Tailandesas también apuestan a la vida monástica

Ceremonia de bhukjinis (monjas) budistas. Crédito: Simba Shani Kamaria Russeau/IPS.

Las tailandesas estuvieron entre las primeras mujeres de Asia en obtener derecho al voto, en 1932. Sin embargo, en materia de religión, continúan luchando por la igualdad y la aceptación social.

Los cánticos inundan el aire justo antes del amanecer en el Monasterio Songdhammakalyani, en Najon Pathom, una ciudad ubicada a 56 kilómetros de Bangkok, en el centro del país.

A diferencia de los 33.903 templos budistas en los que se estima viven 250.000 monjes, este monasterio es el primero construido por y para mujeres. La abadesa Dhammananda Bhikjuni es la primera monja oficialmente ordenada del país, o “bhikjuni” en el linaje monástico Theravada.

Los orígenes del templo se remontan a casi cinco décadas, cuando la madre de Dhammananda, Voramai o Ta Tao Fa Tzu, se convirtió en la primera tailandesa plenamente ordenada en el linaje Mahayana en Taiwán, transformando la casa de su familia en un monasterio.

“Cuando mi madre se interesó por el budismo, se dio cuenta de que en tiempos de Buda había ordenamiento de mujeres. ¿Por qué eso nunca había ocurrido en nuestro país?”, dijo Dhammananda a IPS.

“En realidad fue Buda quien ordenó a su propia madrastra y a su tía, y todo el relato está en el Dharma (doctrina budista) para que usted lo lea”, agregó.

Las mujeres representan 51 por ciento de los casi 68 millones de habitantes de Tailandia.

En comparación con los países vecinos, las tailandesas han logrado grandes avances en los planos educativo y socioeconómico. Sin embargo, todavía ganan 74 por ciento menos que sus colegas hombres, y son minoría en los puestos empresariales y políticos de alto nivel. Y en cuanto a la religión, están ausentes.

“Muchas de las desigualdades en el salario y la falta de representación femenina en los altos puestos de nuestro parlamento se deben a estereotipos culturales que están profundamente arraigados”, dijo Yad Prapar, profesor adjunto de economía en la Universidad de Ramjamhaeng, en diálogo con IPS.

“En la cultura tailandesa, el búfalo es un animal estúpido que trabaja duramente. A la mujer se la consideraba como un búfalo, mientras el hombre sí era humano. Es por esto que el estatus de las mujeres en el budismo tailandés es muy inferior al de los hombres”, explicó.

La Constitución permite la ordenación de mujeres. Pero el Consejo de la Sangha, una entidad asesora en materia religiosa vinculada al gobierno, cita una ley de 1928 según la cual solo los hombres pueden dedicarse a la actividad monacal.

[related_articles]Activistas por los derechos femeninos y eruditos argumentan que reconocer legalmente a las “bhikjunis” no solo defiende los “cuatro pilares del budismo”, sino que también permite crear una comunidad monástica para mujeres de todas las condiciones sociales.

“Las mujeres se sienten más seguras permaneciendo en un templo que está principalmente dirigido por mujeres”, dijo Sutada Mekrungruengkul, conferencista de la Universidad Nación.

“Si tuviera una hija me sentiría más cómoda enviándola, durante los meses de verano en que no hay escuela, a ser parte de una ‘bhikjuni sangha’, donde podría ser una monja joven sin ser acosada”, continuó.

“También con las bhikjunis puedo debatir asuntos relativos a mi vida personal o al Dharma en privado. Mientras que con un monje, la gente me podría acusar de tener interés en él porque es apuesto o decir que quiero algo más que orientación. Así es como las mujeres fortalecen el budismo”, añadió.

Los cursos regulares de Dharma, que duran 12 semanas en el Monasterio Songdhammakalyani, llenan un gran vacío que dejaron las comunidades sangha dominadas por hombres, con un programa que apuesta a una interpretación feminista de los textos budistas.

“Pese a haber sido budista toda mi vida, no entendía el Dharma de Buda”, dijo a IPS la monja Dhammasiri, de 53 años, que se ordenó hace cuatro en Sri Lanka.

“No practicaba desde mi corazón porque nunca me habían explicado el significado de los cánticos, o los motivos por los que ingerimos o nos abstenemos de ciertos alimentos. Era budista apenas por mi certificado de nacimiento”, señaló.

“En Tailandia, los monjes solo enseñan desde su punto de vista. Me siento más empoderada después de convertirme en una ‘bhikjuni’, porque no solo aprendí autocontrol, sino que también abrí mis ojos al rol histórico que desempeñaron las mujeres en el budismo”, agregó.

Actualmente hay más de 30 bhikjunis y una cantidad desconocida de “samaneris” o novicias que viven en monasterios de toda Tailandia.

Para apoyar el movimiento de las bhikjunis a establecer una sangha femenina que prospere y tenga reconocimiento legal en este país, una coalición de la sociedad civil, eruditos y legisladores presentaron varias propuestas para enmendar las leyes tailandesas.

Su esperanza es que de aquí a cinco o 10 años el gobierno y el clero restablezcan el patrimonio que Buda les concedió a las mujeres.

“Las mujeres siempre contribuyeron con el budismo, porque en realidad son ellas quienes alimentan a los monjes. Vaya a cualquier templo en Tailandia y verá que 80 por ciento de las encargadas son mujeres, así que en realidad son los cimientos que mantienen al budismo en funcionamiento en este país”, dijo Dhammananda.

“Estamos sentando las bases para que más mujeres se dediquen a la vida monástica, a fin de que las futuras generaciones no tengan que luchar tan duramente”, añadió.

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