Los somalíes exiliados en Kenia, muchos de los cuales fueron otrora políticos o empresarios poderosos en su país, esperan el fin de la guerra civil entre los "señores de la guerra" para el ansiado retorno.
Dos jóvenes desarmados hacen guardia en la puerta de la oficina de Islan Mohamed y corroboran la identidad de los visitantes cuyos rostros no les son familiares.
En su país de origen, Somalía, el clan Marehan, al que pertenece Mohamed, podría haberle provisto más guardianes, incluso armados con rifles AK-47.
"Yo era el líder de unas 45.000 personas cerca del puerto de Kismayu antes de que estallara la guerra. Perdí todo. Decidí atravesar la frontera con Kenia hace tres años. Ahora, no soy nadie", se lamentó.
No es tan así. El anciano Mohamed aún concita respeto considerable entre los somalíes que todos los días se acercan a la oficina de su empresa, la Al Saif Trading Company, que consta de un solo cuarto en la planta alta de un restaurante.
Algunos van allí después de la plegaria de la tarde en una mezquita cercana para enterarse de las últimas noticias de su inestable país y discutir cuestiones políticas.
"La situación en Somalía es muy, muy mala. En enero hubo muertes por cólera en Mogadiscio. La semana pasada murieron tres personas en Baidoa, contagiados por el agua contaminada. El pueblo de Kismayu está seguro gracias a la asistencia de Unicef", dijo Mohamed.
Pero el problema más grave, según el dirigente, es la escasez de alimentos. "Nos enteramos de que esta semana murieron cuatro niños en Kismayu y dos en Baidoa, enfermos de hambre. Si la emergencia alimentaria no se soluciona en tres meses, morirán miles de personas", declaró a IPS.
Según recientes informes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Somalía vio sus cosechas devastadas debido a la sequía, y, luego, a las inundaciones.
Estos desastres naturales se sumaron a la inseguridad que causa la guerra entre clanes, empeorada por la partida de las tropas de la ONU, lo cual agudizó la escasez y el encarecimiento de los alimentos.
No es la primera vez que Somalía se enfrenta al hambre. Entre 1991 y 1992, unas 300.000 personas murieron por esa causa, lo que obligó a la ONU a enviar 30.000 soldados, en una operación que costó 4.000 millones de dólares, para frenar los saqueos a los envíos de comida por parte de milicias armadas.
Estados Unidos envió allí tropas en 1994, después de que 60 de sus soldados fueron asesinados por simpatizantes del líder del clan dominante, el general Mohamed Farah Aidid.
Pero en marzo de 1995, los soldados de la ONU se retiraron y dejaron Somalía a merced de los "señores de la guerra".
"Todos esos problemas acabarían en tres semanas si las tropas de Estados Unidos y la ONU regresan. Todos están listos para recibirlos, excepto Aidid y sus hombres. Sin Estados Unidos y la ONU, no habrá solución a la crisis", sostuvo Mohamed.
Abdullahi Jama Barre, hermano del ex presidente Mohamed Siad Barre, que gobernó Somalía durante 22 años su huída en 1991, cuando los rebeldes sitiaron Mogadiscio, no está de acuerdo.
"Nadie puede salvar a Somalía, ni Europa, ni Estados Unidos, ni siquiera la ONU. Sólo Alá y el pueblo de Somalía pueden rescatar al país", afirmó.
Antes de la guerra, Barre poseía un hotel de alta categoría en Kismayu. "Pero los 'señores de la guerra' destrozaron todo. Removieron hasta las puertas y los baños", se lamentó.
Como muchos de los más ricos somalíes en Kenia, Barre se mantiene al día con las noticias de su país viajando allí "de vez en cuando".
El ex hotelero visita Kismayu regularmente. El poblado está controlado por su yerno, el general Mohamed Said Hess, un "señor de la guerra" respaldado por simpatizantes de Siad Barre.
Jama Barre afirmó que Estados Unidos y varias agencias humanitarias enviaron comida sólo a la capital y la distribuyeron a través de los simpatizantes de los dos principales "señores de la guerra", Aidid y Ali Mahdi.
En enero, más de 200 mujeres, niños e inválidos por heridas recibidas en la guerra civil manifestaron en Mogadiscio, ciudad controlada por Ali Madhi, para que se incremente la ayuda humanitaria y los proyectos de desarrollo que contribuirían a la creación de empleos.
Los manifestantes se quejaron de que la mayor parte de la asistencia es entregada a pistoleros que así lo exigen en las barricadas.
"Leímos en los periódicos y escuchamos en la radio que unos 10 millones de dólares de alimentos y medicinas fueron donados. ¿A dónde fueron a parar?", se preguntó Barre.
"Sabemos que los hombres blancos vienen a Somalía, traen sus autos y viven en hermosas casas, pero gastan su dinero en ellos mismos, no en los somalíes", afirmó.
Los funcionarios de la ONU piensan diferente. "Es injusto juzgar a un país tan grande como Somalía en base a incidentes que ocurren en unos pocos poblados problemáticos", dijo Earling Dessau, coordinador de la misión humanitaria para Somalía en Nairobi, en una carta publicada por un diario de Kenia.
Un etíope refugiado en en Kenia echó un manto de dudas sobre la integridad de los exiliados somalíes. "Ellos cruzan la frontera con todas sus propiedades, poseen tiendas y otros negocios en los campos de refugiados y muchos de ellos manejan automóviles de último modelo", sostuvo.
Pero incluso aquellos que parecen vivir bien desean que la guerra en Somalía finalice para retornar a su país.
"A mi edad, no quiero nada más que paz, estabilidad y la unidad somalí. Podríamos alcanzar estas metas si desarmamos a los 'señores de la guerra"', dijo Barre a IPS. Pero cuando se le preguntó cómo hacerlo, contestó con un silencio.
Un simpatizante de Aidid, en tanto, rechazó la idea del desarme. "Aidid se puso de pie ante el poderío de Estados Unidos y por eso lo eligieron presidente en junio", dijo.
Aidid y Mahdi se consideran presidentes de Somalía, pero ninguno de ellos fue reconocido como tal por la comunidad internacional. (FIN/IPS/tra- eng/mn/kb/mj/af ip/96)