(Artes y Espectáculos) IRLANDA: "Un modelo de literatura para el Tercer Mundo"

Para Declan Kiberd, uno de los más célebres intelectuales de Irlanda, el suyo es "un país del Primer Mundo con una memoria del Tercer Mundo", y para respaldar sus ideas cuenta con la ayuda de las glorias literarias de la isla.

Para Kiberd, no es casualidad que Irlanda haya sido durante siglos colonia de Gran Bretaña y que, al mismo tiempo, haya traído al mundo escritores de la talla de James Joyce, Oscar Wilde y los ganadores del premio Nóbel William Butler Yeats, George Bernard Shaw, Samuel Beckett y Seamus Heaney.

Como consecuencia del pasado cultural, su literatura tuvo gran influencia en América Latina, sostiene Kiberd en su ensayo "Inventar Irlanda".

Irlanda fue la más antigua colonia británica. La zona meridional de la isla conquistó su independencia a principios de la década del 20, mientras el norte permaneció bajo la corona inglesa.

"Fuimos uno de los primeros pueblos angloparlantes en liberar nuestras mentes y nuestros territorios. Escritores como Yeats y Wilde son ejemplares para India y Africa", sostiene Kiberd, profesor de literatura inglesa e irlandesa en la Universidad de Dublín.

Para el catedrático, existe una línea claramente trazada entre el "realismo mágico" latinoamericano y la novela "Ulysses", de Joyce, que hizo trizas las formas realistas de la narrativa.

Por su parte, Wilde abonó el concepto de androginia en obras teatrales como "La importancia de llamarse Ernesto", con personajes que eran "mujeres masculinas" y "hombres femeninos".

Wilde rechazó las categorías simples, como las dicotomías "hombre-mujer" o "blanco-negro", propias del racionalismo que floreció al abrigo del imperialismo del siglo pasado, según Kiberd.

La obra del dramaturgo tuvo una enorme influencia en la escritura del indio Ashis Nandy y en las ideas políticas de Mahatma Gandhi, según el crítico.

"Gandhi, al igual que Wilde, desarrolló un código alternativo y lo introdujo subversivamente en el corazón del imperialismo. Así, se rehusó a pelear contra el militarismo inglés con el militarismo indio", anota.

Yeats, uno de los más grandes poetas de Europa, desarrolló una novedosa lectura de William Shakespeare, a quien rescató de la vetusta crítica inglesa del siglo XIX, por ejemplo, con su interpretación de la comedia "Ricardo II".

"Los imperialistas se convencieron a sí mismos de que la figura del usurpador Bolingbrooke era admirable, debido a su eficiencia, respecto del complejo Ricardo. Yeats restauró el significado original de la obra, perdido tras años de crítica equivocada", explicó.

La influencia de Yeats es palpable en el trabajo del nigeriano Chinua Achebe, quien extrajo el título de su novela "Las cosas se deshacen" de uno de los poemas del irlandés.

Los escritores irlandeses crearon un modelo post-colonial para sus colegas del Tercer Mundo, según Kiberd. "El camino que transitamos era oscuro y ahora está mejor iluminado. Nosotros no nos dimos cuenta porque fuimos los primeros", asegura el crítico.

La obra de Kiberd ensaya una explicación sobre las causas que determinaron que Irlanda, formada por dos pequeñas entidades políticas en el confín de Europa septentrional y sólo cinco millones de habitantes, produjera cuatro premios Nóbel de Literatura.

"Durante más de un siglo se registró un debate sobre la identidad nacional que generó grandes obras literarias y nuevas formas de escritura", según el catedrático.

La miseria existencial, la atomización y el individualismo de los personajes de obras como "Esperando a Godot", de Beckett, pueden parecer inconexos con la búsqueda de una identidad nacional, pero Kiberd argumenta que el interés del dramaturgo se centraba en el subdesarrollo.

"Su trabajo se conecta con el de otros como el poeta Patrick Kavanagh, que exploraron la noción de lo espiritual tanto como la del subdesarrollo material. Eso lo vincula con escritores contemporáneos como el colombiano Gabriel García Márquez", sostiene.

Joyce, en su primera novela, "Retrato del artista joven", explicó que los tres obstáculos que debía sortear un escritor irlandés son el idioma, la nacionalidad y la religión.

Esto encaja con la idea generalizada de que Joyce, el más famoso de los escritores de su país y jamás galardonado con el Nóbel, había zafado de la chatura cultural irlandesa. Pero Kiberd no piensa así.

"Está bien, se fue de Irlanda a Trieste para escapar de la opresión espiritual, pero también de la injusticia económica. Fue un intruso en Europa central y recreó la figura del intruso en 'Ulysses', en el personaje del judío Leopold Bloom inmerso en una ciudad cristiana como Dublín", argumenta.

Para el crítico, Joyce observaba a los europeos del centro del continente "con cierta ironía sardónica". Por eso, la subversiva "Ulysses" es "una parodia de 'La Odisea', de Homero, uno de los libros sagrados de Europa".

"Estudiar a Joyce en un marco europeo es una forma muy incompleta de hacerlo, porque sus preocupaciones van más allá del continente. En el famoso capítulo del Cíclope de 'Ulysses', los parroquianos del bar se muestran solidarios con los africanos que sufren el imperialismo", agrega.

Este episodio, entre otros, convierten a Joyce en "un escritor del mundo más que un escritor europeo", concluye Kyberd. Pero los críticos literarios irlandeses no suelen trazar vínculos entre el país y el resto del planeta.

"Existe una élite que niega cualquier comparación entre Irlanda y los otros pueblos post-coloniales. Están convencidos de que viven en un país del Primer Mundo, en una de las 25 principales economías de la lista de las Naciones Unidas, donde los consumidores mandan", ironiza.

La realidad, para Kiberd, "es más compleja".

"Somos un país del Primer Mundo con una memoria del Tercer Mundo, y nuestro pasado nos ofrece puntos de comparación con la experiencia de otros países colonizados", concluye. (FIN/IPS/tra- eng/soh/hvdb/mj/eu cr/96)

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe