La producción de salmón y truchas, que registra su mayor auge desde su introducción en Chile a comienzos de la década del 80, constituye un factor de alto riesgo para siete lagos del país, según ambientalistas.
La alimentación de estas especies en base a fósforo, el escape de ejemplares a lagos y ríos y la administración de antibióticos directamente en las aguas repercute en otras especies ictiológicas e introduce sustancias no deseadas en la cadena alimenticia humana, según especialistas.
Rodrigo Infante, gerente general de la Asociación de Productores de Salmón y Trucha, dijo que el año pasado el monto de las ventas al exterior no tuvo precedentes, pues ascendió a 489 millones de dólares, equivalentes a 97.735 toneladas de producto procesado, 28,6 por ciento más de lo producido en 1994.
El retorno de esta actividad por concepto de exportaciones registró en 1995 un aumento de 40 por ciento respecto del año anterior, agregó.
Según sus estimaciones, la exportación se duplicaría este año, aunque también podría registrarse una baja debido al alza de los insumos y la depreciación del salmón en los mercados extranjeros, principalmente Japón.
La producción de salmón y trucha en Chile tiene su base fundamental en la acuicultura, que consiste en el cultivo de estas especies en jaulas instaladas en bahías marítimas, lagos y ríos.
Las salmoneras se concentran mayoritariamente en los lagos de la décima región del país (1.000 kilómetros al sur de Santiago) y actualmente existen 15 de ellas en el lago Llanquihue, siete en el Rupanco, cinco en el Huillinco, cuatro en el Chapo y dos en el Ranco, Puyehue y Tarahuín.
Estudios realizados por el privado Comité de Protección de la Flora y la Fauna (Codeff) señalaron que el peligro del cultivo de salmones y truchas se relaciona con el alimento de los peces, que contiene altas cantidades de fósforo, cuyo residuo se acumula en el fondo de los lagos.
Además, el Codeff afirmó que aunque el ciclo productivo de estos peces se realiza en cautiverio, existe, de todos modos, preocupación por un aumento de la población salmonífera en las aguas costeras.
Según los ambientalistas, las crías adultas se escapan de las jaulas cuando éstas se rompen debido a los vientos y temporales que se registran en la zona. Los activistas sospechan que los criaderos liberan ejemplares no deseados porque les resulta más barato que sacrificarlos en tierra.
Mientras tanto, la Subsecretaría de Pesca, que depende del Ministerio de Economía, mantiene congeladas las últimas 49 solicitudes de concesiones para acuicultura actualmente en trámite, debido a la saturación de fósforo en las aguas.
Marcelo Campos, especialista del Departamento de Acuicultura de la Subsecretaría de Pesca, informó que se está realizando un catastro para determinar qué lagos o lagunas están en condiciones de recibir nuevas jaulas-balsas.
Además, para establecer balsas de acuicultura, los empresarios deben atender la legislación existente, a diferencia de lo que sucedía cuando se inició esta actividad, pues entonces no hubo regulaciones ni estudios de impacto ambiental.
El subsecretario de Pesca, Patricio Bernal, dijo que las nuevas instalaciones de plantas de producción salmonífera deben estar previamente avaladas por un estudio de impacto ambiental a causa de la contaminación con fósforo.
"Las nuevas solicitudes, que deben cumplir con las normas referidas a la pesca y el ambiente, están cerradas porque se copó la carga máxima de los lagos", señaló Bernal.
El subsecretario, sin embargo, no culpó sólo a las empresas de acuicultura de la contaminación de las aguas, y señaló como ejemplo el lago Villarrica (760 kilómetros al sur de Santiago), que presenta elevados níveles de componentes cítricos a pesar de que allí no se ha instalado ninguna jaula de salmones.
Según el director de Codeff-Ancud y del Centro de Desarrollo Ambiental de Chiloé (décima región), el médico veterinario Carlos Cabello, no existieron estudios pertinentes sobre el daño ambiental de la introducción de nuevas especies en el ecosistema lacustre.
Cabello señaló que la introducción de especies biológicas foráneas en el ambiente supone el peligro de introducir agentes patógenos, como es el caso de las importaciones anuales de ovas (huevos) desde el hemisferio norte.
"Lo que nadie toma en cuenta es el efecto que estas enfermedades 'nuevas' puedan tener sobre los recursos ictiológicos autóctonos, base de la actividad pesquera artesanal e industrial", afirmó Cabello.
El veterinario explicó, además, el peligro que representa para la salud pública la administración de antibióticos a los salmones y la resistencia bacteriana que ellos adquieren, lo cual obliga a procurar, en forma progresiva, el desarrollo de nuevos antibióticos.
Según Cabello, la producción salmonífera requiere anualmente de grandes volúmenes de antibióticos, los cuales se depositan directamente en el agua y son absorbidos por otras especies marinas e introducidos de ese modo a la cadena alimenticia humana.
"Las normas de aplicación de antibióticos en acuicultura deben ser estrictísimas si se quiere mantener al menos un leve control sobre las consecuencias del fenómeno", aseguró Cabello.
El profesional también advirtió que la acuicultura acarrea otros problemas, como la competencia entre empresas y pescadores artesanales por las aguas concedidas para terreno de cultivos y la destrucción de la armonía del paisaje natural, producido por las balsas de engorde. (FIN/IPS/ag/mj/la en/96)