El nacimiento de un dictador en Camboya

La policía formada en frente de la Corte Suprema de Camboya, en Phnom Penh, en 2017. Crédito: Pascal Laureyn/IPS.
La policía formada en frente de la Corte Suprema de Camboya, en Phnom Penh, en 2017. Crédito: Pascal Laureyn/IPS.

En el marco de la persecución que lleva adelante el gobierno de Camboya contra la oposición desde hace meses, dirigentes políticos, periodistas y activistas sufren una gran presión, al punto que su trabajo se ha vuelto imposible.

Lo peor ocurrió el jueves 16 de este mes, cuando la Corte Suprema disolvió al Partido de Rescate Nacional de Camboya (CNRP), antes de las elecciones previstas para 2018, la única agrupación con posibilidades de competir contra el Partido Popular de Camboya (CPP), en el gobierno desde hace más de tres décadas.

De hecho, Hun Sen es el primer ministro que más tiempo ha pasado en funciones en el mundo.[pullquote]3[/pullquote]

La disolución oficial del CNRP fue solo una formalidad. El presidente de la Corte Suprema también es miembro destacado del CPP y aliado de larga data de Hun Sen.

En Camboya, la justicia es auxiliar al gobierno, y el primer ministro mueve los hilos con firmeza, y ahora más que nunca.

El gobierno tiene un temor casi paranoico de las protestas e hizo una barricada alrededor de la Corte Suprema, que la dejó aislada del público.

En las provincias alejadas, se instalaron controles callejeros para frenar a los manifestantes. Algunos integrantes de la oposición estuvieron en detención domiciliaria de forma temporal, pero todo resultó ser innecesario. Nadie se atrevió a protestar.

“Fácilmente podría seguir otros 10 años”, confesó Hun Sen, de 65 años, el jueves en declaraciones a la prensa, reconociendo que no considera a las elecciones como una consulta popular, sino como una forma de dar a su régimen dictatorial una lavada de cara de legitimidad.

El CNRP fue el último obstáculo democrático para controlar los recursos del país, que necesita para comprar el apoyo de la élite.

Miedo a las represalias

Desde que el gobierno lanzó la represión, pocos camboyanos se atrevieron a hablar públicamente, y más tras el asesinato de Kem Ley, un periodista popular y crítico. Hasta ese momento, la ciudadanía creía que su país, lentamente, se volvería democrático. Pero esa esperanza se enterró junto con Kem Ley en Takeo, su pueblo natal.

Su mamá recorta hierbas en la tumba de su hijo. Phauk Se hace lo mismo desde su muerte en julio de 2016. Cerca de su entierro hay fotografías tomadas momentos después del asesinato.

Kem Ley yace entre mesas y sillas, con un charco de sangre bajo su cabeza. Lo asesinaron mientras tomaba el café de la mañana en una estación dispensadora de combustible en Phnom Penh.

La mujer de 80 años recibe a los invitados todos los días con sopa y una conversación amable. La tumba de su hijo se volvió un sitio de peregrinación y el matador está tras las rejas. Pero Phauk aclara con timidez: “Ese no es el verdadero asesino. Si el gobierno realmente quisiera, hubiera encontrado al verdadero culpable”, añadió.

En la fotografía Phauk Se, de 80 años, cuyo hijo, el popular periodista Kem Ley, crítico del gobierno, fue asesinado en julio de 2016. Crédito: Pascal Laureyn/IPS.
En la fotografía Phauk Se, de 80 años, cuyo hijo, el popular periodista Kem Ley, crítico del gobierno, fue asesinado en julio de 2016. Crédito: Pascal Laureyn/IPS.

“¿Quién tiene el verdadero poder? Un solo partido podría organizar ese asesinato”, aseguró Kem Rithisith, hermano de Kem Ley, sin nombrar a la agrupación. “Hubo otro dedo en el gatillo, y todo el mundo sabe de quién es”, aseguró.

Mientras, Mao Much Nech, vendedor de joyas en un mercado popular de Takeo, no quiso decir a qué partido votará.

