Wayuus lloran por llegada de parque eólico a Guajira colombiana

Cabo de la Vela. Imagen: Gentileza de Transforma

BOGOTÁ – Al norte, en lo más norte de la Colombia continental, está el cabo de la Vela y ahí, entre el desierto de La Guajira y el mar Caribe, se encuentra Jepirra, un lugar sagrado para la comunidad indígena wayuu; para ellos, este es el sitio en el que descansan las almas de los difuntos, pero en los próximos años podría convertirse en Astrolabio, el parque eólico costa afuera de la empresa española BlueFloat Energy.

Para los wayuu, la muerte es parte de la vida y no se desvincula del territorio. Si Jepirra no existiera, sus almas estarían penando en lugares que no son propios, lugares ajenos; morirían y se quedarían en cualquier ciudad donde su corazón pare de latir, quedarían deambulando sin descanso.

Entonces, esta comunidad se debate entre el desarrollo nacional y vagar por la eternidad, pues con el aclamado potencial energético de La Guajira (donde se encuentra el cabo de la Vela), esta se convierte en una región bandera para la transición energética, de la que Colombia quiere ser líder internacional.

De acuerdo con la ‘Hoja de ruta para los Parques Eólicos costa afuera’, elaborada por la empresa londinense Renewables Consulting Group en asociación con el Banco Mundial y el gobierno británico, la costa Caribe del país cuenta con un potencial estimado de 109 gigavatios (GW) de energía eólica costa afuera, es decir, cuando el parque está en el mar, frente a la costa y no en tierra firme.

Incluso “al considerar varias limitaciones ambientales, sociales y de otro tipo, el análisis revela que hay áreas de exploración de desarrollo de aproximadamente 50 GW en potencial acumulado”, esto es tres veces la capacidad instalada de generación que tiene Colombia actualmente, que es de 17,5 GW.

En este promisorio horizonte para unos, existe un camino lleno de dudas para otros, que cuestionan el impacto de este tipo de infraestructuras en el encanto natural, espiritual, étnico, turístico y socioeconómico de territorios como el cabo de la Vela y cómo pueden verse afectados, por ejemplo, los apalaanchi (habitantes del litoral dedicados a la explotación de recursos costeros) y la comunidad indígena que, debido a la aridez del territorio, tradicionalmente ha derivado su sustento de palaa (la mar), la venta de artesanías y el turismo.

El antropólogo Weildler Guerra Cúrvelo, un conocedor de la cultura wayuu, muestra sus reparos sobre los proyectos de energía eólica offshore, o costa afuera, que se están montando en la Alta Guajira, especialmente con el parque Astrolabio. Guerra Cúrvelo deja saber que los lugares sagrados, que son ininteligibles para el wayuu, como Jepirra, deberían estar a salvo de esa clase de proyectos.

Y él va más allá, cuando en sus encuentros con los wayuu reafirma que los vientos no viven en lugares como los árboles, los seres humanos o los cerros.

Expresa el antropólogo que Jepirra es el mundo del otro, a donde van las almas, esa parte inmaterial que hay en los seres humanos y que emprende un camino por la vía láctea que llega al mar. Todo el cabo no es Jepirra, es un punto dentro de ese territorio.

Con él concuerda el palabrero Germán Barliza, para quien Jepirra nunca se puede localizar: “Ni los turistas, porque eso queda del otro lado del cerro, y debe ser en tiempo de bonanza para que ellos (los muertos) alcancen a llegar allá donde está Jepirroua (la mujer de donde viene el nombre Jepirra, según la leyenda) sentada, vuelta piedra. Allá está el alma de los difuntos también; está una cueva grande en donde llega el alma antes de morir, ahí se deja la cabeza en las paredes de piedra en la cueva del diablo; eso se contaba”.

 

El cabo de la Vela entre Jepirra y BlueFloat

Hoy, en el cabo de la Vela, la empresa BlueFloat Energy tiene a su cargo la puesta en marcha de uno de los dos megaparques eólicos costa afuera que proyecta construir: el parque Astrolabio, que contempla la instalación de 55 torres, con una potencia de 825 MW y una ocupación de área de 576 kilómetros cuadrados (m2).

