El aparente optimismo que rodea a los diálogos que mantienen los gobiernos de Ecuador y Perú para encontrar una solución al problema territorial y lograr la paz definitiva, se diluye ante el evidente surgimiento de nuevas diferencias tanto en el campo diplomático como en el militar.
En efecto, el último encuentro en Quito de los cancilleres de los dos países andinos, si bien sirvió para demostrar cierta predisposición a las negociaciones de los gobiernos de Quito y Lima, no posibilitó el establecimiento de coincidencias que puedan garantizar la continuidad del diálogo y la ulterior adopción de acciones encaminadas a una paz duradera.
Más aún, el virtual incumplimiento del punto quinto de la Declaración de Itamaraty suscrito por las dos partes en conflicto con el aval de los países garantes, tensiona las relaciones y por tanto entorpece el diálogo abierto que debe primar en tan grave problema.
La desmovilización de tropas a las que se hace referencia en el referido punto, debe cumplirse en su totalidad, y en este aspecto, es necesario que los países garantes intervengan de manera firme, pues únicamente así se podrá dar un marco de confianza y tranquilidad a las negociaciones diplomáticas.
Por ello no sólo que extraña sino que contraría el objetivo de ese punto acordado en Itamaraty, la negativa de Perú a suscribir un pacto de no agresión, innecesario y no contemporáneo según el canciller Francisco Tudela.
Resulta difícil entender los motivos que pueden mover a un país que proclama su deseo de paz y solución del problema, a eludir un compromiso que en definitiva busca evitar que la fuerza de las armas remplace a la fuerza de la razón.
Es necesario que Ecuador y Perú asuman el convencimiento de que los mecanismos diplomáticos vigentes y el derecho internacional, son la única opción para zanjar una absurda diferencia territorial que ha desangrado a dos pueblos hermanos.
Consciente de aquello, a finales de junio del año pasado, la Asociación Latinoamericana para los Derechos Humanos (ALDHU), instó a los dos países a la adopción de un urgente compromiso de moratoria bélica en el Cenepa, como un paso previo a la posible suscripción de un pacto de no agresión. Esta iniciativa que tuvo eco y respaldo en otros organismos humanitarios e instituciones internacionales, tenía el propósito de alertar a la comunidad mundial sobre la amenaza de un nuevo enfrentamiento armado de igual o mayor proporción al registrado a inicios de ese mismo año, debido justamente al incumplimiento de la desmovilización militar en las zonas de conflicto.
Además, porque constituía una contribución efectiva para que el prolongado y complejo proceso diplomático se mantuviera sin que un nuevo conflicto bélico lo malogre, evitando también que ello desatará una carrera armamentista.
Si bien se han registrado hechos menores que no han degenerado en nuevos enfrentamientos, es indudable que las advertencias sobre el armamentismo y el entorpecimiento del diálogo de paz expuestas en esa ocasión, se hicieron reales en los meses subsiguientes.
Lo grave de aquello, es que el problema ecuatoriano-peruano no se detuvo exclusivamente en estos dos países sino que afectó de manera directa a otras naciones de la región, las cuales vieron revivir viejos conflictos territoriales y se enrrumbaron hacia la nefasta carrera armamentista.
Ejemplos de lo afirmado existen varios, sin embargo, por lo repetitivo en cuanto a incidentes fronterizos, se deben señalar a los que mantienen Colombia y Venezuela, Perú y Chile o Chile y Argentina.
Pero bien, concretamente en el caso de Ecuador y Perú, nuevamente surgen preocupaciones generadas por el clima de desconfianza que se percibe en el proceso de negociaciones para un arreglo territorial y a consecución de la paz.
Ello impone que nuevamente invitemos a los dos países, a sus gobernantes y a esos pueblos hermanos a iniciar una suerte de movimiento binacional por la paz, con decididas acciones que involucren a diplomáticos, militares y sociedad civil de ambas naciones.
Esta trilogía si se quiere, hará posible que Ecuador y Perú superen los impases y logren la distensión necesaria para un franco diálogo de paz para avanzar al desarrollo que exigen sus empobrecidos pueblos, inspirados siempre en el sueño integrador de Bolívar.
(*) Secretario Ejecutivo de ALDHU