Región amazónica debe reinventarse al concluir obra de Belo Monte

Un barco turístico atracado a la orilla del río Xingú en Altamira, en el estado brasileño de Pará. La falta de embarcaderos y otros muchos servicios deberá corregirse para que el turismo represente una alternativa para contrarrestar el impacto económico y de empleo de la finalización de la megaconstrucción de la central hidroeléctrica de Belo Monte. Crédito: Mario Osava/IPS
Un barco turístico atracado a la orilla del río Xingú en Altamira, en el estado brasileño de Pará. La falta de embarcaderos y otros muchos servicios deberá corregirse para que el turismo represente una alternativa para contrarrestar el impacto económico y de empleo de la finalización de la megaconstrucción de la central hidroeléctrica de Belo Monte. Crédito: Mario Osava/IPS

El aprovechamiento sostenible de su biodiversidad aparece para algunos como la mejor alternativa de desarrollo en el entorno de la gran central hidroeléctrica de Belo Monte, ahora que la construcción está en su etapa final en el río Xingú, en la Amazonia brasileña.

“La riqueza forestal y el conocimiento tradicional constituyen el futuro de la región, si se apoyan con nuevas formas de financiación y desarrollo tecnológico”, sostuvo Marcelo Salazar, coordinador local del no gubernamental Instituto Socioambiental (ISA).

“La cobertura forestal aún está presente en 90 por ciento de esa área, que ofrece alimentos, caucho, productos medicinales y cosméticos, además de potencialidades turísticas, con los conocimientos de 11 etnias indígenas y muchos trabajadores extractivos”, arguyó en diálogo con IPS.

La central se completará en 2019, pero ya tiene 80 por ciento de sus estructuras construidas y estarán finalizadas en 2016. Durarán cuatro años más los trabajos de ensamblaje electromecánico de los gigantescos equipos de generación eléctrica, que requieren poco personal.

Eso significará el despido de decenas de miles de trabajadores y devolverá a la depresión económica algunos de los 11 municipios bajo influencia de Belo Monte, especialmente Altamira, capital del área en torno al río Xingú y a la carretera Transamazónica.

Altamira ya vivió algo similar con el masivo cierre de aserraderos cuando en 2005 comenzó una campaña contra la tala ilegal, dejando unos 5.000 desempleados. El efecto económico fue dramático para esta ciudad de unos 80.000 habitantes.

La localidad aún arrastraba esa crisis cuando en 2011 comenzó la construcción de la central, con capacidad para generar 11.000 megavatios, empleando paulatinamente a miles de trabajadores, la mayoría venidos de otras partes del país.

Ahora se apresta a sufrir un impacto más fuerte, porque además del desempleo  relacionado a las obras, quebrarán muchos negocios abiertos o ampliados durante el auge de la megaconstrucción.

“Muchos esperaban enriquecerse y no ocurrió. Cerca de 20 por ciento de las empresas irán a la quiebra, especialmente las que se endeudaron, como hoteles y restaurantes instalados a costa de préstamos”, destacó Vilmar Soares, dueño de una compañía gráfica y fundador de Fort Xingú, un movimiento de empresarios locales en apoyo a Belo Monte.

“Cerca de 4.000 personas foráneas que trabajan en Belo Monte residen en Altamira, eso elevó los alquileres y estimuló la construcción, pero quienes construyeron inmuebles con créditos también perderán”, acotó.

Marcelo Salazar  muestra algunos productos forestales en la oficina del Instituto Socioambiental de Altamira, en el amazónico estado de Pará, en Brasil. El aprovechamiento sostenible de la riqueza forestal y del conocimiento tradicional son a juicio del especialista las claves para asegurar el desarrollo del área. Crédito: Mario Osava/IPS

Marcelo Salazar muestra algunos productos forestales en la oficina del Instituto Socioambiental de Altamira, en el amazónico estado de Pará, en Brasil. El aprovechamiento sostenible de la riqueza forestal y del conocimiento tradicional son a juicio del especialista las claves para asegurar el desarrollo del área.
Crédito: Mario Osava/IPS

El precio de alquileres ya está bajando y caerá mucho más, vaticinó. Eso porque los que seguirán trabajando en la operación y mantenimiento de la central tendrán un barrio en la propia Belo Monte, localidad de la principal planta generadora, a 55 kilómetros de Altamira.

Empresario gráfico en la ciudad desde hace 33 años, Soares, un inmigrante de Goiania, 1.900 kilómetros al sur de Altamira, evitó pedidos de Norte Energía, el consorcio que tiene la concesión de la central por 35 años. Sus licitaciones representaban buenos negocios, pero temporales y generadores de una dependencia sin futuro, explicó.

“La depresión acá, sin embargo, será más suave que en otros casos de hidroeléctricas, porque hubo alguna planificación y debates para que la empresa destinara recursos a sectores definidos, como salud, educación, saneamiento y proyectos de desarrollo”, matizó.

No piensa así la Iglesia Católica local, contraria a la central. “El futuro es de desempleo creciente, la violencia aumentó y aumentará más, con 3,5 muertes cada semana, muchos heridos de bala o cuchillo en el hospital y caos en el tránsito”, evaluó  para IPS el vicario de la Parroquia de la Catedral de Altamira, Vandeir Alves.

