Funcionan en horarios de oficina y se dice que son únicos en el mundo: los cafés eróticos comenzaron a proliferar hace dos años en Santiago de Chile con una oferta exclusiva para hombres y luego se ampliaron a las mujeres y a la discreta comunidad homosexual.
No es un fenómeno de "destape" dentro de la recatada transición chilena sino más bien un singular "igualitarismo" de género a través de la exhibición de la persona como objeto bajo la regla de oro del mercado de que todo se vende o se compra, según dijo una experta a IPS.
"Tomarse un café con cuerpo" no significa beberlo cargado sino consumirlo en una barra atendida por camareras que lucen diminutos bikinis con vuelos de encaje, cubiertos a veces por transparentes "baby dolls" o minifaldas y petos que se pierden entre las medias caladas y los audaces escotes.
Estos locales eran el prototipo del "club de Toby", vedado a la presencia femenina del lado de los clientes, hasta que en abril último la pequeña Lulú tomó venganza y surgió el primer café exclusivo para mujeres…atendido por hombres.
Los jóvenes dependientes del "Only Women" trabajan también ligeros de ropa, mostrando piernas, bíceps y el pelo en pecho a las oficinistas, vendedoras de tiendas y profesionales que repletan el establecimiento, situado en un subterráneo del céntrico Paseo Ahumada.
En esta competencia de nombres con inspiración anglosajona se creó en junio el "Open Mind", atendido también por hombres pero abierto a todo tipo de público y que algunos miembros de la comunidad homosexual han convertido en su favorito.
Se les denomina genéricamente cafés eróticos porque el consumo de la bebida es también un instante para los sueños de fantasía de las parroquianas o parroquianos, que observan en silencio a quienes los atienden y a veces intercambian alguna sonrisa o frases de circunstancia con ellos.
Los locales están en todo el centro de Santiago y en el área comercial del vecino municipio de Providencia, donde se abrió en julio un café para mujeres llamado en portugués "Elas Gostosura" (Ellas Atrevidas).
Este establecimiento, en un desborde de imaginación, viste a sus camareros con seis trajes distintos de diseño teatral, y así la clienta puede ser atendida por un romano, un egipcio, un pirata, un jeque árabe, un caballero de frac o un plateado personaje futurista.
Los vidrios esmerilados, que por disposiciones municipales cubren hasta cierta altura los ventanales y mamparas de acceso, son uno de los sellos distintivos de estos cafés, que tienen como su exponente más famoso a "El Barón Rojo", abierto hace dos años.
Los parroquianos suelen ingresar con discreción a tomar el café express o cortado con leche, mientras los hombres que transitan por fuera se empinan para echar furtivas miradas al interior o tratan de observar a las camareras a través de las puertas entornadas.
El ambiente y las conductas en torno a los cafés eróticos parecen reflejar el recato y moralismo de la sociedad chilena, que para algunos es directamente hipocresía en un país que a siete años del inicio de la transición democrática sigue viviendo diversas formas de censura.
Para la socióloga Loreto Rebolledo, investigadora del Proyecto de Estudios de Género de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, el fenómeno de los cafés eróticos está lejos de representar un "destape".
"En los años 80, durante la dictadura (del general Augusto Pinochet), en Santiago se multiplicaron los cafés topless, que después se fueron cerrando por una ofensiva moralista de los militares", recordó la experta en declaraciones a IPS.
"No creo que los cafés eróticos de ahora representen un destape, sino que más bien los asocio con el modelo económico: todo se vende y se compra en la medida de que tenga mercado. Antes, los cafés eran sólo para hombres. Ahora se descubrió que también interesan a las mujeres", dijo.
"Hay una especie de 'igualación' de hombres y mujeres a través del 'piluchismo' (desnudez). No se vende café sino cuerpos semi desnudos. Así como en los cafés para hombres estaba la mujer- objeto, ahora también se ofrece el cuerpo masculino como objeto a las mujeres", comentó Rebolledo.
Los orígenes de esta historia se remontan a unos 50 años, cuando se abrió en Santiago el "Haití", cuya característica fue ofrecer buenas mezclas de café en un país sin tradición cafetera en un amplio local atendido por camareras.
Con el tiempo, las ganancias del "Haití" aumentaron en proporción directa con la disminución del largo de las faldas de sus dependientes, y en esa misma línea surgieron competidores con algunos grados de mayor audacia en la vestimenta.
Hace dos años, "El Barón Rojo" alteró las reglas y desvistió al máximo a su personal, además de inventar el mítico "minuto mágico", con 60 segundos imprevistos de total desnudez, con lo cual es promocionado como una atracción santiaguina en los folletos de una compañía aérea.
Tanto en el ya tradicional "Haití" como en los audaces cafés de última generación para hombres y mujeres, las camareras y camareros perciben salarios en torno a los 200 dólares, que duplican con las propinas de los clientes.
Todos los propietarios reivindican la "seriedad" de sus locales y de su personal al margen de las vestimentas, para refutar las sospechas de puntos de enganche para prácticas de prostitución que recaen sobre cafés femeninos y masculinos. (FIN/IPS/ggr/dg/pr/97