El nuevo representante de Estados Unidos en China, James Sasser, deberá negociar varios asuntos escabrosos en los próximos meses para dar un nuevo curso a las relaciones entre ambos países.
Sasser, quien fue un duro crítico del gobierno chino en sus épocas de senador, sustituyó a Stapleton Roy, un alto funcionario del servicio exterior que renunció a su cargo el pasado junio, durante la rotación anual del personal de la embajada.
Los vínculos entre Washington y Beijing sufrieron un grave deterioro el año pasado, debido a la amenaza de conflicto con Taiwán.
Ambos estados también se enfrentaron por la supuesta venta de tecnología nuclear de China a Pakistán, la falta de protección a los derechos de propiedad intelectual en China y el tratamiento de su gobierno a los disidentes políticos.
Sasser abandonó sus antiguas críticas, principalmente en lo referente a los derechos humanos, y adoptó un tono conciliador, de acuerdo con los recientes esfuerzos del presidente estadounidense Bill Clinton por mantener buenas relaciones con China.
Pese a reconocer que "hay un duro camino por delante", el nuevo embajador, que asumió el cargo a comienzos de febrero, opinó que "el progreso es posible".
Hace cuatro años, Clinton atacaba en su campaña al entonces presidente George Bush por su postura amistosa hacia China, acusándolo de "codearse con dictadores".
Desde entonces, el debate sobre las violaciones a los derechos humanos en China y la exigencia de procurar nuevas inversiones y vínculos comerciales obligaron a Clinton a modificar su postura y a adoptar una política de compromiso constructivo.
La administración Clinton, deseosa de evitar debates políticos domésticos sobre China durante este año de campaña electoral, se esfuerza por mejorar las relaciones bilaterales a la vez que discrepa con Beijing sobre asuntos comerciales, de derechos humanos y proliferación de armas.
Altos funcionarios del gobierno estadounidense proyectan reunirse con sus homólogos chinos en Beijing y otras ciudades durante los próximos dos meses, informó un diplomático occidental.
Anthony Lake, asesor gubernamental de seguridad nacional, visitará la capital china a comienzos de abril luego de acompañar a Clinton a Moscú para una cumbre de dos días con el presidente ruso Boris Yeltsin.
Antes del otoño boreal, el secretario de Estado Warren Christopher mantendrá conversaciones con el canciller chino Qian Qichen durante el encuentro anual de la Asociación de Países del Sudeste Asiático (ASEAN) y en otra oportunidad aún no revelada.
El secretario de Defensa William Perry también podría visitar China luego de una visita a Japón y Corea del Sur en abril, para dialogar con el ministro de Defensa, general Chi Haotian.
"A pesar de nuestras fuertes discrepancias con China, no podemos subordinar toda nuestra relación a un único asunto", destacó Perry, un gran defensor del estrechamiento de vínculos entre Estados Unidos y los militares chinos, en un reciente discurso.
Pero ni siquiera las conversaciones de alto nivel podrán superar fácilmente temas como el de Taiwán y la venta de tecnología nuclear.
El gobierno estadounidense considera actualmente la posibilidad de sancionar a China por exportar materiales nucleares a Pakistán, mientras ambos países niegan la realización de cualquier trato.
No obstante, la administración Clinton sostiene que existen pruebas contundentes de que la venta tuvo lugar, y podría bloquear la exportación de tecnología estadounidense a China o sancionar específicamente a algunas empresas administradas por militares.
Estados Unidos también amenazó en los últimos meses con imponer sanciones a Beijing por no poner fin a la difundida piratería de música, películas y programas de computación.
Un diplomático occidental dijo que, aunque China está lejos de cumplir con un acuerdo celebrado en 1995 para proteger los derechos de propiedad intelectual, es improbable cualquier acción punitiva de Estados Unidos en el futuro próximo.
Taiwán es sin duda el punto más álgido de las relaciones entre Washington y Beijing. El pasado año China protestó enérgicamente por la visita privada del presidente taiwanés Lee Teng-hui a Estados Unidos, por considerarla parte de una campaña para elevar el perfil diplomático de Taiwán, lo cual podría conducir a su independencia.
China inició una serie de ejercicios militares destinados a intimidar a Taiwán y debilitar a Lee en su campaña de reelección previa a las primeros comicios presidenciales directos de la isla, previstos para el 23 de marzo.
Beijing anunció que incrementará la frecuencia y potencia de sus ejercicios antes de las elecciones, que Lee ganará, según las encuestas. China teme que, tras los comicios, Lee reciba una nueva invitación para realizar una visita a Estados Unidos de los congresistas que lo respaldan.
Sin embargo, dada la fuerte reacción de China, probablemente los congresistas reflexionarán mucho antes de extender tal invitación, y los taiwaneses antes de aceptarla. La semana pasada, Lee solicitó ayuda a Estados Unidos para reducir la tensión en el estrecho de Taiwán.
Estados Unidos está preocupado por "el peligro de errores de cálculo y de accidente" en las prácticas bélicas de China frente a las costas de Taiwán, indicó el diplomático occidental. (FIN/IPS/tra-en/rc/cpg/ml/ip/96)