Un hongo amenaza con más pobreza a campesinos salvadoreños

Ilsy Membreño separa los granos de café verdes de los rojos, parte de sus tareas de recolectora en la finca Montebelo en El Salvador. La caída de la producción debido a la roya le redujo el jornal a solo tres dólares diarios. Crédito: Edgardo Ayala/IPS.
Ilsy Membreño separa los granos de café verdes de los rojos, parte de sus tareas de recolectora en la finca Montebelo en El Salvador. La caída de la producción debido a la roya le redujo el jornal a solo tres dólares diarios. Crédito: Edgardo Ayala/IPS.

Sentada frente a un promontorio de cerezos de café que acaba de cortar, Ilsy Membreño separa con desesperanza los verdes de los maduros, lamentando la mala cosecha y el magro jornal que ganará en el día.

El hongo de la roya (Hemileia vastatrix) infectó la finca donde trabaja, al igual que contaminó el resto del país y de la región centroamericana.

“Hay menos café que cortar, y al final hay menos dinero para nosotros”, se lamentó Membreño, una de las 30 personas que laboran en la recolección en la finca Montebelo, en el cantón del mismo nombre, jurisdicción de El Congo, en el occidental departamento de Santa Ana.[pullquote]3[/pullquote]

El hongo ataca a las hojas del cafeto, las vuelve amarillas, las seca hasta botarlas y el fruto no logra madurar.

La caficultura genera unos 150.000 empleos directos y 500.000 indirectos, según el informe “El Cultivo del Café en El Salvador 2013”, elaborado por el gubernamental Consejo Salvadoreño del Café (CSC). Entre 1995 y 2012, el sector representó un 7,5 por ciento de las exportaciones totales del país.

El impacto directo del hongo amenaza con empobrecer aún más la zona rural, donde 36 por ciento de los hogares ya viven en pobreza, según la oficial “Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, 2013”.

Antes de que la finca se infectara, Membreño aseguró a IPS que lograba recolectar dos quintales (92 kilogramos) y cobrar unos cuatro dólares por cada uno, logrando unos ocho dólares al final del día durante los tres meses de la recolección.

“Pero ahora no logro cortar ni un quintal, apenas gano tres dólares”, acotó, con resignación.

La mayoría de los jornaleros contaron una situación similar a IPS cuando visitó el terreno de 116 manzanas, de propiedad privada.

El clima también se ensañó con sequías prolongadas en invierno y lluvias en verano.

“La lluvia ha botado el café, y perdemos tiempo en recogerlo”, aseguró Sonia Hernández, madre de tres niños y también jornalera en la finca, en diálogo con IPS.

Datos oficiales que el CSC publica en su página de Internet revelan que, en la cosecha 2013-2014, cuando el parásito golpeó con virulencia, la producción bajó de 1.7 millones de quintales, lograda en la cosecha previa, a solo 700.000 quintales.

En el periodo comparado, el pago de jornales bajó de 21,6 millones de dólares a 8,7 millones de dólares.

La cosecha 2014-2015 mejoró un poco y alcanzó los 925.000 quintales. La proyección del CSC para la próxima 2015-2016 es de 998.000 quintales, aún por debajo de los niveles previos al ataque de roya.

“Si no hay cosecha esta pobre gente no trabaja”, subrayó Manuel Morán, el organizador de las tareas o “mandador”, como tradicionalmente se le conoce en las fincas, al ser consultado por IPS.

El cantón Montebelo se ubica en la cordillera Apaneca-Lamatepec, y es propicia para el cultivo del grano, pero en la zona no hay producción de maíz ni de frijoles, base de la alimentación de los salvadoreños.

De modo que, sin tierra para cosecharlos ni dinero para comprarlos, la seguridad alimentaria de esta comunidad está en riesgo.

“No tenemos donde sembrar maíz o frijoles, nosotros nos mantenemos de aquí, de la finca”, narró Membreño.

Existen en el país aproximadamente 19.500 caficultores, de los cuales el 86 por ciento son pequeños agricultores con propiedades menores de 10 manzanas y representan 21 por ciento del total de la producción nacional, según el informe del CSC.

“Cuando no es época de corta, nos dedicamos a recoger leña, de eso nos mantenemos, porque no hay otra cosa aquí”, comentó la mujer, madre de un niño de ocho años. Su esposo se dedica también a las mismas actividades.

Presente en El Salvador desde finales de los años 70, el hongo de la roya irrumpió agresivamente en 2012, pero los estragos fueron evidentes en 2013, sin que el gobierno ni los caficultores estuvieran preparados.[related_articles]

“La enfermedad nos agarró con los pantalones abajo”, dijo a IPS el investigador del gubernamental Centro Nacional de Tecnología Agropecuaria y Forestal (Centa), Julio Grande.

En una parcela la finca Montebelo, el especialista estudia la biología del parásito, la epidemiología de la enfermedad y los fungicidas que mejor pueden enfrentarla.

Se apuesta a un tratamiento integral de la enfermedad, poniendo énfasis en la fertilización de la planta, en las podas y también en el uso de fungicidas, agregó.

La conjugación de esos tres elementos puede dar buenos resultados, acotó.

De hecho, se puedo verificar que en las zonas donde se aplicaron los fungicidas, los cafetos se mantienen relativamente sanos, fuera de peligro.

“Los fungicidas funcionan, pero si se descuidan los otros aspectos de la ecuación, el efecto es ilimitado”, añadió.

La renovación de los cafetales se presenta como una respuesta efectiva, porque entre más viejos están los cafetos, más susceptibles son de contagiarse por el hongo, añadió el investigador. Los cafetales del país se consideran viejos, con una vida de más de 30 años.

Además de asistencia técnica, fungicidas y otros insumos, el gobierno distribuyó entre 4.200 caficultores alrededor de ocho millones de plantas resistentes al hongo, para iniciar un proceso de renovación, indicó Adán Hernández, gerente de la división de café del Centa, en diálogo con IPS.

Los finqueros han sembrado por su cuenta otros ocho millones, añadió.

Pero una renovación a gran escala requeriría de una fuerte inversión gubernamental para adquirir de viveros privados las 300 millones de plantas necesarias para sembrar las 217.000 manzanas de cafetales del país, y de todos modos, no existe esa cantidad de semillas a disposición.

Mientras tanto, sentada frente a los cerezos de café, Ilsy Membreño solo tiene algo en mente: cómo sobrellevar la vida con tres dólares diarios.

Editado por Verónica Firme

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