Sarajevo quedó hoy definitivamente unificada, a pesar de que el jefe militar serbio de Grbavica, último barrio en pasar a control de la federación croato-musulmana, había prometido un incendio de 48 horas que devastaría el lugar.
No cumplió con su amenaza, pero el lugar, de todos modos, está casi destruido.
El cabecilla de los soldados serbios de Grbavica, un hombre conocido sólo como "El Duque", había difundió su advertencia entre asustados ciudadanos que desean permanecer en Grbavica y en el resto de Sarajevo, pero un centenar de policías bosnios ingresaron al lugar el martes.
Este suburbio fue el último de los distritos de Sarajevo en pasar, bajo los términos del acuerdo de paz de Daiton, a control de la federación luego de cuatro años de dominio serbio, pero sus ocupantes no se rindieron con elegancia.
Muchos temían en los días previos a la transferencia que Grbavica brillaría como Atlanta en la Guerra de Secesión de Estados Unidos, tal como advirtió "El Duque". Aunque no cumplió la amenaza, sus tropas hicieron lo posible para concretar esa profecía y, de hecho, el efecto fue muy parecido.
Los primeros funcionarios de la federación croato-musulmana que entraron a Grbavica encontraron el lugar devastado por los incendios y plagado de minas. Entre el lunes y el martes, el humo cubría al barrio.
Sólo quedaron unos 2.000 habitantes de un suburbio en el que vivían cerca de 25.000 antes de la guerra que estalló en la antigua Yugoslavia. La "limpieza étnica" realizada por los serbios en Grbavica fue especialmente cruda.
Los nacionalistas serbios se habían propuesto no dejar nada a los musulmanes cuando llegaran el martes. El resto de los habitantes del lugar intentaban permanecer en sus hogares o los abandonaban aterrorizados.
El primero de los edificios que resultó pasto de las llamas fue un refugio instalado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el albergue de refugiados, al que siguió rápidamente el local del mercado barrial.
Los tenderos, en un arranque de inconsciencia, desafiaron a las llamas y entraron allí para rescatar cigarrillos, barras de chocolate y bebidas alcohólicas. Entonces, vendían o compraban sus mercaderías en medio del fuego y el calor abrasador.
"Tenemos una situación seria, repito, una situación seria. Otro edificio se incendia y creo que hay mucha gente adentro", decía una voz en la radio de la Fuerza Policial Internacional que reclamaba refuerzos.
Afuera de otro edificio, una mujer quemaba libros. La implacable lógica del conflicto la obligaba, en su desesperación, a impedir que otros los disfrutaran cuando ocuparan su apartamento incendiado, según decía.
El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) instaló una "casa de seguridad" en Grbavica para aquellos que desafiaron las amenazas y permanecieron en el lugar. Pero la mayoría de los antiguos habitantes estaban demasiado asustados para quedarse en sus casas de noche.
Además, los serbios dejaron casas y calles infestados de minas. "Todo lo que podemos hacer es contener la violencia y ofrecer un poco de protección donde podamos", dijo un funcionario de ACNUR.
Los combatientes serbios fueron puestos el lunes bajo fuerte custodia. Más de diez fueron detenidos en cuatro incidentes separados por soldados italianos de la fuerza de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Desde Grbavica y otros suburbios, los rebeldes serbios hostigaron con fuego el centro de Sarajevo en los últimos tres años y medio.
El secretario general de la OTAN, Javiar Solana, manifestó en Bruselas su preocupación porque estalle el caos en los barrios que pasaron a control de la federación croato-musulmana.
"Las autoridades de los serbios en Bosnia se comportaron en forma abominable al obligar a la gente a marcharse, pero las acciones de la federación estuvieron lejos de ser tranquilizadoras", dijo Solana.
"Me quedo. Todos nos quedamos. No nos pueden obligar a irnos. Somos buenas personas", dijo en Grbavica un serbio incapacitado que, de todos modos, subía las escaleras y arrojaba agua para apagar el incendio en el edificio en que vivía.
A pocos metros de allí, una mujer llamada Dragica permanecía en su apartamento. El temor le impedía abrir la puerta. Ella vino de Serbia hace un mes para asegurarse de que nada le sucediera a su vivienda, y está combatiendo contra el miedo desde entonces.
"No sé hablar mucho inglés, pero sé decir que estoy asustada. Le temo a los serbios que se van y a los croato-musulmanes que vienen. ¿Ustedes me protegerán? ¿Vendrán todos los días?", preguntaba al periodista.
En la pared de la escalera, alguien escribió una carta en inglés. "Paz, hermano. No queremos violencia. Sólo intentemos estar tranquilos. Paz, hermano. Escuchemos a la otra parte. Nos gustaría escucharte. Paz, hermano." (FIN/IPS/tra- en/kr/rj/mj/ip/96)