Los haitianos ponen color a un Santiago cada vez más hostil

En la calle Pingüinos, en el popular municipio de Estación Central, uno de los dos que congrega un mayor número de migrantes de Haití en Santiago de Chile, un peluquero procedente del país caribeño ha establecido una barbería donde se habla en creole y se atiende a los connacionales. Crédito: Orlando Milesi/IPS
En la calle Pingüinos, en el popular municipio de Estación Central, uno de los dos que congrega un mayor número de migrantes de Haití en Santiago de Chile, un peluquero procedente del país caribeño ha establecido una barbería donde se habla en creole y se atiende a los connacionales. Crédito: Orlando Milesi/IPS

En promedio, 794 haitianos llegaron diariamente a Santiago durante el primer trimestre del año, con lo que los haitianos bordeaban los 120.000 a comienzos de abril, según datos oficiales. La quinta colonia migrante en Chile pone color a su  capital, aunque su acogida es día a día más hostil.

Para los que ya viven en Santiago, donde residen la mayoría, y no cuenten ya con una visa temporaria, conseguida una vez llegados al país como turistas, hay la promesa de regularizar su situación como migrantes.

Llegaron directamente desde Puerto Príncipe, haciendo escala muchas veces en Panamá, esperanzados por el boca a boca de sus connacionales de que esta era una tierra donde se necesitaban trabajadores y había facilidades para tener un contrato de trabajo y luego poder traer a su familia.

Según cifras oficiales brindadas en abril, Chile cuenta con casi un millón de migrantes, en un país con 17,7 millones de habitantes, en los que Haití es la quinta población extranjera, detrás de Perú, Colombia, Bolivia y Venezuela.

El crecimiento de la colonia haitiana en Chile ha sido explosivo. En 2014 la que es la primera inmigración masiva afrodescendiente en este país sudamericano solo sumaba 1.649 personas registradas con visa temporal o permanente.

Ahora colorean el paisaje urbano de Santiago, en las estribaciones de la llamada precordillera de los Andes, y sortean la primera barrera, la del idioma, con apoyo de voluntarios organizados para darles clases de español, en especial en Quilicura y Estación Central, las comunas (municipios) santiaguinas que concentran la mayor población haitiana.

Las ferias al aire libre, las calles de muchos barrios populares, el metro (principal transporte en Santiago), las escuelas y los consultorios de salud comienzan a tener cada vez más haitianos, como trabajadores y como usuarios. También es palpable su presencia en trabajos de jardinería, de carga de productos agrícolas en los principales centros de abastos o en la construcción de casas y edificios.

Y los domingos, muchos haitianos asisten a iglesias católicas o evangélicas donde se ofrecen liturgias,  misas, oraciones y ceremonias en creole. Los templos se convierten entonces en lugares de encuentro social de los haitianos que decidieron dejar el lejano Caribe para rehacer su vida al lado de la cordillera de los Andes.[related_articles]

El gobierno del derechista Sebastián Piñera tomó medidas ejecutivas para poner un férreo torniquete a la inmigración haitiana, antes de cumplirse un mes en el poder, al que retornó el 11 de marzo, tras gobernar el país entre 2010 y 2014.

Desde ahora, deberán obtener visas consulares para ingresar a Chile, no podrán canjearlas ya dentro del país por otra que les permita permanecer aquí, y solo se darán 10.000 visas de reagrupamiento familiar a lo largo de un año.

Pero a cambio se regularizará a los haitianos que ya están aquí, con “buena fama” entre los empleadores, según organismos internacionales, pero sometidos a crecientes expresiones sociales de xenofobia, donde el racismo y los prejuicios suman una discriminación específica en su contra.

Edición: Estrella Gutiérrez

 

Un viajero haitiano sale en la madrugada del área migratoria del aeropuerto internacional de Santiago de Chile, tras superar los controles policiales, en un país donde los haitianos hasta el 8 de abril podían ingresar como turistas sin necesidad de visa consular. Crédito: Orlando Milesi/IPS
Un viajero haitiano sale en la madrugada del área migratoria del aeropuerto internacional de Santiago de Chile, tras superar los controles policiales, en un país donde los haitianos hasta el 8 de abril podían ingresar como turistas sin necesidad de visa consular. Crédito: Orlando Milesi/IPS

 

Un grupo de haitianos recién llegados en un vuelo procedente de Panamá, escala habitual desde Puerto Príncipe, dialogan con familiares y amigos que han venido a recibirlos, en el terminal del Aeropuerto Internacional de Pudahuel en Santiago. Crédito: Orlando Milesi/IPS
Un grupo de haitianos recién llegados en un vuelo procedente de Panamá, escala habitual desde Puerto Príncipe, dialogan con familiares y amigos que han venido a recibirlos, en el terminal del Aeropuerto Internacional de Pudahuel en Santiago. Crédito: Orlando Milesi/IPS

 

