Soluciones naturales para el cambio climático en el Caribe

El Caribe, el cambio climático y el Acuerdo de París.
Esta barrera marina de 140 metros de longitud se encuentra en Pequeña Martinica, Granada, para proteger la infraestructura costera de la erosión que provoca el aumento del nivel del mar. Crédito: Tecla Fontenad/IPS

El mundo todavía celebra el Acuerdo de París, el principal resultado de la 21 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

La ambición del Acuerdo de París no tiene precedentes. Gobernantes de todo el mundo se comprometieron a limitar el aumento de la temperatura a «muy por debajo de los dos grados Celsius por encima de los niveles preindustriales» y a proseguir los esfuerzos para «limitar el incremento… a 1,5 grados”.[pullquote]3[/pullquote]

Este logro debe celebrarse, sobre todo por los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID), un grupo de 41 países – casi la mitad de ellos en el Caribe – que defienden metas más ambiciosas en materia de cambio climático desde hace casi un cuarto de siglo.

Los PEID son aun más vulnerables a las consecuencias del cambio climático. El calentamiento global tiene elevados daños y costos para las familias, las comunidades y países enteros, incluido el Producto Interno Bruto (PIB), según advierte el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.

¿Qué significa esto para el Caribe? Al cambio climático se lo reconoce como uno de los desafíos más graves para la región. Como es posible que exacerbe la frecuencia y la intensidad de la temporada anual de huracanes, se necesitan medidas integrales para proteger a las comunidades en situación de riesgo.

Por otra parte, el escenario de contención moderada de las emisiones de gases de efecto invernadero revela que la temperatura de la superficie aumentaría este siglo entre 1,2 y 2,3 grados en el Caribe. A su vez, se espera que las lluvias se reduzcan entre cinco y seis por ciento, lo cual la convertiría en la única región insular del mundo con disminución de la disponibilidad de agua en el futuro.

El impacto combinado de temperaturas más altas y menos agua probablemente provoque períodos secos más extensos y una mayor frecuencia de sequías, lo que amenaza a la agricultura, los medios de vida, el saneamiento y los ecosistemas.

Tal vez el mayor peligro sea el aumento del nivel del mar, que en la región podría subir hasta 60 centímetros para finales de siglo, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.

Eso podría inundar las zonas bajas, con la consiguiente amenaza para las islas más pequeñas, la población, la infraestructura en las zonas costeras y el turismo, un sector esencial de las economías del Caribe. Cerca de 60 por ciento de los centros hoteleros se encuentran sobre el litoral.

Con el aumento del nivel del mar también se corre el riesgo de que el agua salina penetre en los acuíferos de agua dulce, lo cual afectaría un recurso clave para la agricultura, el turismo y el consumo humano, a menos que se apliquen tratamientos costosos.

Ante este panorama, la adaptación al cambio climático es una necesidad urgente de los PEID. Por eso no es de extrañar que todos los países del Caribe hayan presentado una sección sobre la adaptación dentro de sus Contribuciones Previstas y Determinadas a nivel Nacional  (INDC, en inglés), que son los compromisos voluntarios que allanan el camino para la aplicación del Acuerdo de París.

En sus INDC, los países caribeños recalcan la conservación de los recursos hídricos y la protección de las zonas costeras como sus principales preocupaciones. La mayoría también considera iniciativas de adaptación en los sectores económicos y productivos, principalmente en la agricultura, la pesca, el turismo y la silvicultura.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) apoya a los países del Caribe en sus esfuerzos de adaptación desde hace muchos años, mediante proyectos ambientales, relacionados con la energía y reducción de los riesgos, entre otros.

Esta semana hemos lanzado una nueva asociación con el gobierno japonés, la Asociación Japón-Caribe por el Cambio Climático, por valor de 15 millones de dólares y de conformidad con el Acuerdo de París.

La iniciativa se llevará a cabo en ocho países – Belice, Dominica, Granada, Guyana, Jamaica, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas y Suriname – y beneficiará a unas 200.000 personas de 50 comunidades.

La Asociación fijará una trayectoria de mitigación y adaptación al cambio climático, de conformidad con las estrategias a largo plazo de los países, y ayudará a poner en práctica las medidas y políticas caribeñas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

También impulsará el acceso a la energía sostenible, ayudará a reducir las importaciones y la dependencia de los combustibles fósiles y pondrá a la región en un camino de desarrollo con bajas emisiones, a la vez que abordará serias limitaciones de la balanza de pagos.

Cuando se consideran las medidas de adaptación a los diferentes impactos del cambio climático existen múltiples opciones. Algunas dependen de la infraestructura, como los diques para controlar el aumento del nivel del mar, pero eso puede ser muy caro para los PEID, donde la proporción del área costera con respecto a la masa terrestre es muy alta.[related_articles]

En este contexto, las actividades de adaptación basadas ​​en los ecosistemas son mucho más rentables, y en países con diversas prioridades de desarrollo y donde los recursos financieros son limitados se convierten en una alternativa atractiva.

Esto implica ecosistemas sanos, que funcionan bien para aumentar la resistencia natural a los efectos adversos del cambio climático y reducir las vulnerabilidades de la población también.

El PNUD, en colaboración con los gobiernos nacionales y locales del Caribe, ha apoyado la adaptación basada en los ecosistemas y la reducción de riesgos con resultados muy gratificantes.

Por ejemplo, el gobierno de Cuba se asoció con el PNUD, institutos científicos y empresas forestales para restaurar los bosques de manglares a lo largo de 84 kilómetros de la costa austral del país, frenar la intrusión salina producto del aumento del nivel del mar y reducir el riesgo de desastres, ya que los manglares actúan como barrera protectora contra los huracanes.

En Granada, en coordinación con el gobierno y la Agencia de Cooperación Internacional de Alemania, apoyamos la creación de un Fondo Comunitario de Adaptación al Cambio Climático, un mecanismo de pequeñas subvenciones, para ofrecer oportunidades a las comunidades para que lidien con los efectos del cambio climático y las condiciones climáticas extremas.

Nos hemos comprometido con los actores locales para desarrollar proyectos agrícolas que sean climáticamente inteligentes y pesquerías resilientes al clima, entre otras actividades en los sectores del turismo y los recursos hídricos.

El apoyo del PNUD se dirige a equilibrar el desarrollo socioeconómico con la protección ambiental, beneficiando directamente a las comunidades.

Nuestro enfoque está necesariamente alineado con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, de reciente aprobación, con el fin de proteger los ecosistemas y los recursos naturales, promover la seguridad alimentaria y el saneamiento, y a la vez ayudar a reducir la pobreza y fomentar el crecimiento económico sostenible.

Si bien existe un potencial significativo para la adaptación al cambio climático en los PEID, se requerirán recursos adicionales externos, así como tecnologías y el fortalecimiento de las capacidades locales.

En el PNUD estamos en una posición ideal para continuar el trabajo en compañía de los países del Caribe a medida que implementen sus INDC y encuentren sus propias soluciones de adaptación al cambio climático, y para compartir conocimientos y experiencias dentro de la región y más allá.

Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad de la autora y no representan necesariamente las de IPS – Inter Press Service, ni pueden atribuírsele.

Traducción de Álvaro Queiruga

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