(Arte y cultura) LIBROS-BRASIL: Los samurai que negaban la derrota

La obstinación característica de los japoneses tuvo en Brasil un ejemplo sangriento, que un libro de investigación periodística trata ahora de sacar del olvido.

En «Corazones sucios», Fernando Morais cuenta la historia poco conocida de Shindó Renmei, una organización clandestina de inmigrantes japoneses que castigaba con la muerte a los compatriotas que reconociesen la derrota de su país de origen en la segunda guerra mundial (1939-1945).

Entre enero de 1946 y febrero de 1947, el grupo asesinó a 23 personas y dejó heridas a 147. La espada de samurai o los cuchillos cortando el vientre, como en el haraquiri (suicidio ritual japonés), eran los métodos empleados contra los «derrotistas» acusados de tener «corazón sucio».

Había en la época unos 200.000 inmigrantes japoneses y sus hijos en Brasil. Se estima que 80 por ciento, los denominados «kachigumi», creían en el triunfo de su país de origen.

A eso contribuyó, según Morais, la incomunicación a que el gobierno brasileño sometió los inmigrantes durante la guerra, después que de Brasil optó por aliarse a Estados Unidos contra el eje Alemania-Italia-Japón.

Entre otras medidas represivas, prohibió que los japoneses tuvieran receptores de radios, periódicos e incluso que hablaran en su lengua natal en público, aunque casi ninguno había aprendido aún el portugués.

El hecho de que Japón jamás hubiera sufrido una derrota militar en su historia y la idiosincrasia de ese pueblo ayudan a explicar la terrible reacción.

En los años 60 y 70, el mundo se asombró también al descubrir soldados japoneses en bosques de Filipinas u otros países, sobreviviendo aislados porque no admitían rendirse al enemigo de la guerra concluida en 1945.

Pero «Corazones sucios» no se preocupa en ofrecer explicaciones psicológicas y sociológicas para el surgimiento de la Shindó Renmei. Es «solo un libro de reportaje», dijo su autor.

Morais es un veterano periodista de Sao Paulo, hoy dedicado a escribir biografías que reconstituyen periodos recientes de la historia brasileña. Empezó hace unos 20 años con «Olga», sobre la compañera alemana del histórico lider del comunismo en Brasil, Luiz Carlos Prestes.

Olga Benario vivió en Brasil en los años 30. Fue apresada y deportada a la Alemania nazi, donde murió en un campo de concentración.

Luego, Morais escribió «Cható», sobre Assis Chateaubriand, creador del primer gran imperio de las comunicaciones en Brasil, con una red de diarios y emisoras de radio que le permitieron ejercer gran influencia política en los años 40 y 50 y a comienzos de la década del 60.

Fue en las entrevistas realizadas para este libro que tuvo um primer contacto con la historia de Shindó Renmei, hasta ahora tratada en estudios académicos de escasa repercusión.

La comunidad japonesa en Brasil trató de olvidar y ocultar el asunto, concluyó Morais. Eso dificultó sus investigaciones, que también se enfrentaron con la barrera del idioma, pues los viejos inmigrantes hablan poco en portugués y resistían a hacer revelaciones sobre el asunto a un «extranjero».

El libro detalla el cuadro político de la época, cuando Brasil salía de la dictadura conducida por Getulio Vargas de 1930 a 1945, y la forma en que actuaba el grupo que intentó mantener por el terror la creencia de que Japón no se rindió ante Estados Unidos y sus aliados.

Los derrotistas recibían un aviso antes de la ejecución. La inscripción «traidor de la Patria» aparecía en la pared de sus casas, junto con notas que les recomendaban: «Lava tu garganta». Era una amenaza de ejecución. La garganta limpia tendría por fin evitar el contacto de la espada con la suciedad del traidor.

La Shindó Renmei actuó en el interior del estado de Sao Paulo, donde se concentraba la inmigración japonesa, en especial entre los municipios de Baurú y Presidente Prudente. Los miles de militantes y simpatizantes le permitieron a la organización recaudar contribuciones por 750.000 dólares mensuales.

Para contrarrestar las noticias sobre la rendición japonesa, el grupo falsificaba declaraciones del emperador japonés Hiroíto. Además, agregaban textos en japonés a revistas como la estadounidense Life, de modo que se invirtiera el final de la guerra informando la rendición de Estados Unidos.

Su penetración era más intensa entre los inmigrantes pobres. Los que habían enriquecido en Brasil, mejor informados e integrados en la sociedad local, aceptaban la derrota japonesa y fueron las principales víctimas de las ejecuciones.

La policía tardó a intervenir. Lo hizo sólo después de muchos atentados. Pero descubrió una tortura eficiente, obligando los japoneses a ofender la bandera de su país de origen y considerando sospechosos los que se negaban.

Un total de 31.380 fueron presos, de los cuales 381 fueron condenados y amnistiados poco más de 10 años después. (FIN/IPS/mo/mj/cr/00

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