Desechos radiactivos como caños de bronce irradiados o cartuchos que contuvieron cargas de uranio 234 pueden aparecer en los lugares más inverosímiles de Lituania mientras la policía sigue la pista de una red nacional de traficantes.
Un cartucho de combustible nuclear vacío de cinco metros de largo fue descubierto la semana pasada, enterrado en el distrito de Visaginas. Cuando se lo descubrió, había sido parcialmente desmantelado. Una pequeña porción del combustible radiactivo había sido removida de su interior.
Funcionarios del Departamento de Seguridad del Estado afirmaron que los directores de la planta nuclear de Ignalina, al noreste del país, sostuvieron hasta hace poco que el cartucho se había "perdido" o se encontraba en "un lugar desconocido" dentro de la central.
Un habitante de Kulupenai, pueblo del este de Lituania, halló media tonelada de metal radiactivo en su patio. La policía encontró allí piezas de cobre prensado y caños de bronce que contenían diez veces más radiación que la considerada segura para la salud.
La policía de la región de Kaunas todavía busca por todo el país tres toneladas de tuberías de bronce, pues un llamado anónimo alertó que ese material había sido robado y arrojado en un bosque cerca de Turzenai.
La policía apenas encontró parte de la carga en poder de un habitante del lugar. El Ministerio de Protección Ambiental garantiza impunidad a quienes admitan haber tomado o comprado los tubos, pero nadie aceptó el ofrecimiento.
Estas cañerías, supuestamente contrabandeadas a Lituania por traficantes de metal, contienen también diez veces más radiactividad que el límite aceptado.
El tráfico de material nuclear no es un delito nuevo en Lituania. En 1994, cuatro toneladas de berilio de origen ruso fueron capturadas en el sótano del banco Akcinis Inovacinis, en Vilnius. Según versiones periodísticas, la mercancía estaba destinada a un misterioso comprador suizo.
Los principales puestos de frontera controlan la radiactividad de los vehículos, pero nadie sabe cuántos residuos peligrosos fueron introducidos en el país.
Un ómnibus que viajaba de Minsk a Belarús en Navidad fue detenido en la frontera lituana. Los funcionarios encontraron un objeto radiactivo de tres centímetros debajo del asiento del conductor.
El mismo vehículo había sido controlado diez meses antes por policías fronterizos armados con contadores Geiger. Pero la fuente de las emisiones no fue localizada en la primera ocasión.
Buena parte del comercio es parte del próspero contrabando de piezas de metal en Lituania. El comisario de Kretinga, Gintaras Kairys, sostuvo que la actividad es una fuente de ingresos para varios habitantes de Kulupenai.
Los trenes desde Rusia y el enclave militar ruso en Kaliningrado, sobre el mar Báltico, generalmente se detienen en este poblado. Los habitantes roban metal de los vagones y luego los venden con un buen margen de ganancia.
Las autoridades registraron algunos éxitos en el combate contra este delito. La policía de frontera se incautó de 92 toneladas de metales no ferrosos contaminados, 60 toneladas de trozos de aleación de hierro y otras mercancías.
A fines del año pasado, tres contrabandistas lituanos y dos rusos fueron encarcelados en la ciudad de Nizhnyi Novgorod, en Rusia, después de un juicio que duró 16 meses.
Los traficantes habían cargado 2,5 toneladas de molibdeno, wolframio, níquel y estaño de la región del río Volga a los estados bálticos durante tres años.
Algunas de las mercancías incautadas pueden ser de fabricación local, y no contrabandeadas, fabricadas en Ignalina.
La oficina del fiscal en Visaginas detectaron a siete posibles contrabandistas armados y cien kilogramos de material no identificado.
Policías que simularon ser traficantes sellaron un trato por 50.000 dólares y arrestaron a los vendedores cuando regresaron con la mercancía. Capturaron así bloques de material en forma de diamantes procedentes de una compañía que realizaba trabajos de mantenimiento en Ignalina.
Esta planta nuclear cercana a la frontera con Belarús sufrió en los últimos meses una serie de accidentes que provocaron preocupación acerca de sus condiciones de seguridad.
Ignalina suministra más de 80 por ciento de la electricidad que se consume en Lituania y le permite al país exportar energía. Posee los dos más grandes reactores del tipo de los de Chernobyl y, de acuerdo con el gobierno de Estados Unidos, esta planta podría ser incluso más peligrosa que la ucraniana.
Lituania rechaza las acusaciones. Una serie de proyectos para mejorar las condiciones de seguridad de la planta se realizan a un costo de 100 millones de dólares.
El gobierno también estableció un plan de clausura de la central en fases que, se prevé, concluirá en el 2010 y costará unos 600 millones de dólares.
El país báltico firmó el tratado de no proliferación nuclear y un acuerdo con la Autoridad Internacional de Energía Atómica dependiente de las Naciones Unidas, por el cual una misión inspecciona las condiciones de seguridad cada tres meses. (FIN/IPS/tra-en/eb/rj/mj/en ip/96)