La distancia que separa las metas inflacionarias oficiales de los índices reales en México mantiene en la incertidumbre la escena económica.
El anuncio de la tasa de incremento de los precios en enero, de 3,59 por ciento en la muestra general y 4,75 por ciento en la llamada "canasta básica", consumida por la mayoría de la población, bastó para diluir todo optimismo entre los expertos.
De mantenerse este ritmo de aumento a lo largo del año, el índice general crecería 52,64 por ciento, hasta rebasar en junio la meta inflacionaria anual del gobierno, de 20,4 por ciento.
En cuanto al costo de la canasta básica tendría en el lapso considerado un alza de 74,46 por ciento, lo que repercutiría adicionalmente en nuevos descensos de los niveles de consumo.
Tanto la subsistencia de gran parte de la pequeña y mediana empresa como el freno al creciente desempleo dependen de una recuperación del deprimido mercado interno, cuya caída es sólo parcialmente compensada por el aumento de las exportaciones.
La canasta básica incluye las mercancías y los servicios de consumo prácticamente ineludible para el conjunto de la población y está siendo afectada por el corte drástico de tradicionales subsidios gubernamentales destinados a contener sus precios.
Ya se anunciaron numerosos recortes en los apoyos estatales que sostienen el acceso popular a productos como huevos, leche y azúcar, y se anuncian otros, que podrían afectar incluso al maíz y a los frijoles, base de la alimentación de los sectores pobres.
Estudios de organismos internacionales coinciden en que subsiste en niveles de pobreza casi la mitad de los 92 millones de mexicanos, en un país cuyo crecimiento demográfico es de 1,7 por ciento anual, debido a la emigración hacia Estados Unidos.
"La inflación del año en curso puede llegar a duplicar lo programado por el gobierno hace apenas unas semanas", dijo a IPS Carlos Marichal, investigador de El Colegio de México, una de las más prestigiosas instituciones académicas del país.
Marichal, autor de una historia de la deuda externa latinoamericana, señaló que "lo importante no es que haya una diferencia entre promesas y realidad, que siempre existe", ya que los gobernantes "suelen manipular las cifras y las metas estadísticas con fines politiqueros cortoplacistas".
"Lo preocupante en la actualidad es la distancia entre promesas y realidades, ya que debilita la capacidad de previsión de los agentes productivos desestabilizando toda la escena económica", aseguró el experto.
Analistas del Grupo Editorial Expansión (GEE) alertaron en un informe reciente sobre la existencia de serios riesgos que ponen en duda los plazos y la posibilidad misma de reactivación.
"Quienes subestimaron la inflación del primer mes de 1996 ahora esperan altas tasas para el corto plazo y dan validez a escenarios que prevén un crecimiento de precios descontrolado en lo que resta del año", señalaron.
Según los expertos, las autoridades se esforzarán por mantener bajo control el crecimiento de los precios, lo que evitaría alzas de las tasas de interés por presiones inflacionarias.
Asimismo, coinciden en que un reforzamiento de la política antinflacionaria de choque con que el gobierno del presidente Ernesto Zedillo afrontó la crisis amenazaría con alargar el período recesivo.
Desde el estallido de la crisis económica en diciembre de 1994 hasta el 31 de enero pasado, la inflación general mexicana fue de 57,42 por ciento y el aumento de la canasta básica fue de 68,19 por ciento, según los cuestionados datos oficiales.
Durante ese período los reajustes nominales de salarios oscilaron en torno a 30 por ciento, con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo.
El semanario económico Tendencias señalo que el brusco incremento de precios en enero debe interpretarse como un indicio de la inmadurez de los avances en el programa oficial de ajuste.
El gobierno afrontó la crisis con un plan de choque recesivo que redujo el salario real, el consumo, la liquidez y los créditos, produciendo una caída del producto interno bruto de 6,9 por ciento en 1995, y desde hace varios meses las autoridades insisten en que "la crisis ya tocó fondo".
Pero el gobierno sigue acumulando promesas incumplidas: previó la reactivación sucesivamente para el tercer y cuarto trimestre de 1995, en diciembre puso en marcha una nueva fase del plan de ajuste y ahora dice que la economía se recuperará a partir del primer trimestre de 1996.
Sin embargo, la brusca reactivación inflacionaria, la repentina inestabilidad de los mercados financieros, el encarecimiento del dinero y la renovada incertidumbre sobre la cotización del peso parecen anticipar una nueva postergación. (FIN/IPS/emv/ag/if/96)