Más igualdad económica trae más polarización política en Brasil

Obras del Complejo industrial de Puerto de Suape, en el estado de Pernambuco, en el nordeste de Brasil. Allí operarán unas 200 empresas de variados sectores. Crédito: Mario Osava/IPS
Obras del Complejo industrial de Puerto de Suape, en el estado de Pernambuco, en el nordeste de Brasil. Allí operarán unas 200 empresas de variados sectores. Crédito: Mario Osava/IPS

“Si fuera hoy me quedaría allá, no vendría a buscar trabajo acá”, aseguró Josefa Gomes, quien hace 30 años migró de Serra Redonda, pequeña localidad del Nordeste brasileño, a esta ciudad de Rio de Janeiro, a 2.400 kilómetros de distancia.

Lo concluye tras comprobar los cambios en su pequeña ciudad natal, de 7.000 habitantes, durante sus visitas a familiares en los últimos años. “Todo cambió, la gente ahora tiene luz, hay trabajo en fábricas de harina y de zapatos o en cooperativas agrícolas”, destacó a IPS.

Además, las carreteras asfaltadas y los autobuses frecuentes permiten ir en 40 minutos a Campina Grande, una ciudad cercana de 400.000 habitantes. “Antes se tardaba más de una hora”, recordó.[pullquote]3[/pullquote]

La economía del Nordeste, la región más pobre de Brasil, crece desde la década pasada a un ritmo muy superior al promedio nacional, que es de casi estancamiento desde 2012, por la falta de impulso del motor tradicional brasileño: el sur.

El estado de São Paulo está en recesión y en 2011 su producto industrial significó 31,3 por ciento del total nacional, frente a 38 por ciento 10 años antes, según un estudio de la Confederación Nacional de la Industria, difundido el 6 de octubre.

Los 7,7 puntos porcentuales perdidos se distribuyeron por otros estados, incluidos los nueve del Nordeste.

Esta tendencia se agravó desde el año pasado por una crisis industrial cuyo epicentro está en São Paulo. La producción industrial de Brasil cayó 2,9 por ciento en los nueve primeros meses de este año, en comparación con igual período de 2013.

La descentralización industrial se une a otros factores para reducir las desigualdades económicas entre las regiones brasileñas, en perjuicio de los centros tradicionales de la industrialización de esta potencia latinoamericana de 200 millones de personas.

La dicotomía en la geografía económica alimentó el opuesto comportamiento de los votantes en las elecciones presidenciales. Dilma Rousseff fue reelegida con 71,7 por ciento de los votos válidos del Nordeste, en la segunda vuelta del 26 de octubre.

Pero una amplia mayoría opositora en São Paulo amenazó su triunfo, al votar en 64,3 por ciento por su contrincante, el socialdemócrata Aécio Neves.

Esa “división” electoral de Brasil, polarizada en esta ocasión, suele atribuirse a los programas sociales, especialmente la Beca Familia, que sacaron de la pobreza a unos 36 millones de brasileños durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), presididos por Luiz Inácio Lula da Silva desde 2003 y Rousseff, desde 2011.

https://farm8.staticflickr.com/7564/15548117970_efa901e147_o.jpg  Un asentamiento rural en el estado de Pernambuco, en el Nordeste de Brasil, con cisternas para recoger, almacenar y potabilizar agua de lluvia, que forman parte de las pequeñas obras comunitarias que proliferan en la región. Crédito: Mario Osava/IPS
Un asentamiento rural en el estado de Pernambuco, en el Nordeste de Brasil, con cisternas para recoger, almacenar y potabilizar agua de lluvia, que forman parte de las pequeñas obras comunitarias que proliferan en la región. Crédito: Mario Osava/IPS

El Nordeste disfruta un dinámico proceso económico que va reduciendo su desigualdad con las más desarrolladas regiones del Sur y el Sureste. El progreso alcanzado y la expectativa de nuevos avances consolidaron la adhesión a la presidenta.

La Beca Familia, también conocida como Bolsa Familia, aporta al Nordeste unos 440 millones de dólares mensuales, que reciben 6,5 millones de familias, casi la mitad de todo el país.

Pero eso es solo una sexta parte de lo que reciben los 8,8 millones de jubilados y pensionistas de la región del sistema de previsión social, destacó a IPS el economista Cícero Péricles de Carvalho.

