La capital de la violencia en Brasil se trasladó a Sao Paulo, coincidiendo con el desempleo industrial de forma tran precisa que fortalece la tesis que atribuyen al deterioro económico el aumento de la criminalidad.
La cantidad de homicidios crece sostenidamente, pero la alarma sonó en febrero. Durante cinco días del carnaval hubo 219 asesinatos en el estado de Sao Paulo, 18 por ciento más que el año pasado.
El número de empleados en la construcción también se redujo en 18,2 por ciento el año pasado respecto de 1994, según datos del gremio sectorial, lo que representó más de 126.000 nuevos desocupados.
El desempleo en esa actividad se refleja directamente en la violencia, según el lider sindical Eduardo Capobianco.
El obrero de la construcción, el menos calificado, "vive en un nivel cercano a la marginalidad" y, al ser despedido, queda sin medios de sobrevivencia y sin alternativas al delito, dijo Capobianco.
En la industria de transformación desaparecieron también casi 180.000 empleos en 1995, según datos de la Federacion de las Industrias del Estado de Sao Paulo. Por tratarse de la región más industrializada de Brasil, es donde más se siente el estancamiento y la modernización tecnológica de la producción.
Ya en 1995 la ciudad de Sao Paulo, con sus 10 millones de habitantes, registró 15 por ciento más asesinatos que cinco años antes, 4.977 de acuerdo a los datos del Programa de Perfeccionamiento de Información sobre Mortalidad de la alcaldía (Pro-Aim) y 4.802 según la policía.
Las matanzas colectivas ganaron una fuerza sin precedentes. El noticiero policial registró un total de 49, con 167 víctimas, en todo 1995. En los dos primeros meses de este año aumentaron 25 por ciento respecto de igual período de 1995, con 10 casos y 42 muertos.
Los asesinados son en general personas muy jóvenes, adolescentes en muchos casos. El 85 por ciento tenía menos de 25 años y la casi totalidad era del sexo masculino.
En Río de Janeiro, que trata afanosamente de liberarse de la imágen de ciudad violenta para recuperar el turismo, fundamental para su economía, los homicidios se estabilizaron en cerca de 4.000 al año, según la Secretaría Municipal de Salud.
Alba Zaluar, investigadora de la Universidad Provincial de Río de Janeiro, atribuye al narcotrafico local, más organizado, la caída de los homicidios.
Las mafias de la droga decidieron prohibir las muertes innecesarias y por razones personales, admitiéndolas sólo en defensa de la organizacion, señaló Zaluar.
En Sao Paulo, además del crecimiento más acentuado del desempleo, el aumento de la violencia se debería a las características singulares del comercio de drogas. Es donde se concentra el consumo de crack, piedritas de cocaína asociada a otros componentes.
El bajo costo del crack y la dependencia que provoca rápidamente hizo proliferar los pequeños traficantes, también drogadictos, impidiendo una organización de sus grupos. Las disputas, las pequeñas deudas cobradas a tiros, estarían detrás del aumento de asesinatos y asaltos, según expertos.
El secretario de Seguridad Pública de Sao Paulo, José Afonso da Silva, admitió un aumento de los asesinatos, pero considera que el índice paulista -46 homicidios por cada 100.000 habitantes- aún es muy inferior al de Río, que alcanzaría a 83.
La población crecientemente armada, por temor a la delincuencia, sería el motivo de tantas muertes violentas, considera el secretario de Seguridad Pública, que defiende una campaña de desarme, con estímulos a la entrega de armas.
Su opinión se basa en la concentración de los homicidios los fines de semana -54 en el último- y principalmente cuando se prolongan por feriado cercanos, como es el caso del carnaval. Las personas se drogan o se emborrachan y el hecho de disponer de un arma de fuego resulta fatal.
La cantidad de asesinatos por motivos sin importancia, como discusiones sobre fútbol o peleas familiares, refuerza la convicción del Afonso da Silva.
La mortalidad en Sao Paulo tiene menos repercusión que la de Río de Janeiro, porque se concentran en barrios pobres, aislados y lejanos de las áreas residenciales.
Según la Policia Militar, la tasa de homicidios supera 80 por 100.000 en la periferia sur de la ciudad, mientras se limita a 2,87 por 100.000 en Perdizes, un barrio de clase media. (FIN/IPS/mo/ag/pr/96)