“Los sueños de bonanza se convirtieron en pesadilla” para muchos que esperaban una prosperidad traída por la hidroeléctrica, la compensaciones anunciadas no se cumplieron y se violaron derechos de indígenas y poblaciones afectadas, añade el Foro de Defensa de Altamira (FDA), que aglutina 60 entidades como el ISA, sindicatos y asociaciones.

“Es turbulencia pre-LO”, opinó José de Anchieta dos Santos, director socioambiental de  Norte Energía, en referencia a la Licencia de Operación, tras concluir la evaluación de la autoridad ambiental, de rango nacional, que dará por cumplidas las exigencias impuestas al proyecto y autorizará la formación del embalse para generación energética.

“Cuando se emita la LO, se acaba la confusión”, confió a IPS.

La empresa espera obtener esa licencia en los próximos meses, pero sería ilegal según el FDA que considera incumplidas algunas medidas “condicionantes” exigidas en las licencias anteriores, como el saneamiento básico de la ciudad, reurbanización de sus partes inundables y reasentamiento de familias desplazadas.

El desorden urbano, algunas calles con aguas servidas a cielo abierto y los puentes todavía en construcción sobre los “igarapés” (brazos del río) parecen dar razón a los críticos. Pero Norte Energía refuta que todo estará concluido pronto.

El modesto Hotel Copacabana, en un suburbio de la ciudad de Altamira, la mayor en el entorno de la central hidroeléctrica Belo Monte, en la Amazonia brasileña. Ahora, el hospedaje tiene permanentemente colocado el cartel de “tenemos vacantes”, al contrario de lo que sucedió durante el auge de la construcción. Crédito: Mario Osava/IPS
El modesto Hotel Copacabana, en un suburbio de la ciudad de Altamira, la mayor en el entorno de la central hidroeléctrica Belo Monte, en la Amazonia brasileña. Ahora, el hospedaje tiene permanentemente colocado el cartel de “tenemos vacantes”, al contrario de lo que sucedió durante el auge de la construcción. Crédito: Mario Osava/IPS

“Se necesita tiempo, en cinco años Altamira será otra ciudad”, transformada por las obras de saneamiento, escuelas, hospitales y centros de salud construidos o reformados, un parque y playas a la orilla del río, subrayó Anchieta.

En el futuro Altamira será un polo de servicios de salud, reforzado por la Escuela de Medicina ya aprobada, y podrá desarrollar el turismo ecológico favorecido por el río y la selva cercana, pronosticó.

Avances en otro municipio

Vitoria do Xingu, un vecino municipio de unos 17.000 habitantes, se adelantó. Concluyó el saneamiento, ordenó la ciudad y está creando su secretaría y rutas de turismo aprovechando que en su territorio queda la planta principal de Belo Monte, una atracción como obra gigante de ingeniería, capaz de generar 11.000 megavatios.[related_articles]

En la carretera de 40 kilómetros entre Vitoria y la represa ya hay dos hoteles rurales y en un cerro se construirá un mirador que permitirá observar todo el Bajo Xingú, incluyendo la central, destacó a IPS el ingeniero municipal José Odinaldo Caldas.

Cascadas que no serán afectadas por la represa, rápidos para deportes náuticos, cuevas y sendas forestales para avistamiento de fauna son otros proyectos a explorar, añadió Joel Yamanaca, secretario municipal de Planificación.

Además se desarrollará la ganadería con industria láctea, la avicultura, piscicultura, horticultura y la producción de harina de mandioca con hartos estímulos oficial. “Desempleo solo afectará mano de obra no calificada”, aseguró.

Pero Altamira, con una población ocho veces más numerosa, siempre tendrá más hoteles, restaurantes y comercio, admitió.

Renato Filipine, de 44 años, se autodefine como “un tremendo emprendedor” por ampliar esos servicios. Con solo cuatro años en Altamira ya posee dos hoteles y un restaurante con 17 mesas. Está por establecer dos restaurantes más, uno cerca de Belo Monte donde olfatea un gran mercado futuro.

No teme la depresión económica, aunque uno de sus hoteles, el modesto Copacabana, que acoge obreros y sus mujeres los fines de semana, está condenado con el fin de la construcción. “Altamira sigue siendo el mejor lugar de Brasil, solo tenemos que adecuarnos a los cambios”, es su consigna.

Para Salazar, del ISA, la prioridad es la producción extractiva, como se define en Brasil el manejo sostenible y delimitado de bosques y selvas, porque en eso la región es competitiva y no en agricultura o menos aún en ganadería, arguyó.

Y se puede mejorar con “leyes adecuadas, tecnologías apropiadas, gestión de las cadenas empresariales y mejor logística fluvial”, apuntó.

Algunas empresas, como Natura Cosméticos y la panificadora Vickbold, ya compran materias primas y castañas de los bosques locales. Aunando extracción forestal, agricultura familiar e industrialización, Altamira pude ser uno de los varios polos de economía de la biodiversidad amazónica, concluyó.

Editado por Estrella Gutiérrez

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