Una épica propia de Shakespeare se desarrolla hoy en Pyongyang. La tragedia implica a un hijo y a su tío político. Tiene complots, fortunas que se vuelcan, denuncias dramáticas y una creciente ola de sangre.
“Ya no podíamos soportar tanta violencia”, dijo Baba Hamadou, de 27 años, poco después de descender de un avión chárter en el Aeropuerto Internacional de Duala, en el oeste de Camerún.
Cuando a Anoja Wijeyesekera, entonces funcionaria de Unicef, la destinaron en 1997 al Afganistán controlado por el Talibán, la carta con el nombramiento le llegó junto con un “manual de supervivencia” y una instrucción escalofriante: escriba su testamento antes de