El escultor Joe Pozycinski dice que el "sigue la cosecha" para vender sus creaciones. Viaja a todos los festivales de arte de Estados Unidos: a Texas durante la primavera, a las ciudades del medio oeste durante el verano y desde luego a Florida durante el invierno boreal.
Al igual que un número cada vez mayor de artistas norteamericanos, Joe y su esposa, la ceramista Georgia Pozycinski, no se dirigen a las tiendas y galerías tradicionales sino que van directamente al cliente, llevando sus trabajos a los festivales para exhibirlos ante los más diversos públicos.
"Ser un artista migratorio no es fácil. Como los agricultores, estamos a merced del clima", explicaron los artistas, residentes en Sparta, Missouri.
El "arte migratorio" se ha convertido en un modo de vida para cientos de creadores contemporáneos que según dicen, siguen las huellas de sus predecesores medievales, capaces de dedicarse a lo que les gusta y además, vivir de ello.
Con una creciente y cada vez más reconocida actividad artística que atrae a miles de interesados cada año, el sur de Florida es una de sus paradas más importantes.
Aquí consiguen compradores para sus obras en los múltiples festivales que tienen lugar durante el invierno boreal.
Uno de los principales se desarrolló el pasado fin de semana en un histórico vecindario del sureste de Miami, donde más de 300 artistas y artesanos de todo el país se reunieron durante tres días para exponer sus trabajos al aire libre, a orillas de la bahía de Vizcaya.
"Florida es un mercado muy bueno", dijo a IPS el artista premiado Aaron Maesai, quien prácticamente huyó hace unas tres semanas de las crudas nevadas de Chicago, Illinois, para preparar su exposición en el 33 Festival de Arte de Coconut Grove.
Además de las condiciones del clima, los artistas migratorios se enfrentan al filtro de los jueces designados para seleccionar a quienes van a participar.
Considerado uno de los cuatro principales festivales artísticos de Estados Unidos, la presencia en Coconut Grove es extremadamente competitiva: unos 1.700 candidatos se enfrentaron por los 326 quioscos de la exhibición.
Pero sus organizadores aseguran que los elegidos fueron visitados por unas 850.000 personas entre residentes de toda Florida y turistas nacionales y extranjeros, mientras que las ventas de arte bordearon los siete millones de dólares.
"Nosotros venimos todos los años porque ofrece más variedad y mejores precios que las galerías", comentó el abogado Eric Green, de Nueva York, quien viajó en vacaciones a Miami y adquirió una curiosa escultura de vidrio por 400 dólares.
La diversidad es, sin duda, una de los puntos más atractivos del encuentro, donde se pueden admirar todas las gamas de acuarelas, óleos, trabajos en madera, metal, vidrio, cerámicas, joyas, ropa, alfombras, juguetes, peletería y mucha, mucha mezcla de materiales en las más sorprendentes creaciones.
Según la directora del festival, Jane Hart, la ganancia generada supera los 20 millones de dólares, incluídos los ingresos por la venta de unas 55 variedades de comida, de camisetas, afiches y gorras, así como del transporte y alojamiento de los miles de viajeros involucrados.
El jurado adjudicó este año más de 100.000 dólares en premios para los primeros y segundos lugares y premios al mérito en cada una de las 11 categorías exhibidas. Para los afortunados, el galardón no sólo significa el ingreso de dinero sino la invitación segura a varias exposiciones locales y al próximo festival en 1997.
"Tenemos mucho respeto por nuestros artistas porque sabemos lo difícil que es para ellos crear sus obras y además hacerse cargo de su propia exhibición y venta", dijo Hart.
El Festival de Arte de Coconut Grove ha incoporado también a nuevos músicos de jazz e intérpretes de canciones "viejas" (oldies) de los años 50 y 60.
Este año, más de nueve grupos amenizaron el encuentro, entre los cuales se destacó la presentación del pianista Ramsey Lewis junto al saxofonista Branford Marsalis, hijo del pianista Ellis Marsalis.
Ademas de ganar su lugar en el festival, los artistas deben transportar sus producciones y diseñar una exhibición creativa y funcional para un espacio de aproximadamente tres metros cuadrados, donde los potenciales compradores puedan circular sin dañar las muestras.
Dan Adams, un ceramista de Bloomington, Indiana, se consideró afortunado de que los amigos de su hermana le ayudaran a desplegar sus largos jarrones de arcilla azul sin incidentes infortunados. "Es un duro trabajo cargar con todo de aquí para allá, pero tiene sus recompensas", aseguró.
La mayoría de los artistas, como el fotógrafo Jim Wallace, de Massachusets, llevan consigo sus propias carpas para ahorrase entre 190 y 250 dólares en arrendamiento en cada feria. Wallace ha estado desde comienzos de enero rotando sus trabajos en otros importantes festivales en Boca Raton y Fort Lauderdale.
"Uno se convierte en un verdadero empresario de su propio trabajo", indicó el ganador del premio al mérito en fotografía. "Hay que ponerse el sombrero adecuado para cada ocasión y creer mucho en lo que uno hace para seguir adelante".
Wallace describe su aprendizaje como una "adaptación al movimiento constante" de lugares y de gente. Mantiene lazos con sus familiares y amigos por correo electrónico y expone tanto en Estados Unidos como en el exterior.
"He estado en el festival Crater de Honolulú zy en el Mercado del Pueblo en Frankfurt, Alemania, no esta mal, verdad?", bromeó. (FIN/IPS/lhr/jc/cr/96)