Uno de los nuevos métodos de comunicación utilizados en Jamaica para prevenir la expansión del virus del sida, que ahora afecta a unas 20.000 personas de la isla caribeña, es el teatro.
"Falta uno de nuestros hijos" es el nombre de una obra en cartel desde hace dos meses en Kingston con el auspicio de la organización Jamaica Aids Support (Ayuda al Sida de Jamaica), que asiste a enfermos de sida y sus familiares.
La obra es una pieza poderosa y conmoverdora que examina el efecto de la enfermedad sobre un hombre joven y su familia, amantes y amigos.
Escrita por el dramaturgo y educador Godfrey Sealy, oriundo de Trinidad y Tobago, la obra contribuye a derribar los prejuicios de una sociedad homofóbica.
La acción tiene lugar en el período de un año en la Jamaica actual, y el argumento coloca en el centro a dos hombres homosexuales jóvenes.
La confirmación de que el protagonista está infectado con el virus del sida es vivida por los personajes centrales como un hecho personal en el que lo fundamental es el afecto humano, manifestado en escena con el abrazo desprovisto de sensualidad.
La familia del protagonista se derrumba al conocer la noticia de su enfermedad, junto a la revelación de que es bisexual. Su padre no puede perdonarlo, ni aceptar la realidad de que cualquier familia es vulnerable al virus del síndrome de inmunodeficiencia humana (sida).
Las últimas escenas llevan al público a las lágrimas, a medida que la enfermedad avanza en el cuerpo del personaje y amigos y familiares le dan la espalda.
El director y actor Fabian Thomas cree que la obra se presenta en un momento ideal en Jamaica, ya que la intolerancia ante los enfermos de sida aún es generalizada en el país caribeño, a pesar de los esfuerzos realizados en los últimos cinco años para educar a la población.
"Las personas enfermas todavía son víctimas de quienes temen enfrentar la realidad del sida. En algunos casos la gente ha incendiado la casa de los enfermos, que debieron huir", relató Thomas.
Thomas cree que la obra de teatro es un poderoso medio para que los jamaiquinos encaren la dura realidad del sida y el hecho de que la enfermedad no conoce límites de clase, género y grupos de edad.
En 1992, Thomas trabajó como actor-educador y consejero de enfermos de sida en los Servicios de Sida del Bronx, como parte de su programa de estudios en Nueva York.
Desde el estreno de la obra, el mes pasado, muchos jamaiquinos dicen haberse sentido desafiados por el drama que relata los daños causados por la no aceptación social de la enfermedad.
Hasta septiembre del año pasado, 455 hombres y 273 mujeres murieron de sida en Jamaica. (FIN/IPS/tra-en/ml/mk/lp/pr/96)