De acuerdo con información en su sitio web, BlueFloat Energy es experta en desarrollo de energía eólica marina con presencia global. Se conoce que en el Caribe colombiano tiene proyectada la instalación de cinco parques eólicos costa afuera, en Atlántico, Magdalena y dos de ellos en La Guajira (Astrolabio, en el cabo de la Vela, y Barlomento, ubicado a 2,5 kilómetros de la costa al oeste del departamento).

De acuerdo con información suministrada por la subdirección de evaluación de licencias ambientales del Ministerio de Minas y Energía, la empresa BlueFloat Energy no ha radicado hasta el momento la solicitud de licencia ambiental ante la Agencia Nacional de Licencias Ambientales (Anla); solo ha realizado algunas consultas sobre términos de referencia.

Sin embargo, el director de Corpoguajira (autoridad ambiental del departamento), Samuel Lanao Robles, respondió que la entidad otorgó dos permisos de estudio de recursos naturales para el futuro aprovechamiento de energía eólica en el marco de los proyectos parques eólicos offshore Astrolabio y Barlovento.

En el caso de Astrolabio, la medida quedó amparada en la Resolución 2382 del 9 de noviembre de 2022, cuyo proyecto está ubicado en la zona marítima costa afuera, en el sector del cabo de la Vela, en el municipio de Uribia.

“Este permiso es solo para la medición del recurso natural viento, el cual se realizará mediante la instalación de la boya con sistema Lidar (Laser Imaging Detection and Ranging) de tipo Leosphere Offshore Windcube V2.1, no se incluye ningún otro permiso adicional. Fue otorgado por el término de dos años”, expresó el director de Corpoguajira.

En la resolución se indica que, para poder otorgar el permiso de medición del recurso natural, es necesario que la Dirección General Marítima y Portuaria (Dimar) otorgue también el permiso de ocupación del área marina en que se va a localizar el equipo. De igual manera, se deben tener en cuenta las restricciones ambientales y socioculturales de las áreas en las que se pretende realizar la medición del recurso.

Además, se refiere a las afectaciones sociales que podría generar el proyecto en cuestión e indica que antes de comenzar la instalación de la boya y los demás equipos de medición, la empresa debe socializar con los pescadores de la zona el propósito de la instalación de la misma, mostrarles cada uno de los equipos y para qué sirven, al igual que los demás aditamentos que la contienen.

Esto con el fin de despejar inquietudes de la comunidad y de tomar medidas que garanticen la no interferencia de la boya con las actividades pesqueras.

Para el desarrollo de este especial, se le envió un cuestionario a la empresa BlueFloat Energy sin que hasta el momento se haya obtenido respuesta alguna.

Preocupaciones: la pesca

La transición energética en esta región también podría ser una amenaza para la pesca artesanal que involucra a unos 300 pescadores o apalanchii, en su mayoría indígenas wayuu, los cuales están agrupados en tres asociaciones.

En la zona,  de acuerdo con la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunap), en respuesta al oficio radicado bajo el número S2022NC000354 por Astrolabio, se contemplan dos tipos de actividad pesquera: una relacionada con la pesca artesanal que opera generalmente desde el margen costero entre los 10 y 70 metros de profundidad, pescando especies que viven en las aguas medias y el fondo del mar, y otra de pesquerías especializadas de avanzada que se enfocan en el aprovechamiento de especies como las pargueras.

Aaron Laguna Ipuana, pescador y presidente de la Asociación de Pescadores de Pantuu del cabo de la Vela, teme ante la llegada de los parques, porque podrían producir afectaciones asociadas a la intervención del espacio marino en las áreas de pesca y en la cosmovisión wayuu.

“Ya no vamos a poder ir al fondo del mar porque van a estar los aerogeneradores en esa plataforma, donde se van a ver las afectaciones tanto espirituales como terrenales en el tema de pesca, en el tema migratorio de aves; eso va a ser de impacto”, dijo Laguna.

