Millones de somalíes y keniatas en trance de morir de hambre

Mientras intenta afrontar la llegada de más de 1.300 refugiados por día que huyen de la sequía en Somalia, Kenia soporta su propia crisis de hambre y desnutrición.

Un niña keniata en un campamento improvisado, donde muchos necesitan asistencia alimentaria. Crédito: Miriam Gathigah/IPS
Un niña keniata en un campamento improvisado, donde muchos necesitan asistencia alimentaria. Crédito: Miriam Gathigah/IPS
Para escapar de la sequía que padece su país, cada somalí debe recorrer 80 kilómetros de desierto arenoso entre la frontera y el campamento de Dadaab, en el norte de Kenia, soportando un calor de 50 grados. La travesía insume nueve días.

El viaje a Dadaab es traicionero, y se vuelve aún más peligroso cuando cruza territorios caóticos con bandoleros armados e incluso policías que acosan a los refugiados.

Y cuando aquellos que sobreviven al viaje finalmente llegan a Dadaab, se dan cuenta de que el campamento dista de ser el refugio que esperaban.

Se estima que en toda Kenia hay cinco millones de personas que padecen hambre severa a causa de la sequía, según Abbas Gullet, secretario general de la Cruz Roja keniata.
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En el norte del país, la comunidad de Turkana está tan desnutrida como los refugiados en Dadaab.

Datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) señalan que, de las alrededor de 850.000 personas que viven en Turkana, más de 385.000 niños y 90.000 mujeres embarazadas y en periodo de lactancia padecen una desnutrición aguda.

Esto aumentó a 78 por ciento la proporción de nuevas admisiones de niños desnutridos.

"Ésta es una situación muy seria. En toda la región (Cuerno de África) hay más de 10 millones de personas afectadas. De esta cifra, dos millones de niños están severamente afectados, la mitad de ellos sufre una desnutrición aguda, y (muchos están) al borde de la muerte", dijo el director ejecutivo de Unicef, Anthony Lake.

Esto ocurre menos de dos meses después de que el presidente de Kenia, Mwai Kibaki, declaró a la sequía como desastre nacional, ya que las vidas de los habitantes de Moyale, Turkana, Wajir, Marsabit y Mandera penden de un hilo por la falta de alimentos y agua.

"En mi visita a Turkana, una de las regiones azotadas por la sequía, vi a una madre humedecer los frutos de palmera en polvo en su boca antes de colocarlos en la boca de su bebé por la falta de agua… Esto es una crisis", dijo Lake en una conferencia de prensa realizada el domingo en Nairobi.

El Ministerio de Programas Especiales y la Cruz Roja de Kenia brindan asistencia alimentaria a los más afectados por la sequía, pero con la llegada de una gran cantidad de refugiados, la población local dice que ahora esa ayuda se destina a Dadaab.

"Estos son tiempos difíciles tanto para los refugiados como para las comunidades anfitrionas, que enfrentan penurias similares, y las cosas empeorarán porque sigue sin llover", explicó Fatima Billow, trabajadora social en la norteña localidad de Mandera, cerca de Dadaab.

Los solicitantes de asilo que en el camino a Dadaab sucumben al calor y a la falta de agua son enterrados a corta distancia del campamento, en un cementerio improvisado. El lugar sirve como recordatorio para los vivos de que, a menos que la situación mejore, también ellos pueden morir pronto.

"Dadaab se construyó para un máximo de 90.000 refugiados, (pero) ahora hay 423.000, con 50.000 más construyendo campamentos improvisados alrededor del complejo de refugiados", explicó una fuente de la Cruz Roja de Kenia.

El campamento se declaró lleno en 2008.

Pero eso no es todo. "Hay más refugiados en camino. Ya estamos a tope, pero las cifras siguen creciendo. Esta situación es una emergencia humanitaria", dijo la enfermera Nenna Arnold, de Médicos Sin Fronteras.

Como cada vez hay más personas atestando los tres campamentos que integran el complejo de Dadaab, la disponibilidad de servicios esenciales como agua, alimentos y saneamiento básico se vuelve inadecuada para abastecerlas.

Tras una gira por las zonas de Kenia devastadas por la sequía, el secretario británico de Estado para el Desarrollo Internacional, Andrew Mitchell, dijo que millones de personas corren el riesgo de morir mientras el Cuerno de África enfrenta la crisis humanitaria más severa del mundo.

Unicef confirmó que uno de cada tres somalíes atraviesa una catástrofe humanitaria. Los somalíes soportaron una crisis sociopolítica durante unos 20 años, lo que hizo aumentar la pobreza, la inseguridad alimentaria y la inestabilidad.

La situación en Somalia se propagó a los países vecinos, particularmente Kenia y Etiopía, donde también hay millones de personas que requieren alimentos y agua con urgencia.

Esto generó animosidad en las comunidades anfitrionas, que sienten que los refugiados compiten con ellas por la escasa ayuda alimentaria.

"Ahora la comunidad anfitriona expresa frustración por lo que ve como negligencia, mientras el gobierno y las agencias de asistencia se apresuran a ir al rescate de los refugiados", explicó Lake.

"Los lugareños nos preguntamos por qué se presta tanta atención a los refugiados mientras que nuestra gente en Turkana, Wajir, Mandera, Marsabit y otras regiones sufren el mismo destino", dijo Mohammad Abdi, comerciante de ganado al que la sequía causó serias pérdidas.

"Comprendemos que los refugiados necesitan ayuda. Pero a nosotros no nos va mejor. Nos sentimos muy desatendidos. ¿Quién alimenta a las visitas que llegan a su casa mientras sus propios hijos se mueren de hambre?", preguntó Abdi.

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