Más de seis años despues del colapso de la Unión Soviética y el final de facto de la Guerra Fría, Estados Unidos ha encontrado un nuevo malvado global: China.
A juzgar por el número de artículos impresos, simposios y demandas periodísticas dedicadas a las relaciones chino- estadounidenses en los últimos meses, Beijing parece ser el candidato más firme para reemplazar a Moscú como la principal amenaza a largo plazo de la seguridad de Estados Unidos.
China, incluso, ha eclipsado a los fundamentalistas islámicos y otros demonios surtidos que se han enseñoreado aquí de la cultura popular. Por esa razón, la lista de pecados cometidos por la República Popular es larga y sigue creciendo.
Comenzó con las cuestiones sobre derechos humanos desde la supresión del movimiento prodemocrático en junio de 1989, y la extensión de la condena del más famoso disidente del país. Wei Jingsheng, a 14 años de prisión.
En el campo comercial, China es vista como culpable no solo del actual déficit bilateral de 37.000 millones de dólares con Washington, sino tambien de la flagrante violación del acuerdo firmado hace un año para proteger los derechos de autor de las compañias estadounidenses en la República Popular.
Al mismo tiempo, los ruidos de sables causados por Beijing en el mar meridional de China y sus recientes amenazas contra Taiwan han provocado indignación en algunos legisladores influyentes, que han comenzado a atacar la administración del presidente Bill Clinton.
Los legisladores pretenden que la Casa Blanca ponga en claro que un eventual ataque contra Taiwan obligará a una represalia de Washington.
Más recientemente, informes de inteligencia dieron cuenta que, contrariamente a sus promesas anteriores, China ha estado vendiendo material nuclear y tecnología misilística a Irán y Pakistán. Para muchos observadores esa fué la confirmación que China es una potencia pícara cuya palabra no es confiable.
Noticias que Beijing recibirá en breve de Rusia 72 modernos cazabombarderos han robustecido aquí la opinión que está aumentando su arsenal para proyectar su poderío más allá de sus costas.
Todo esto es motivo de malestar para Clinton, quién desde septiembre de 1993 ha llevado a cabo una política de "compromiso amplio" con Beijing, dado su convencimiento que la zanahoria da mejores resultados que el bastón para hacer que la República Popular colabore más estrechamente con Washington en numerosos asuntos de interés común.
Esa política se bloqueó debido porque en mayo de 1994 se decidió "desenganchar" el tratamiento preferencial en materia de comercio por la cuestión de derechos humanos.
La decisión fué adoptada sobre todo por presión de las corporaciones multinacionales estadounidenses, temerosas que la mezcla de asuntos humanitarios y vínculos comerciales erosionara su capacidad de competir por el mercado en crecimiento más dinámico del mundo.
Ahora, casi dos años despues, esas mismas corporaciones son casi las únicas voces que apoyan esa política. Incluso el líder de la mayoría en el Senado, Bob Dole, que respaldó la versión de compromiso del ex presidente George Bush, tras la sangrienta represión de Tienanmen en 1989, se prepara a usar el argumento como tema prioritario en su campaña.
Dole, quién lidera la carrera republicana para quitar la presidencia a Clinton en noviembre, podría alinearse pronto con un grupo de legisladores que propicia severas sanciones económicas para castigar a China por sus pecados.
Sin embargo, los republicanos no están solos. Especialistas chinos de casi todas las tendencias e ideologías estan atacando la administracion por su ambivalencia política respecto a China.
Opinan que Clinton ha dado a Beijing la impresión que el interés de Washington en asegurarse el acceso al mercado chino prevalecerá sobre cualquier otra consideración política.
El "compromiso amplio", según el columnista del diario "Washington Post", Jin Hoagland, "es una política fracasada que (la administración) siente que no puede abandonar".
Por el contrario, instó a Clinton a no incurrir en lo ambiguo y apoyar militarmente a Taiwan ante las amenazas chinas. A su juicio, el argumento que una sólida relación comercial es el medio mejor para moderar la conducta política china y fomentar la democracia, "es totalmente falso".
El experto en cuestiones chinas, Orville Shell, dijo que "China no está jugando para resolver problemas (con Estados Unidos) sino para ganar".
"Mientras a corto plazo la firmeza de Washington podría amenazar las relaciones, al final sera su salvación", apuntó.
Otros ven el conflicto inevitable. Jonathan Clarke, un ex diplomático británico que ahora trabaja para el Instituto Cato, expresó que, en la actualidad, China recuerda "a la Alemania del Kaiser Guillermo en su ascensión al poder mundial". Afirmó que "un país en ese estado mental es un animal muy peligroso".
Esa noción fue respaldada por Richard Solomon, el principal experto de la administración Bush, que sorprendió en noviembre a una concurrencia en la derechista Fundación Heritage al pronosticar que, dadas las tendencias actuales, "en una década probablemente volveremos a estar enfrentados militarmente con la Republica Popular China". (FIN/IPS/tra-en/jl/yjc/ego/ip).
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