ARGENTINA: Iglesia Católica a la cabeza de los más pobres

No se convirtió a la Teología de la Liberación, la corriente "progresista" del catolicismo, pero, forzado por las circunstancias, el obispado argentino se erigió hoy en la voz de los más pobres, los desempleados y los excluídos del modelo económico en general.

La razón de su nuevo papel la explica en palabras sencillas el cura Luis Farinello. "De cada 10 personas que vienen por día a mi parroquia, sólo una lo hace por trámites vinculados a casamiento o bautismo. El resto pide trabajo, vivienda y alimentos", resumió el sacerdote a IPS.

Desde el advenimiento de la democracia en 1983, nunca las críticas de la Iglesia Católica habían sido tan duras y compartidas por todos los obispos como en los últimos días. Este lunes, los prelados se entrevistaron con el presidente Carlos Menem y le entregaron un histórico documento.

Según reza en el papel, la tradicionalmente conservadora Iglesia Católica argentina cree que es "urgente revertir el hiperdesempleo y la exclusión social" y llama a "humanizar" el modelo económico mediante un reparto equitativo de la riqueza y del costo social.

Los obispos, que inauguraron este martes la primera reunión del año para analizar temas de la Iglesia y el país, advirtieron ante Menem que "no se vislumbra un desarrollo de las economías regionales".

En cambio sí se percibe la quiebra del sistema de salud, el drama de los jubilados, la desnutrición infantil y la violencia de los jóvenes sin oportunidades de empleo, recriminaron al presidente.

Desde hace aproximadamente un año -luego de admitir la falta de un compromiso más profundo con las víctimas de la represión ilegal durante la última dictadura (1976-1983)- la jerarquía de la Iglesia Católica comenzó una tarea de amplificar los reclamos de los más pobres ante las autoridades.

"La gente me dice todo el tiempo, 'por favor monseñor… usted que todavía tiene micrófono pida por nosotros porque ya no aguantamos más,", declaró el obispo Miguel Hesayne, uno de los dos prelados que fue acusado de "necio e hipócrita" por el presidente Menem.

El otro fue Justo Laguna, quien desde el año pasado critica duramente la gestión del ministro de Economía, Domingo Cavallo. "Es un técnico incapaz de evaluar el impacto social de su plan económico", acusó Laguna.

Laguna había encabezado en diciembre una manifestación de protesta contra la desocupación, un comportamiento que hasta hace poco tiempo en Argentina era considerado un motivo de apercibimiento dentro de la estructura eclesial.

Con sus cambios, la Iglesia Católica argentina logró revertir la crisis de credibilidad de los fieles en la institución sobre todo por el comportamiento de la jerarquía que, con escasas excepciones, estaba muy alejada de los reclamos de los sectores más pobres.

Los obispos se hicieron eco de la demanda de muchos sacerdotes que, al tener mayor contacto con la gente, conocen mejor de sus necesidades. "La Iglesia tendría que deshacerse de sus tierras para dárselas a esa pobre gente que no tiene dónde vivir", propone Farinello.

Esta reorientación tuvo impacto en la gente. Según una encuesta de la consultora Graciela Romer, en los últimos meses la Iglesia Católica subió al segundo lugar en el ránking de las instituciones en las que más confían los argentinos, después de los medios de comunicación.

Atrás quedaron los sindicatos, el Congreso, los partidos políticos, los empresarios, las Fuerzas Armadas o el Poder Judicial. "El 57 por ciento de los más pobres confía en la Iglesia, pero esa confianza no tiene correlato en un aumento de la religiosidad", señala Romer.

"La Iglesia está reemplazando a los partidos políticos que no logran satisfacer las demandas de los más necesitados", añadió la encuestadora.

Uno de los hechos sociales en los que la Iglesia se puso a la cabeza fue en las ocupaciones de tierras. En Quilmes, provincia de Buenos Aires, cuatro sacerdotes fueron presos el año pasado por colaborar con los ocupantes de un terreno vacío que querían levantar allí un barrio de emergencia.

Este año, otro grupo de sacerdotes realizó una huelga de hambre en la capital argentina para evitar el desalojo de un grupo de familias que habitaban un barrio precario. El gobierno quería construír allí una autopista y destruyó las humildes casillas con una topadora.

La cúpula de la Iglesia Católica argentina tiene una larga tradición conservadora. Siempre se la identificó con los grupos de poder, los gobiernos civiles y militares de turno, las grandes empresas y en general el sector social más rico de la población.

Este fenómeno parece estar cambiando por las nuevas circunstancias que vive el país, con una desocupación récord de 18,6 por ciento, una economía que no despega luego de la crisis generada por le crack mexicano de diciembre de 1994 la falta de protección del Estado a los más necesitados.

A esta crisis se suma la debilidad de los partidos de oposición y su distanciamiento de la sociedad, según coinciden en señalar politólogos.

Por eso, aunque los prelados están ideológicamente lejos del teólogo brasileño Leonardo Boff, del obispado chileno que bregó por las víctimas de la dictadura o de la Iglesia nicaragüense que apoyó al gobierno sandinista, en su papel de representar a los mas pobres están hoy más cerca que nunca de esas expresiones. (FIN/IPS/mv/dg/ip-cr/96)

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