El gobierno de China lanzó una masiva campaña contra la pérdida y el desperdicio de alimentos, mientras mantiene el control de precios agrícolas para frenar la inflación.
Los propagandistas oficiales y miles de militantes del gobernante Partido Comunista luchan contra la prodigalidad de consumidores y campesinos, que colma los vertederos de alimentos sobrantes.
El gobierno liberó hace tres años el precio de varios granos básicos, para reemplazar la intervención directa de los burócratas por las fuerzas del mercado en la determinación de valores de venta.
Pero ante el temor de que la creciente inflación promueva desórdenes, las autoridades optaron por restablecer regulaciones y apoyarse en medidas de corte socialista para eliminar los bolsones de hambre.
El hambre ya no es una realidad extendida en China, un país de más de 1.000 millones de habitantes, aunque unos 40 millones de personas, especialmente de remotas áreas rurales, todavía no tienen lo suficiente para comer, advirtieron funcionarios del gobierno.
Mientras, los más ricos desechan anualmente 22 millones de toneladas de granos, señalaron los funcionarios. El sobrante desperdiciado bastaría para alimentar a todos los hambrientos del país y aún a otros 14 millones de personas.
La campaña "Limpie su plato" es parte de un intenso esfuerzo del gobierno por asegurar el país contra el hambre: durante varios años, la población creció mucho más rápidamente que su producción de granos.
Las cosechas alcanzan ahora niveles sin precedentes, pero la población ha aumentado en las últimas décadas más rápidamente que la producción de alimentos.
Las autoridades, convencidas de que los granos son "el eslabón clave" de la economía, intentan estimular la agricultura con el mejoramiento de los precios pagados a los campesinos y con el estricto control de las metas de producción establecidas.
Así mismo, el gobierno invierte anualmente unos 50 millones de dólares en la construcción de silos, para el almacenamiento de trigo, arroz y maíz.
Uno de cada cinco sacos de grano jamás llega a la mesa de los consumidores. Se pierde en el aventado o en el transporte, o sirve de alimento a las ratas.
Las pérdidas también se deben a la ruinosa condición de algunos silos, puntualizaron funcionarios de agencias internacionales. Beijing pretende ahora que la población urbana cumpla su parte y evite el desperdicio de alimentos en buen estado.
El primer ministro Li Peng exhortó a los niños del país a "pedir a sus padres, hermanos mayores, parientes y amigos a asegurar el consumo de los alimentos sobrantes".
Según el gobierno, las toneladas de comida desechada evidencian que la virtud de la frugalidad se destiñó en la pasada década, de relativa prosperidad. La población joven no conoció las hambrunas pasadas, indicaron los funcionarios.
"El mejoramiento del nivel de vida estuvo acompañado de una declinación del espíritu tradicional de vida sencilla y trabajo duro", dijo un funcionario de abastecimientos.
Pero la prodigalidad de la población tiene más que ver con la billetera que con los principios, replicaron algunos economistas chinos y expertos occidentales.
A su juicio, Beijing sólo podrá desalentar el despilfarro de almentos obligando a la población urbana a pagar más por los productos que consume.
"China debe suprimir nuevamente el control de precios agícolas y permitir a los particulares hacerse cargo de servicios que ahora monopoliza el Estado. De ese modo, las finanzas públicas podrían orientarse a proyectos de irrigación y otras obras de infraestructura", dijo un economista occidental.
"Esas medidas asegurarían mayor eficiencia, estimularían la producción agrícola y reducirían la intervención oficial y la corrupción", agregó.
Durante décadas, las autoridades se guiaron por al viejo tópico de "estómago satisfecho, corazón contento", y fijaron el precio de los productos del campo. El panorama cambió hace tres años, cuando la mayoría de los precios agrícolas fueron liberados a las fluctuaciones del mercado.
Pero la creciente inflación determinó al gobierno a restablecer regulaciones. También ordenó el racionamiento en aquellas ciudades en que desempleados de las desaparecidas empresas públicas encuentran dificultades para alimentarse todos los días.
En lugar de confiar en el sistema de mercado para reducir el desperdicio de alimentos, Beijing recurre al expediente clásico de la propaganda envolvente.
"Cada grano en el plato de comida es el fruto del trabajo duro", se advierte en los panfletos de a propaganda gubernamental, que citan a poetas de la dinastía Tang, del siglo VII. (FIN/IPS/tra-en/rc/ff/dv/96)