Además, de las cinco regiones brasileñas, el Nordeste fue la que generó más empleos formales en los últimos años. Actualmente hay cerca de nueve millones de trabajadores con contrato de trabajo, el doble de los que existían a comienzos del siglo, destacó.

“Solo (el sector de) la construcción aumentó sus empleados formales de 195.000 en 2003 a 650.000 hoy”, ejemplificó Carvalho.

La mayor formalidad significa salarios mejores, con aumentos adicionales por la política de elevación del sueldo mínimo adoptada por Lula y Rousseff, además del acceso al crédito bancario. Todo ello multiplica la capacidad de consumo.

“Ese conjunto de ingresos adicionales, sumando becas, las jubilaciones, duplicadas entre  2003 a 2014, y los nuevos empleos, generaron una demanda infernal, porque sus beneficiados no ahorran, destinan todo al consumo”, resumió el profesor de la Universidad Federal de Alagoas, un pequeño estado nordestino.

El consumo promovió una expansión del comercio, que alimentó la instalación de redes de supermercados y de nuevas industrias para atender la nueva demanda, como fábricas de materiales de construcción, de vestuario o de alimentos.[related_articles]

Otra contribución vino del Programa de Aceleración del Crecimiento, implementado en 2007 para impulsar variadas infraestructuras, desde pequeñas obras comunitarias a otras gigantescas, como el trasvase del río São Francisco, con 700 kilómetros de canales y túneles para llevar agua a 12 millones de personas.

“Esa dinámica inesperada genera desarrollo económico y también inclusión social, con ganancias sociales que no se limitan a ingresos”, como la diseminación de la electricidad por el programa “Luz para todos” o la ampliación de servicios de salud y de educación, observó Carvalho.

Con todo, el nivel de vida del Nordeste aún está lejos del promedio nacional y la diferencia se reduce lentamente, incluso porque el crecimiento de su economía se concentra en la zona costera, matizó.

Desindustrialización

El proceso de desindustrialización que vive Brasil también afecta el Nordeste, pero más suavemente que en São Paulo y con mejores perspectivas futuras, analizó a IPS otro economista local, João Policarpo Lima, de la Universidad Federal de Pernambuco.

Hay grandes proyectos que acelerarán la expansión industrial cuando empiecen a producir, explicó. Entre ellos, una refinería, una planta petroquímica y la mayor ensambladora mundial de automóviles de la empresa Fiat, que se construye en el estado nororiental de Pernambuco, el de mayor crecimiento en los últimos años.

Grandes empresas se instalan en dos complejos portuario-industriales: Suape, en Pernambuco, y Pecém en el vecino estado de Ceará. Suape ya atrajo más de 100 empresas, incluidos un gran astillero y el mayor molino de trigo de América Latina, además de la refinería y la petroquímica.

Mientras, en São Paulo la masiva votación opositora y el agresivo rechazo al PT, Lula y Rousseff se corresponde con la pérdidas económicas.

En protestas antes y después de las elecciones en la capital paulista, los manifestantes han voceado consignas de creciente odio a los “nordestinos”, porque habrían “vendido” su voto por la Beca Familia, cuyo promedio mensual es de 70 dólares.

La regresión industrial se nota especialmente en el sector cañero, productor de azúcar y etanol, que representa 80 por ciento de la economía agrícola de São Paulo, estimó el empresario Maurilio Biagi Filho, de Ribeirão Preto, la llamada capital de la caña.

El sector vive “una crisis grave que generó desesperanza y llevará muchos años para superarse, si se adoptan medidas para su recuperación”, evaluó para IPS.

Los empresarios y analistas atribuyen la crisis al control de precios de la gasolina instituido por Rousseff para contener la inflación. El etanol, con costos en alza, no pudo competir con los precios subsidiados del combustible fósil.

Todo se agravó con la caída de precios del azúcar desde 2010 y la sequía de este año, que impuso el racionamiento de agua en más de 130 ciudades del estado paulista.

Decenas de plantas cañeras quebraron o suspendieron su producción en los últimos años, muchas otras aceptaron acuerdos judiciales para evitar la insolvencia o las adquirieron empresas extranjeras. Se estima que se perdieron 300.000 empleos.

La gran magnitud de la crisis y la percepción de que es en gran parte obra del gobierno,  “influyó en el electorado, especialmente el del interior”, concluyó Biagi.

Editado por Estrella Gutiérrez

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