuba como a Estados Unidos por permitir el triunfo de "las posturas más intransigentes" entre los dos países y entre cubanos radicados en el exterior.
"Moderación y cordura", es el pedido de los obispos ante el retorno a "palabras como provocación, bloqueo total, respuesta contundente", que califica como "el viejo vocabulario de la guerra fría".
La Conferencia Episcopal hizo "un llamado a los que tienen altas responsabilidades en el gobierno de Cuba y en el de Estados Unidos para que no abandonen vías alternativas a la rigidez y la violencia".
"No podía ser de otra manera. Los católicos no podemos estar de acuerdo con la muerte de los pilotos, pero tampoco con medidas que sólo empeoran la vida de la gente", dijo Sandra Gómez a la salida de la Iglesia del Cristo.
El "Llamamiento a la reconciliacion y la paz" coincidió con el anuncio en la isla de la apertura por parte del gobierno de Estados Unidos de un nuevo programa especial de sorteo para la inmigración cubana.
Mientras Sandra asistía a la lectura del documento en su misa dominical, decenas de personas hacían fila en el único correo que abre los domingos en la capital cubana para enviar las solicitudes a la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana.
Habitantes de otras provincias de la isla comenzaron a llegar a la capital, en la mañana del lunes, para echar sus cartas en los buzones más céntricos, seguros y cercanos a las oficinas estadounidenses.
Otra declaración de los obispos católicos, en mayo del año pasado, alertó que cualquier intento por endurecer el bloqueo sólo conduciría al "aumento de la inquietud interna" y aumentaría "los deseos de emigrar" en amplios sectores de la población.
El nuevo llamamiento, firmado por el cardenal Jaime Ortega y 11 miembros de la Conferencia Episcopal, da continuidad a la política de la Iglesia Católica, que desde 1993 intenta oponer el diálogo a cualquier confrontación.
Los obispos catalogaron de "desmesurada y violenta" la respuesta a "imprudentes y repetidas" incursiones en el espacio aéreo cubano, que culminaron en el derribo de dos avionetas civiles, el 24 de febrero.
"El bien común de la nación se alcanza con la participación de todos", afirma el documento al rechazar la decisión del gobierno del presidente Fidel Castro de suspender una reunión de más de 130 grupos opositores, integrados en Concilio Cubano.
Para los obispos, "la única oportunidad posible para el futuro de la nación cubana" es favorecer el camino de la reconciliación, con participación activa de todos los implicados e interesados, dentro y fuera del país".
"La unidad de todos los cubanos" es uno de los elementos de la pastoral católica que contradice la política gubernamental sobre la oposición interna y el proceso de normalización de relaciones con los cubanos residentes en el exterior.
En la lógica oficial no hay espacio para la oposición, el sistema cubano se basa en el partido único y cualquier diálogo con la emigración se basa en las necesidades de comunicación familiar y excluye toda posibilidad de participación política de los exiliados dentro del país.
Sin embargo, observadores locales aseguran que desde la década pasada la confrontación directa Iglesia-Estado fue sustituída por una nueva época "donde cada una de las partes vive esperando como reaccionará la otra".
El canciller Roberto Robaina dijo que Cuba sopesaría las posibilidades de una reacción oficial y adelantó que su gobierno mira con extrañeeza el tono y las posibles fuentes de inspiración de la declaración de los obispos.
La posición asumida por la Conferencia Episcopal sobre los incidentes de febrero "no emanan de una consideración política", sino del interés de "proponer la concertación y el diálogo como camino de reconciliación", aseguraron los obispos.
El llamamiento insiste en que la Iglesia "no puede alinearse simplemente a políticas de gobierno o a corrientes de opinión" y reconoce que esa posición pueda resultar incomprendida por quienes tienen poder de decisión o influencia. (FIN/IPS/da/ag/ip- cr/96)