La reunión en Quito de los cancilleres de Perú, Francisco Tudela, y de Ecuador, Galo Leoro, concluyó con acuerdos que parecen pasos de avance en la línea de solución a los diferendos limiítrofes que provocaron dos guerras entre ambos países en los últimos años.
Sin embargo, los analistas políticos de Ecuador y Perú coinciden en considerar que el camino hacia una solución pacífica y definitiva está erizado de dificultades y recelos recíprocos.
Hace un año, Ecuador y Perú libraron una guerra no declarada como consecuencia de las antiguas discusiones en torno del Tratado de Río de Janeiro, firmado en 1942, pomposa e ingenuamente denominado de "Paz, Amistad y Límites"
Luego de dos meses de enfrentamientos militares en la pantanosa cabecera del rio Cenepa, Ecuador y Perú suspendieron el fuego por presión de los cuatro países garantes del Tratado de Río: Argentina, Brasil, Chile y Estados Unidos, e iniciaron un proceso de negociación.
La segunda ronda de negociaciones terminó el viernes en Quito. Al término, los cancilleres Leoro y Tudela entregaron a los representantes de los países garantes (en sobres que todavía no pueden ser abiertos) sus discrepancias en torno a los problemas limítrofes que provocaron las guerras de 1981 y de 1995.
Los sobres lacrados podrán ser abiertos cuando se cumpla una condición que Ecuador considera necesaria para asegurar la confianza entre los dos países.
Dicha condición es la reducción a 60 soldados en el Puesto de Vigilancia N.2 (PV2), una base militar peruana situada en una zona ajena al escenario bélico del conflicto del año pasado.
También se acordó crear un Grupo de Trabajo bilateral para diseñar un mecanismo destinado a fomentar la confianza entre los dos países contendientes y vigilar la transparencia de las adquisiciones de armamento de Ecuador y Perú.
Por último, se acordó solicitar a los cuatro países garantes que mantengan la supervisión que, desde la guerra de 1995, realizan sus observadores militares a lo largo de la frontera ecuatoriano-peruana.
Estos acuerdos fueron calificados por Tudela como "trascendentes y significativos pasos hacia una solución pacífica".
Pero en Lima, las primeras reacciones de los analistas independientes sobre los resultados de las conversaciones de Quito oscilan entre un tibio optimismo y el escepticismo sobre el real avance hacia la paz.
En opinión del sociólogo Percy Cáceres, "Tudela consiguió por lo menos un empate, pues si bien Ecuador no hizo conocer su lista de reinvidicaciones para negociar, seguirá discutiendo dentro del marco de Tratado de Río de Janeiro, que antes desconocía".
Las declaraciones de Tudela "son sólo optimismo profesional… Naturalmente, no puede decir que sus negociaciones tuvieron resultados ambiguos y probablemente dilatorios. Así son las reglas del juego diplomático", opina por su parte el analista independiente Juan Gargurevich.
"Es comprensible que los diplomáticos ecuatorianos pongan en juego su imaginación para ganar tiempo y evadir definiciones. Su gobierno está de salida y debe dejar espacio para que las decisiones las adopte la proxima administración", añadió.
Otro analista, Wilfredo Haro, estima que mediante la condición impuesta para el conocimiento público de su "lista de impasses subsistentes", como se denomina el contenido de los sobres lacrados, el gobierno de Quito consiguió su intención de vincular el plano militar con el político diplomático.
"Al imponer como condición que Perú reduzca el número de soldados en una base lejana al teatro de operaciones, Ecuador sugiere que el proceso de distensión militar, propiciado y supervisado por la Misión de Observadores de los países garantes, es aún inconsistente", dice Haro.
"Aún queda en el misterio el contenido de la lista de impasses. Si sólo contiene una relación de observaciones técnicas a las posibilidades de ejecución del Tratado de Río de Janeiro, las negociaciones podrían concluir en una solución pacífica y definitiva", dice por su parte Gargurevich.
"?Pero qué ocurrirá si Ecuador ha incluido en su lista su pedido de un corredor territorial hasta el río Amazonas? Podría ser considerado como una jugarreta diplomática para retroceder al punto cero, es decir a la paz armada y al riesgo permanente de nuevas guerras", concluyó. (FIN/IPS/al/jc/ip/96)