Unos 14 millones de niños de Bangladesh no concurren a la escuela pues deben trabajar debido a la pobreza, pero no por falta de oportunidades. Para aumentar la escolaridad, el gobierno entrega alimentos a los alumnos.
Hace tres años, las autoridades dispusieron la obligatoriedad de la educación primaria para todos los niños en edad escolar y diseñaron elogiados planes para incentivar a los padres a enviar a sus hijos a las escuelas.
Pero no todos los niños pueden disfrutar de los estudios. Sabiha, una niña de ocho años de edad, trabaja media jornada al día como sirvienta de un rico granjero en Jamalpur, un distrito al norte de Bangladesh.
Su padre es un campesino sin tierra. El dinero que Sabiha obtiene asegura a la familia una comida por día. A pesar de la obligación legal, sus padres no pueden afrontar los gastos que implicaría el envío de la niña a la escuela.
En lugar de aprender canciones infantiles y el alfabeto, cientos de miles de niños en este pobre país empiezan a desempeñarse en los más variados trabajos desde edad muy temprana a causa de la pobreza que sufre la mitad de los 120 millones de habitantes de Bangladesh.
Muchos, como Sabiha, son expertos en tareas domésticas como recoger agua, prender el fuego en la cocina o, incluso, vigilar a sus hermanos más pequeños.
El gobierno de Bangladesh asumió la enseñanza primaria como una prioridad, y diseñó un plan de acción para elevar la escolaridad a 90 por ciento, de modo que 70 por ciento de los niños concluyan los cursos.
Las autoridades también establecieron que 60 por ciento de los nuevos cargos en las escuelas será cubierto por mujeres. De ese modo, procuran alentar la educación femenina en este país musulmán y conservador.
El Departamento de Educación de Bangladesh, con asistencia del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, distribuyó libros a alumnos escolares en forma gratuita. En 1994, entregó 16 millones de volúmenes.
Con apoyo financiero del Banco de Desarrollo de Asia, la Comunidad Europea, Arabia Saudita y la Organizacion de Países Exportadores de Petróleo, el gobierno se embarcó en el ambicioso proyecto de establecer 5.000 nuevas escuelas en las zonas más pobres del país.
El Programa Alimento y Trabajo, iniciado en 1993, contribuyó a mejorar la concurrencia de alumnos a las escuelas en los distritos más pobres de Bangladesh. De otro modo, esos niños habrían ido a trabajar a establecimientos rurales.
Este programa del gobierno entrega 15 kilogramos de trigo al mes -hasta 30 kilogramos por familia- a niños de hogares pobres, con la única condición de que asistan a 85 por ciento de las clases.
El gobierno presta apoyo especialmente a los hogares encabezados por campesinos sin tierra, propietarios de haciendas pequeñas y poco productivas, jornaleros o mujeres divorciadas, separadas, viudas o con maridos inválidos.
El programa también respalda a las familias cuyos jefes son adultos que trabajan en oficios tradicionales de bajos ingresos, como la pesca, la alfarería, la tejeduría y la zapatería.
Este plan atendió a menos de un millón de alumnos escolares entre 1993 y 1994. La cifra saltó a 1,6 millones el año pasado, y el gobierno estableció un gasto de 80 millones de dólares para 1995, con lo que aspira a llevar a las escuelas a cerca de 3,6 millones de niños.
Un estudio financiado por el Banco Mundial describió el Programa Alimentación y Trabajo como un proceso de "fortalecimiento a través de la educación".
Según este análisis, la escolaridad en las escuelas que participaron en el programa mostró un firme aumento de 20 por ciento promedio en los últimos tres años.
Asimismo, el ministro de Educación, Jamiruddin Sircar, prevé la creación de 68.000 escuelas para adultos en todo el territorio del país.
Las autoridades estiman que para alcanzar sus metas en materia educativa requerirán inversiones de casi 5.000 millones de dólares. La ayuda comprometida por donantes y gobiernos extranjeros para el sector asciende a 3.000 millones de dólares.
El informe del Banco Mundial sostuvo que la actual estructura escolar podría ser más atractiva para los niños. Si el sistema de estudios fuera más flexible, los alumnos que no tengan tiempo disponible en las épocas de siembra y cosecha podrían asistir a la escuela el resto del año.
La deserción continúa siendo un problema importante, pero la labor de organizaciones no gubernamentales que crearon alrededor de 35.000 escuelas informales contribuyó a desalentarla. Casi 70 por ciento de los alumnos en estos institutos son niñas. (FIN/IPS/tra-eng/ti/an/mj/ap ed/96)