Varios grupos de teatro de Kenia han comenzado a representar sus números en los numerosos bares de la capital, donde siempre hay público, y no deben pagar las altas sumas que les exigen en las instituciones teatrales.
"Desde que comenzamos a actuar en bares, atraemos multitudes, y muchas personas que antes no valoraban el teatro se dan cuenta ahora de su utilidad como instrumento de educación", comentó Joni Nderitu, secretario general de la Asociación de Dramaturgos de Kenia (ADK).
Para presenciar una obra en alguno de los teatros de Nairobi, el aficionado debe pagar unos 10 dólares, suma que equivale a 12,5 por ciento del salario medio de un maestro. Como resultado, son pocos los kenianos que asisten alguna vez a un teatro comercial.
Además, los bares de Nairobi están casi siempre llenos, y cuando llegan los actores nadie se resiste a pagar dos dólares extra -o el precio de dos botellas de cerveza nacional- para ver el número.
Por otra parte, en las tabernas no existen las restricciones que hay en los teatros, por lo tanto las obras pueden referirse a los males sociales y políticos alentados o perpetrados por gobiernos africanos.
Una de esas obras es "Mugaathe Mubogothi", que en kikuyu significa "El líder alucinante". Escrita por el periodista Wahome Mutahi, un ex prisionero político, trata sobre las repercusiones emocionales de la lucha armada.
Los protagonistas son ex luchadores por la libertad desilusionados con un político, llamado Mugaathe Mubogothi, que llega al poder en un imaginario país africano.
"Yo los amo, ciudadanos, y por eso me tomaré la molestia de pensar por ustedes. Como su líder utilizaré los recursos del Estado de la mejor forma que pueda, y hoy decidí comprarme cinco calzoncillos con fondos públicos", dice Mubogothi a su pueblo.
"Además, me compraré un barco que no navega, sino que vuela", continúa el imaginario líder, en clara alusión a la reciente compra de un jet multimillonario por parte del presidente Daniel Arap Moi, que causó conmoción en la opinión pública keniana.
Sin embargo, no es el tema de la obra lo que más impactó en Nairobi, sino la utilización de la lengua de los kikuyu.
Otras etnias acusaron al autor de ignorarlas, afirmaron que "es egoísta escribir en kikuyu en un país con más de 40 comunidades" y advirtieron que Wahome podría perder muchos seguidores, que ahora lo identifican con semidioses tribales.
Por su parte, Wahome argumentó que escribir en la propia lengua no es algo cuestionable y no impide a los hablantes de otros idiomas captar el mensaje de la obra, dado que ésta puede ser traducida. (FIN/IPS/tra-en/cw/kb/ml/cr/96)