Uruguay, que durante años esgrimió su alto nivel cultural como una de sus "diferencias" en la región, se pregunta si ello ya no es sólo cosa del pasado, como lo habría ilustrado el escándalo en que se convirtió el recital que ofreció el tenor italiano Luciano Pavarotti.
El caótico megaconcierto, realizado en un estadio de fútbol, comenzó con una rechifla e insultos por su mala organzacion y terminó con las mejillas del tenor de la voz dorada enrojecidas por la furia.
Las protestas a viva voz surgieron de parte del público que no pudo ingresar pese a haber pago su entrada, y de centenares de personas que desde su lugar no escuchaban por la mala amplificación, al grado que en sus insultos incluyeron al cantante.
Fuera de sí, y con la misma intensidad con que vocaliza una nota aguda, Pavarotti respondió "cretino" a una persona del público .
Muchos, en particular los melómanos, que pagaron hasta 200 dólares la entrada, también protestaron a gritos porque el público que accedió a los lugares más baratos, a 10 dólares, interrumpía con sus aplausos la concentración del tenor durante las arias.
De acuerdo con lo expresado por fuentes cercanas a Pavarotti, el tenor nunca atravesó por una situación similar en sus 35 años de carrera
"El espectáculo ha sido bueno porque me dejó una certidumbre: jamás volveré a este pais", dijo el cantante, según confió Elisa Warner, la coordinadora de la comitiva de Pavarotti.
Este panorama gris se completa con un senador que se tomó a golpes con la policía fuera del estadio porque le impedían ingresar a pesar de haber abonado su boleto, con el planteo de demandas penales y civiles contra la empresa organizadora y con agresiones fisicas entre los espectadores.
Un psicólogo, ubicado al lado de un cronista de IPS, hizo callar a puñetazos a un enardecido espectador tras procurar serenarlo mediante técnicas de su profesión.
A poca distancia una mujer silenció a otra, asestándole un golpe en la cabeza con un paraguas, que ésta, a su vez, devolvió con un puntapié.
Pavarotti, que cobró un millón de dólares por su presentación, estuvo a punto de no reiniciar el espectáculo tras el intervalo, pero cambió de parecer tras la intervención cojunta del presidente Julio sanguinetti y el intendente de Montevideo Mariano Arana, que se hallaban entre el público.
Este fue el único recital que el tenor tiene programado en América Latina en todo 1996, y entre los 25.000 asistentes había numerosos turistas de países vecinos llegados especialmente a Montevideo, convertida este para escuchar al tenor.
Para algunos, no son hechos aislados e integran un panorama grave de decaimiento cultural del Uruguay, una realidad que las autoridades "perecen no querer ver", según afirmó el crítico del diario El País Jorge Abbondanza.
El periodista sostuvo que Uruguay vive una instancia en la que "el oportunismo se confunde con la solvencia, el atrevimiento con el talento y los alardes con las genialidades".
Remarcó que "nada es casual" y que "la incultura general manifestada en el concierto es el resultado de décadas de indiferencia y desconcierto", porque "la verdadera cultura no se fomenta trayendo un par de horas a un tenor millonario".
La presencia en los últimos meses en Montevideo de los máximos exponentes de la ópera en el mundo, Pavarotti y los españoles José Carreras y Plácido Domingo hizo que muchos pensaran que la capital uruguaya volvió a ser "la de antes" pero "ello no es verdad", afirmó Abbondanza.c
Eduardo Alvariza, editor de la sección Cultura del semanario Búsqueda, advirtió a IPS que el "desatroso" resultado del recital "expone a Uruguay internacionalmente" y que una de las consecuencias puede ser "que no vengan otros artistas".
El embajador uruguayo Adolfo Castells, presidente del comité de represantes de la Asociacion Latinoamericana de Integración (ALDI), sostuvo que la responsabilidad mayor en el caos le compete a la organización.
En una carta pública, el diplomático también atribuyó el fracaso a la "mala educación de algunos lamentables compatriotas", y consideró que la crisis desarrolalda "es difícil de superar en los anales del bel canto internacional".
El panorama cultural de Uruguay es preocupante: los teatros van desapareciendo progresivamente y la principal sala de conciertos del país se incendió hace casi 25 años y no se reconstruyó.
Mientras, los planes de educación formal enfrentan importantes vallas.
Datos oficiales indican que uno de cada tres niños que ingresa al primer año de las escuelas públicas ubicadas en las zonas carenciadas repite el curso.
En Montevideo, donde vive 45 por ciento de los habitantes del país, la tasa de repetición global aumentó cerca de cuatro puntos entre 1990 y 1994.
El uruguayo medio está cada vez más alejado de la realidad cultural local. Casi 70 por ciento de los programas que emiten los canales de televisión provienen de Argentina y el trabajo para los artistas locales es mínimo.
En los últimos años la venta de entradas al teatro y a los conciertos cayó progresivamente, mientras que el servicio estatal de artes y espectáculos tiene un presupuesto restringido, al grado que su cuerpo de baile ha realizado protestas callejeras.
"Los princiapales artistas de teatro o televisión, músicos, cantantes y bailarines emigran, el país se va vaciando de soporte cultural y las nuevas generaciones carecen de espejos adecuados", señaló a IPS un veterano actor, que además debe trabajar como empleado público para vivir. (FIN/IPS/rr/dg/cr/96)