Nepal ocupa el lugar 11 en una lista de países propensos a sufrir sismos y, sin embargo, es uno de los peor preparados para hacer frente a situaciones de desastre.
Dos grandes terremotos en los últimos dos años, uno el 18 de septiembre de 2011 y otro el 5 de octubre de este año, no han logrado que el gobierno reaccione.
Sismólogos alertaron de la inminencia de otro movimiento telúrico y expertos en desastres sostienen que aumenta a diario la vulnerabilidad de la población, unos 30 millones de personas, si las autoridades no "despiertan" a los peligros que suponen este tipo de episodios.
"En la coyuntura actual, las consecuencias de una catástrofe estarán fuera de control y serán inmanejables", dijo a IPS el responsable de preparación de desastres de la Sociedad Nacional de Tecnología de Terremotos (NSET), Ganesh Kumar Jimee. "Tenemos que actuar con rapidez", remarcó.
A los especialistas les preocupa que los 1,5 millones de residentes de Katmandú, un potencial epicentro sísmico y donde los edificios de escuelas, los hospitales y las oficinas estatales no se construyeron con métodos antisísmicos.
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Alrededor de 90 por ciento de las construcciones, levantadas por obreros sin supervisión profesional, son consideradas inseguras.
Las construcciones escolares tienen el mismo problema, y alrededor de 60 por ciento de ellas están "destinadas a colapsar", según el Centro Asiático de Preparación de Desastres (ADPC).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo que los hospitales también son muy vulnerables.
Según NSET, alrededor de 60 por ciento de los hospitales tienen riesgo de sufrir daños ante la ocurrencia de un terremoto de poco más de siete grados en la escala de Richter. Lo mismo ocurre con la mayoría de los 70 bancos de sangre del país.
Por si fuera poco, decenas de puentes se derrumbarían, cortando rutas de suministro para casos de emergencia.
NSET y la Sociedad de la Cruz Roja de Nepal, entre otras organizaciones, denunciaron que 90 por ciento de las cañerías de agua colapsarán y que 40 por ciento de las subestaciones y del tendido eléctrico quedarán destruidos.
Además, muchas emisoras radiales, que desempeñan un papel vital transmitiendo boletines informativos en caso de desastre, difícilmente soporten el impacto de un terremoto.
Según IRIN, las 350 emisoras, 36 de las cuales están en Katmandú, son fuentes cruciales de contenido para la población de este país, 44 por ciento de la cual es analfabeta y depende de medios no escritos para mantenerse informada.
Haciendo caso omiso de los datos que reflejan la urgencia de la situación, el gobierno no ha tomado acciones tendientes a preparar al país para la ocurrencia de un sismo.
La actitud apática respecto de una normativa sobre preparación para desastres es un gran obstáculo. Hay un proyecto de ley pendiente desde hace años por la inestabilidad política del país.
La norma ayudará a crear una autoridad de gestión de desastres dotada de un equipo profesional de expertos en la materia, otro de rescate, recursos económicos y equipamiento.
Actualmente, la única oficina que gestiona desastres como terremotos cuenta con un puñado de personas que trabajan en una pequeña unidad dependiente del Ministerio del Interior.
"Con suerte pronto se adoptarán estas medidas y la gente se tomará este asunto con más seriedad y desde una perspectiva de reducción del riesgo, en vez de concentrarse en acciones posteriores al desastre", dijo a IPS el gerente de programa del equipo de gestión del riesgo de desastres del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Man Thapa.
El organismo trabajo con las municipalidades locales y capacita a obreros en la construcción de edificios resistentes a terremotos, que podrían ayudar a "salvarla vida de personas", indicó Thapa.
Riesgo en Katmandú
La densidad poblacional de la capital, con 1,5 millones de habitantes en un área de 50 kilómetros cuadrados, presenta un desafío único.
La cantidad de complejos de viviendas aumentó a más del doble en la última década, lo que abarrotó una ciudad ya congestionada, según expertos.
Los terremotos no son un fenómeno nuevo en Nepal, que registró 15 grandes sismos desde 1223. Uno de los más devastadores fue en 1934, que costó la vida a 8.500 personas en Katmandú, y otro, en 1988, con 721 fallecidos.
Dada la explosión demográfica y el auge de construcciones inseguras y de alto riesgo, la dimensión de un desastre similar al de aquellos años es inimaginable.
NSET estima que un terremoto de siete u ocho grados en la escala de Richter podría destruir 60 por ciento de los edificios y dejar 50.000 personas muertas, unas 100.000 heridas y unas 900.000 sin hogar.
Hay mucha conciencia sobre la posibilidad de que ocurra un desastre, pero muy pocas iniciativas para adaptar las viviendas, las escuelas y hasta los hospitales.
"La gente todavía no le presta la debida atención a la información disponible", dijo a IPS el director de gestión de desastre de NRCS, Pitamber Aryal.
El terremoto del 18 de septiembre de 2011 en el noreste de India, de 6,9 grados en la escala de Richter, se sintió en Katmandú y causó un pánico generalizado.
La gente comenzó a huir de la ciudad en forma caótica, sin respetar las pautas de seguridad difundidos en línea y repetidas varias veces por las radios capitalinas.
Por suerte, el sismo fue a las seis de la tarde, cuando todas las oficinas y las escuelas ya habían cerrado.
"Si hubiera ocurrido en horario escolar o de oficina, habrían habido muchos heridos y muertos a causa del pánico", dijo Jimee a IPS.
"Fue un simulacro para los residentes de Katmandú sobre cómo actuar en caso de desastre. Esperemos haber aprendido algo", añadió.