La localidad de Diwalwal alberga el mayor número de pequeñas minas de oro de Filipinas, pero la región se ve amenazada por una explotación masiva por parte de empresas multinacionales, según fuentes especializadas.
Hasta un quinto del área de tierra de este país puede estar cubierto por las licencias de explotación aurífera que han obtenido las compañías extranjeras, en su mayoría australianas, de acuerdo a grupos defensores de la población indígena.
La nueva situación arriesga dejar fuera del mercado, en varias regiones de Filipinas, a una gran cantidad de pequeños mineros indígenas que tradicionalmente han hecho de la explotación del oro su medio de vida.
"El gobierno ha vendido nuestro país a los extranjeros por 30 monedas de oro", dijo Judy Pasimio, militante del Centro de Recursos Legales, con sede en Manila. La activista afirmó que los pequeños mineros serán barridos por una invasión extranjera.
La australiana Western Mining Corporation ya ha comenzado a explotar una concesión obtenida sobre 100.000 hectáreas en el sur de Mindanao, mientras otra firma del mismo país, Climax Mining, ha pedido una concesión en el norte de la isla.
Una tercera australiana, Newcrest Mining, ha solicitado una autorización para explotar minas en las Montañas Cordillera de Luzon, la isla más grande de Filipinas. Y Astron, también australiana, ha anunciado un acuerdo para reabrir la mina del Carmen, en la isla de Cebu.
La minería ha sido una explotación tradicional en Filipinas a lo largo de los siglos, incluso en tiempos de la conquista española en el siglo XVI. La explotación nacional dio nacimiento al minero "de bolsillo" indígena.
Los mineros de bolsillo han sido elogiados por los antropólogos por la forma equitativa en que comparten su riqueza, mientras que los ambientalistas han alabado su explotación por el mínimo daño que produce.
"Siempre habrá oro", dijo el antropólogo Evelyn Caballero, "pero es necesario extraerlo correctamente", añadió, citando expresiones de los indígenas de las cordilleras que trabajan en las minas.
En cambio, según los criterios de las compañías multinacionales, la manera más efectiva de explotar el oro no es precisamente la "correcta". Las empresas recurren a grandes máquinas excavadoras y varios productos químicos tóxicos.
Esta no es la primera vez que las áreas rurales y las poblaciones indígenas se han visto afectadas por una fiebre del oro en Filipinas, pero los esfuerzos anteriores fueron hechos por los mismos filipinos.
Diwalwal, por ejemplo, con una población de 50.000 habitantes, no es una zona minera tradicional, pero se desarrolló a raíz de una fiebre del oro que comenzó a principios de la década de 1980 en esta tierra que en otros tiempos ocupó el pueblo indígena mandaya.
En las regiones donde se explotan las minas de forma incontrolada, la minería ha consumido en exceso el agua disponible, agotando los recursos hídricos que normalmente atendían las necesidades de los agricultores y los hogares.
La contaminación de los ríos por los vertidos de la minería ha perjudicado las plantaciones de arroz, e igualmente ha disminuído las capturas de los pescadores río abajo.
Los productos químicos no son la única amenaza para estas regiones. La zona de Diwalwal se ha convertido en un lugar violento, donde los mineros recurren a las armas para dirimir sus diferencias. (FIN/IPS/tra-en/pc/cpg/arl/en/96)