La operación militar emprendida la semana pasada en zonas rurales pobres de Nepal por maoístas que simpatizan con el grupo peruano Sendero Luminoso podría ser el comienzo de un movimiento armado que aproveche los legítimos reclamos de los pobladores.
El sur de México, las áreas rurales de Sri Lanka, el altiplano de Perú y las estribaciones del Himalaya tienen en común la existencia de un campesinado empobrecido que procura soluciones desesperadas que alivien sus penas.
Cientos de integrantes de un sector radical maoísta del Partido Comunista de Nepal atacó, en una serie de incursiones coordinadas, puestos policiales y haciendas en seis distritos montañosos alejados de Kathmandú, la capital.
Esta operación tomó prestada su ideología a la organización peruana Sendero Luminoso y empleó tácticas perfeccionadas por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el estado mexicano meridional de Chiapas.
Hombres y mujeres enmascarados atacaron en las sombras de la noche puestos policiales y casas de ricos. En el distrito oriental de Rolpa se enfrentaron con los policías en una batalla de una hora y media. Hubo algunos heridos, pero no se reportaron muertos.
Sin embargo, los ataques fueron lo suficientemente serios como para sacudir el sistema político. Muchos dirigentes están tan conmocionados que no se animan a pronunciar una palabra al respecto.
El grupo comunista liderado por el ingeniero civil educado en la antigua Unión Soviética Babu Ram Bhattarai reivindicó estos actos.
Bhattarai y su sector simpatizan con Sendero Luminoso, al punto que realizaron protestas en Nepal para reclamar la liberación del líder de la organización peruana, Abimael Guzmán, cuando fue arrestado en 1994.
Este grupo se burla de la democracia multipartidaria parlamentaria y aspira a que Nepal abandone el régimen monárquico para establecer una república.
Los movimientos maoístas nepaleses rivalizan entre sí, pero se coaligaron en el Frente de los Pueblos Unidos para los comicios de 1991, los primeros desde la restauración de la democracia. Esta alianza se convirtió en la tercera fuerza electoral y obtuvo nueve escaños en el parlamento.
Pero el grupo de Bhattarai se escindió del Frente y boicoteó las siguientes elecciones.
Los analistas sostienen que Bhattarai apela a los legítimos reclamos de los pobladores de los distritos montañeses más miserables para llamar su atención con los ataques y proyectarse así como líder popular.
Nepal es uno de los países asiáticos más empobrecidos. Sus tasas de alfabetización y mortalidad infantil, así como la expectativa de vida, son apenas superiores a las de los países del Africa subsahariana.
Los campesinos pobres aún reverencian al rey Birendra Bir Bikram Sha Deva, y no deberían identificarse con el credo republicano de los radicales maoístas. Pero están suficientemente desesperados como para reclamar con mayor agresividad igualdad económica y mejoras en la calidad de vida.
Los maoístas y otra media docena de grupos ultraizquierdistas alimentaron este resentimiento y ahora son una potente fuerza política en algunos distritos rurales.
Estos movimientos obtienen la mayoría de su respaldo entre jóvenes desencantados y educados que han sido duramente golpeados por el desempleo desde que el gobierno introdujo políticas de libre mercado a comienzos de la década del 90.
Mas de un millón y medio de trabajadores nepaleses emigraron a India, y miles se dirigieron hacia países del Golfo Pérsico, Corea, Malasia, Tailandia y Taiwan.
Los analistas políticos advierten que la causa por la que luchan los maoístas les ha sido servida en bandeja, y que si el gobierno no puede lidiar con ellos políticamente, Nepal podría sufrir las consecuencias de una insurgencia violenta.
"Mientras a algunos sectores de la sociedad se les prive de sus derechos y los pobres no reciban parte de los frutos del desarrollo económico, estos problemas continuarán", dijo Sridhar Khatri, profesor de ciencia política de la Universidad de Tribhuvan, en Kathmandú.
Nepal fue gobernada por una monarquía absoluta hasta que una sublevación obligó al rey a legalizar los partidos políticos, hasta entonces totalmente proscriptos, y convocar elecciones. Desde ese momento, la lucha política y el fraccionamiento de los partidos obligó a cuatro cambios de gobierno.
Los ataques maoístas registrados la semana pasada podrían ser una señal de la desilusión de los nepaleses con el régimen democrático y de la inconsciencia de los políticos con respecto a las necesidades populares.
"Sólo una pequeña parte de la sociedad ha disfrutado los beneficios que trajo la democracia y la liberalización", sostuvo el legislador maoísta Navaraj Subedi, quien integra un sector enfrentado a Bhattarai pero brindó cierto respaldo a los ataques.
"Estamos teóricamente de acuerdo con Bhattarai. En el futuro, deberá producirse una revolución armada para voltear el gobierno y conquistar los derechos de que deben disfrutar los pobres del campo", sostuvo el congresista.
Aunque 85 por ciento de los 20 millones de nepaleses son granjeros, los sucesivos gobiernos sólo han respaldado una reforma agraria con palabras. El parlamento está dominado por representantes de los hacendados.
El principal partido de oposición, el Partido Comunista de Nepal, modificó su línea ideológica hacia posturas propias de la socialdemcoracia europea y acepta la monarquía constitucional.
A pesar de las voces que reclaman un diálogo con los maoístas, el ministro del Interior, Khum Bahadur Khadka, advirtió que los responsables de los ataques serán "tratados con severidad".
El Ministerio del Interior desarrolla lo que activistas en defensa de los derechos humanos consideran una brutal campaña para suprimir la izquierda radical. (FIN/IPS/tra-eng/sp/kd/mj/ip/96)