“Es un asunto sensible. Pero el gobierno perdió su dignidad y el crédito con ese asesinato. Es hora de despertarse y contraatacar”, opinó.

“Los ricos se hacen más ricos, y los pobres más pobres”, dijo una mujer en su puesto de coloridos vestidos. “Queremos un cambio”, reclamó. La mayoría de los vendedores del mercado usan la misma palabra para expresar su desilusión.

Sangre en las calles

El CPP sabe que no puede sobrevivir otra prueba de popularidad. El CNRP casi gana las elecciones en 2013. Y mejoró más en los comicios locales de junio de este año. Es evidente que las elecciones de julio de 2018 preocupan al partido de gobierno.

Para evitar una derrota, comenzó a arremeter contra la oposición. El CNRP está ahora disuelto, su presidente, Kem Shokha, en prisión, y la mitad de sus 55 miembros del parlamento exiliados.

“La disolución del CNRP es un gran error de cálculo de Hun Sen”, aseguró

Mu Sochua, una de ellos, desde una cocina en Marruecos, a donde huyó cuando le avisaron de su inminente detención.

“Hasta ahora, el CNRP había canalizado eso de forma pacífica. Pero pronto la gente expresará su malestar en las calles”, opinó la vicepresidenta del partido.

“Se necesita solo una chispa para encender una protesta violenta, como en Túnez y la Primavera Árabe”, indicó, mientras prendía la cocina de gas.

“Le tengo mucho miedo a la violencia. Hun Sen hará cualquier cosa por seguir en el poder. Si la gente se atreviera a protestar, los tanques estarían esperándolos. La sangre en las calles no sería una victoria para la democracia. Es un retorno a tiempos oscuros. Queremos que la gente mantenga la esperanza”, remarcó.

La exiliada Mu Sochua ahora viaja por el mundo buscando apoyo para el movimiento democrático en Camboya.[related_articles]

Sanciones por favor

La sede del CNRP está tranquila, casi vacía. Algunos guardias miran una telenovela coreana. El legislador Kimsour Phirith podría ir preso en cualquier momento, pero siguen sonriendo: “No tengo miedo. No hice nada mal. El CPP tiene miedo de perder el poder”, acotó.

“Somos testigos de la muerte de la democracia en Camboya”, aseguró Kimsour. “Hun Sen muestra su verdadero rostro. Ahora es un dictador. Contamos con Occidente. Solo las sanciones económicas nos ayudarán”, opinó.

La economía camboyana depende mucho del turismo y la industria textil. Si las fábricas dejan de producir, 700.000 trabajadores perderán su empleo, y el primer ministro tendría una crisis enorme.

El gobierno podría pensar que Beijing saldría al rescate.

China ha demostrado en los últimos años que tiene voluntad y dinero para apoyar a Phnom Penh. “Pero no es una garantía”, precisó Ou Chanrath, quien dejó de ser legislador el jueves.

“Los chinos todavía dependen de Occidente. Las fábricas textiles son chinas, pero las exportaciones van hacia Occidente. Si se aprueban sanciones contra Camboya, harán sus maletas”, aseguró.

“La comunidad internacional no puede quedarse de brazos cruzados, debe enviar una fuerte señal sobre que estas medidas son inaceptables”, opinó James Gomez, director de Amnistía Internacional para Asia sudoriental y el Pacífico.

Por su parte, la Unión Europea emitió una dura declaración, que recuerda la relación entre los derechos humanos y el ingreso al esquema arancelario reducido o nulo. El gobierno de Estados Unidos decidió cortar la financiación al NEC, la comisión electoral, en caso de que todavía decida organizar los comicios de 2018.

El primer ministro trató de calmar a la ciudadanía el jueves 17 de noche. Sin un ápice de ironía, Hun Sen declaró que el gobierno todavía está profundamente comprometido con la democracia.

El portavoz de la oposición, Yim Sovann, reaccionó diciendo: “Nunca podrán eliminar al CNRP del corazón de la gente”.

Traducido por Verónica Firme

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