El descontento generado por el trabajo forzado de campesinos en China ha enviado señales de advertencia a las autoridades, las cuales comienzan a ver que, con impuestos de hasta 60 por ciento, los 850 millones de campesinos chinos podrían amenazar la estabilidad que tanto necesita Beijing.
La tradición china del trabajo forzado de invierno es tan impopular como el frío, y aunque construyó la Gran Muralla y el Gran Canal, también colaboró al surgimiento de rebeliones que terminaron con dinastías.
Un ejemplo actual que recuerda esta parte de la historia china es la provincia de Anhui, una de las más pobres entre las seis recientemente señaladas por el estado "caótico" de la ley y el orden.
En diciembre, un carismático líder fue ejecutado por organizar ilegalmente un grupo religioso. Entre sus principales seguidores se contaban los campesinos más empobrecidos y saturados de trabajo de la provincia.
Los medios oficiales a menudo se refieren a la necesidad de reducir las duras condiciones impuestas a los campesinos, en especial los impuestos y el trabajo forzado, que ocupa sin remuneración a los campesinos en la construcción de infraestructura estatal.
Durante años, varios documentos anunciaron la suspensión de varios impuestos y urgieron a los dirigentes a aliviar la carga de los campesinos, pero las cifras oficiales revelan que la situación en el medio rural continúa incambiada.
El gobierno de Anhui ha exhortado a los grupos locales a mejorar las condiciones de vida de los campesinos, pero según el diario oficial de la provincia, las órdenes deben repetirse siempre porque los burócratas locales del Partido Comunista simplemente las ignoran.
Las autoridades a cargo de las provincias empobrecidas parecen ver al campesinado como una cornucopia de fuerza de trabajo gratis que puede ser utilizada a favor del Estado. En Anhui, los campesinos están construyendo la ruta une a la provincia de mayor crecimiento de la provincia, Fuyang, al centro económico del sur del país.
Los planes elaborados por tecnócratas anónimos son notoriamente impopulares en el campo. "Tengo trabajo que hacer en mis campos, pero estoy constryendo una ruta en la tierra de otro", dijo un campesino al diario de Anhui.
Los habitantes rurales trabajan en la ruta como parte de cuatro semanas de trabajo obligatorio que deben entregar al Estado cada año. En el pasado, la cuota de trabajo era más aceptable porque los compesinos disponían de más tiempo libre en el invierno.
Pero las reformas económicas han dado lugar a la subocupación, que mantiene a los campesinos activos fuera de estación, de modo que tiempo perdido significa dinero perdido.
A eso se suma la sensación de que la ruta no beneficiará directamente a los campesinos, quienes creen que una cosa es reparar diques y canales de irrigación o construir una escuela local, y otra recorrer el país en un proyecto que beneficiará a los residentes más prósperos de la ciudad.
Las campesinos entregan cada año al Estado unos 20 días de su trabajo, aunque en algunas áreas el número de días se duplica. Otras cargas incluyen impuestos directos del gobierno central y del gobierno local.
Los campesinos deben además entregar granos al gobierno central bajo el "sistema de contrato-responsabilidad", que deja a los campesinos la libertad de hacer lo que deseen una vez que hayan cumplido sus obligaciones con el Estado, una gran diferencia respecto del pasado totalitario en que el gobierno intentaba controlar todos los aspectos de la vida.
Oficialmente, los campesinos no pagan más de nueve dólares en impuestos, sobre un promedio anual de 189 dólares, pero una encuesta del Banco del Pueblo reveló que los impuestos ilegales duplican esa cantidad.
Los campesinos son víctimas fáciles de las autoridades locales porque ignoran los esfuerzos de Beijing por reducir su carga, dijo Mi Youlu, editor de la "Revista Rural", la cual estima que 68 por ciento de los habitantes rurales desconocen el plan del gobierno, que al menos abolió 80 impuestos y recargas. (FIN/IPS/tra-en/rc/lnh/ip-lb/96)