Mientras los partidos políticos de Argentina atraviesan su peor crisis de credibilidad, las organizaciones no gubernamentales ganan terreno, atrayendo a 3,5 millones de voluntarios como "nuevos militantes".
Sólo 13 por ciento de los jóvenes argentinos tiene un partido político con el que identificarse, pero 40 por ciento considera poseer una "gran sensibilidad social" para canalizar en una labor comunitaria, según una encuesta de la empresa Demoskopia.
Es así como comenzó a surgir un nuevo perfil de "militante" que, lejos de participar en partidos políticos o centros estudiantiles, visitan escuelas rurales, comunidades indígenas, reservas de fauna o geriátricos.
El repliegue del Estado de sus funciones tradicionales de asistencia, sumado al descrédito de los partidos y sus dirigentes, transformaron a las ONG en una alternativa de trabajo para muchos jóvenes, sin ataduras político-ideológicas.
La psicóloga Nilda Pérez, que encuesta a una decena de candidatos a voluntarios por día para la organización Red Solidaria, dijo a IPS que hay muchos jóvenes que no creen en la política y destinan su tiempo al trabajo social.
"Los incorporamos para ir a conversar con ancianos, jugar con ellos a los naipes o al ajedrez, o para trabajar con niños pobres. A muchos de ellos les gusta leerles cuentos, o tienen inquietudes en el terreno del medio ambiente", repasó Pérez.
En los últimos 20 años, creció enormemente el sector no gubernamental en Argentina y hoy existen unas 40.000 ONG con más de 300.000 personas remuneradas, además de los voluntarios. Unos y otros se capacitan para operar en estas nuevas estructuras.
Sebastián Lavesolo, de 19 años, es uno de los 50 miembros de Iniciativa, una organización que nuclea a adolescentes que participan de seminarios de formación de líderes para trabajo comunitario.
"No creo mucho en los partidos políticos y no estoy de acuerdo con muchas de las cosas que plantean", dijo a IPS Lavesolo. En cambio, en Iniciativa "somos simplemente nosotros, motivados por la acción social, sin partido ni religión".
Pero las ONG no sólo congregan a los más jóvenes sino también a mujeres y hombres de más de 35 años.
Pablo Bergel, dirigente ecologista, se reconoció como un militante partidario de los años 70 que ahora busca dar cauce a su vocación por producir un cambio social. "Los partidos son máquinas que se disputan espacios electorales", criticó.
La generación de Bergel sufrió el tremendo golpe de la dictadura militar (1976-83), que secuestró y torturó a miles de personas hoy desaparecidas.
Como consecuencia de la represión ilegal surgieron en Argentina una decena de ONG de derechos humanos formadas por familiares de las víctimas o sobrevivientes.
Muchos de estos activistas políticos devenidos en dirigentes de organizaciones de la sociedad civil, consideran que en las ONG es posible llevar a cabo acciones más concretas, transformaciones parciales pero posibles, y todo en un marco de libertad.
Juan Carr, fundador de la Red Solidaria, manifestó su atracción por este movimiento social "caótico y sin estructura", que está presente siempre donde un niño necesita un órgano o donde un comedor comunitario agoniza por falta de un refrigerador.
En este sentido, Pérez advirtió sobre el peligro de que estas organizaciones, que no nacieron para representar a la sociedad como los partidos, se burocraticen y expulsen a la gente común que se acerca a colaborar.
"Recibo a muchas personas de edad intermedia que trabajan como voluntarios desde hace muchos años, y ahora se encuentran presos de jerarquías, disputas por espacios de poder y entonces quieren volver a una organización de base", contó la psicóloga.
En los años 70, esta forma de participación apartidaria, en la que se unen codo a codo personas de distinta clase social, religión y opinión política, era rechazada por promover "la salida individual" o descalificada por "asistencialista".
Este fenómeno en crecimiento, algunos políticos lo atribuyen a la retirada del Estado de su papel como proveedor de servicios comunitarios en los últimos 15 años, y otros reconocen que hay un distanciamiento de los políticos respecto de la sociedad.
Para Carr, más allá de las polémicas por la competencia, el sector no gubernamental se vislumbra como el promotor de una enorme transformación para el próximo siglo.
"Se viene la revolución solidaria", pronosticó, y aseguró con entusiasmo que "la globalización futura no será sólo económica y financiera como ahora, sino que será también la mundialización de la solidaridad". (FIN/IPS/mv/ag/dv/99