 

Laguna también indica que “donde van a poner los parques, va a ser pegadito de Jurijunao. Va a ser un corredor hasta Musichi, y abarca el bajo que hay frente de Arema, Carrizal, Auyama, Cardón. Esos bajos son comederos, hay cascajos, muchas especies, y es zona de pesca. Y aparte de eso, la afectación que va a tener aquí en el Cabo, en el tema de turismo, es que vamos a ver un paisaje de parques eólicos y no un atardecer con un sol bajando hacia el mar”.

Para elevar algunas de estas preocupaciones, como las que manifiesta Laguna Ipuana, la comunidad envió una carta al presidente Gustavo Petro el 3 de noviembre de 2022, en la que expresan que no están de acuerdo con ese tipo de proyecto en su territorio, y piden declarar como inconstitucional la hoja de ruta de las eólicas costa afuera y evitar su aplicación.

Además, solicitan a Corpoguajira y a la Dimar que se abstengan de entregar los permisos de medición de recurso eólico a la empresa BlueFloat para el parque eólico Astrolabio.

Es de señalar que la Resolución 2382 de 2022 de Corpoguajira, que otorga el permiso para la medición del viento, fue expedida por la autoridad ambiental seis días después de que los pescadores wayuu del cabo de la Vela le enviaran este oficio al presidente Gustavo Petro.

El turismo

El montaje de proyectos eólicos como Astrolabio también sería una barrera para el desarrollo del turismo en el cabo de la Vela.

Esa es la apreciación de turistas como Andrés Quiceno, de la ciudad de Manizales, para quien “a la hora de plantear estos proyectos es importante pensarlos muy bien, porque podrían afectar muy directamente el turismo; al menos en mi perspectiva como estudiante de ingeniería civil, no me parece que una turbina eólica sea un atractivo turístico, por el contrario, a mí me dicen que van a colocar una turbina acá y dañaría completamente el paisaje”.

De hecho, el documento ‘Hoja de ruta para los Parques Eólicos costa afuera’ señala la pertinencia de “contar con un concepto emitido por el Viceministerio de Turismo o la Secretaría de Turismo de los Distritos Especiales, en el que se establezca que las explotaciones o construcciones que se pretenden adelantar no interfieren con los programas de desarrollo turístico de la zona”,

Es un punto relevante si se tiene en cuenta que tres millones de turistas visitaron La Guajira en 2022, siendo el cabo de la Vela el destino más apetecido, según información suministrada por la oficina de Turismo Departamental.

Las sabias palabras del antropólogo Weildler Guerra evocan antiguas narraciones indígenas que describen amores entre vientos ambiguos y cerros tutelares, como aquella que habla del encuentro entre Jepirrachi, la mujer viento, y el cerro Kamaichi, situado en el cabo de la Vela. Cuando ambos se conocen, Kamaichi le pregunta si ella vive allí y Jepirrachi le aclara que no, pero que pasa continuamente, pues es su camino.

Mientras los proyectos avanzan, los sitios sagrados como Jepirra continuarán abrigando el alma de sus difuntos y las comunidades wayuu seguirán luchando para que cuando mueran no queden a la deriva. Es una lucha sobre todo porque se entienda esta dimensión espiritual y ancestral que caracteriza a su pueblo.

Como Aaron Laguna Ipuana, seguirán aferrados a los míticos relatos de sus abuelas sobre el paso de las almas en barcas con luces por el cabo de la Vela hasta llegar a Jepirra, para luego pasar hacia la inmensidad del mar. Y, mientras esperan respuestas a sus preguntas y demandas, continuarán con sus labores diarias de pesca y tejido, honrando su tradición.

Adela Epiayu es una artesana nativa del cabo de la Vela: “Yo soy de aquí, del Cabo de la Vela, mi abuela nació aquí también; soy artesana y ese parque eólico del que están hablando es de una empresa nueva acá. Nosotros no queremos poner eso, porque ¿a dónde vamos a mudarnos? Tengo un poquito de terreno y no se les puede dar, es un lugar para vivir nosotros”.

Este artículo se publicó originalmente en ClimateTracker.org

RV: EG

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