Al comenzar este año, Naum Shopov, uno de los más destacados actores de Bulgaria, hurtó sus pasos hasta el fondo del escenario del Teatro Nacional, en Sofía, y se cortó las venas.
La violenta reacción que provocó este drama fuera de la escena se debió tanto a la fama de Shopov como al hecho de que su muerte pareció confirmar una tendencia: cada vez con mayor frecuencia, los actores búlgaros se están quitando la vida.
En algunos teatros de provincia, al menos un actor se ha suicidado cada año desde el principio de esta década, un fenómeno extraño, vinculado a los duros tiempos que han debido enfrentar los artistas profesionales en la Bulgaria poscomunista.
Pese a que algunos de los anteriores suicidios no atrajeron tanto la atención como el caso de Shopov -tal vez porque se trataba de nombres menos ilustres-, el hecho es que estas muertes han producido un impacto en la comunidad artística.
En general se percibe una sensación de desilusión ante el escaso apoyo financiero que el teatro recibe del Estado, a lo que se agregan las menguantes audiencias que convocan las salas treatrales.
Hasta fines de la década pasada, cuando Bulgaria todavía era un Estado comunista, los actores, los artistas y otros de las llamadas profesiones "creativas", eran mimados y tratados con alto respeto por las autoridades.
Lo suyo era recibir altos salarios, disponer de confortables viviendas y realizar espectáculos fuertemente subsidiados. Lo único que tenían que hacer era gustar.
Ahora todo eso es cosa del pasado. Los subsidios a la cultura han sido recortados y las crisis financieras pasaron a ser parte de la realidad de la comunidad artística.
Aunque aún existen formas de subsidio al arte, las cantidades que asignadas han cambiado de destino. Por ejemplo, el presupuesto nacional para 1996 prevé la suma de 6,6 millones de dólares para apoyar al teatro, pero 80 por ciento de esa cantidad es destinada a salarios y gastos administrativos.
Con sueldos mensuales que hacen un promedio de 80 dólares y pensiones de 35 dólares, el público búlgaro no está en condiciones de pagar entradas para el teatro que cuestan de dos a tres dólares promedialmente.
Pocos actores pueden sobrevivir con el ingreso que se deriva de esa profesión, antes respetada. Muchos se han volcado a otras actividades, tales como conductores de taxi o importadores de carne, comerciantes o gerentes de restaurante.
Los actores de mayor edad son los más perjudicados, pues fueron las primeras víctimas del recorte de los subsidios. Por su lado, los jóvenes tampoco tienen buenas perspectivas. Los formados cada año por la Academia de Artes Actorales, del gobierno nacional, no ven ningún futuro por delante.
"No se puede ser un actor en Bulgaria", dijo Ivan Goranov, un estudiante de la Academia. "La salida está en formarse aquí, hacer algún trabajo, y después irse al extranjero". (FIN/IPS/tra-en/cee/db/fn/arl/cr/96)