La actividad es incesante cada día en una Oficina de Extranjería y Migración en Santiago. En Chile, un país de 17,7 millones de personas con cerca de un millón de migrantes, 300.000 en situación irregular, según datos oficiales, de ellos una mínima parte haitianos. Entre los rostros que esperan se aprecian varios de esta nacionalidad. Crédito: Orlando Milesi/IPS
La actividad es incesante cada día en una Oficina de Extranjería y Migración en Santiago. En Chile, un país de 17,7 millones de personas con cerca de un millón de migrantes, 300.000 en situación irregular, según datos oficiales, de ellos una mínima parte haitianos. Entre los rostros que esperan se aprecian varios de esta nacionalidad. Crédito: Orlando Milesi/IPS

 

Un grupo de haitianos conversan y se ayudan entre ellos, mientras esperan para realizar trámites en una de las largas filas que se forman todos los días laborales desde las cuatro de la madrugada a las puertas de una oficina migratoria al lado de una de las principales arterias de Santiago y a solo tres cuadras del palacio de la Moneda, sede del gobierno. Crédito: Orlando Milesi/IPS
Un grupo de haitianos conversan y se ayudan entre ellos, mientras esperan para realizar trámites en una de las largas filas que se forman todos los días laborales desde las cuatro de la madrugada a las puertas de una oficina migratoria al lado de una de las principales arterias de Santiago y a solo tres cuadras del palacio de la Moneda, sede del gobierno. Crédito: Orlando Milesi/IPS

 

La Oficina de Migración de la calle Fanor Velasco, cerca del palacio de La Moneda, en Santiago, atestada de haitianos y otros extranjeros que buscan regularizar su situación migrante, el 17 de abril, un día después de que se abriese ese proceso especial dentro de medidas decretadas por el gobierno para frenar la inmigración, en que los haitianos fueron especialmente perjudicados. Crédito: Orlando Milesi/IPS
La Oficina de Migración de la calle Fanor Velasco, cerca del palacio de La Moneda, en Santiago, atestada de haitianos y otros extranjeros que buscan regularizar su situación migrante, el 17 de abril, un día después de que se abriese ese proceso especial dentro de medidas decretadas por el gobierno para frenar la inmigración, en que los haitianos fueron especialmente perjudicados. Crédito: Orlando Milesi/IPS

 

Voluntarios imparten clases gratuitas de español a los migrantes haitianos, para ayudarles a superar la barrera del idioma. En un aula improvisada dentro del recinto de la católica Iglesia de los Agustinos, en el centro de Santiago, el historiador y maestro Juan Carlos Correa comparte con sus alumnos, durante una clase nocturna. Crédito: Juan Carlos Correa/IPS
Voluntarios imparten clases gratuitas de español a los migrantes haitianos, para ayudarles a superar la barrera del idioma. En un aula improvisada dentro del recinto de la católica Iglesia de los Agustinos, en el centro de Santiago, el historiador y maestro Juan Carlos Correa comparte con sus alumnos, durante una clase nocturna. Crédito: Juan Carlos Correa/IPS

 

La Plaza de Armas, en el corazón de Santiago, es un habitual punto de encuentro de los inmigrantes en la capital. Siguen predominando los de origen peruano, la mayor población migrante de Chile, pero ya son reconocibles grupos de haitianos que se congregan también en el lugar. Crédito: Orlando Milesi/IPS
La Plaza de Armas, en el corazón de Santiago, es un habitual punto de encuentro de los inmigrantes en la capital. Siguen predominando los de origen peruano, la mayor población migrante de Chile, pero ya son reconocibles grupos de haitianos que se congregan también en el lugar. Crédito: Orlando Milesi/IPS

 

El pintor y electricista Salomón Henry vive desde hace tres años en Santiago de Chile con su familia. Tiene residencia por cinco años, gracias a un contrato de trabajo en un exclusivo condominio, donde reinstaló la red eléctrica entre otras tareas. En 2014 los migrantes haitianos no llegaban a los 1.800 y en abril de este año bordeaban los 120.000 según cifras oficiales. Crédito: Orlando Milesi/IPS
El pintor y electricista Salomón Henry vive desde hace tres años en Santiago de Chile con su familia. Tiene residencia por cinco años, gracias a un contrato de trabajo en un exclusivo condominio, donde reinstaló la red eléctrica entre otras tareas. En 2014 los migrantes haitianos no llegaban a los 1.800 y en abril de este año bordeaban los 120.000 según cifras oficiales. Crédito: Orlando Milesi/IPS

 

En la calle Pingüinos, en el popular municipio de Estación Central, uno de los dos que congrega un mayor número de migrantes de Haití en Santiago de Chile, un peluquero procedente del país caribeño ha establecido una barbería donde se habla en creole y se atiende a los connacionales. Crédito: Orlando Milesi/IPS
En la calle Pingüinos, en el popular municipio de Estación Central, uno de los dos que congrega un mayor número de migrantes de Haití en Santiago de Chile, un peluquero procedente del país caribeño ha establecido una barbería donde se habla en creole y se atiende a los connacionales. Crédito: Orlando Milesi/IPS

 

Cada domingo, en la calle Pingüinos, se instala una feria callejera donde los migrantes haitianos adquieren ropa, zapatos y una variedad de productos, incluidos algunos propios de su país, mientras comen algunos platillos típicos de su país, que ofrecen distintos puestos. Crédito: Orlando Milesi/IPS
Cada domingo, en la calle Pingüinos, se instala una feria callejera donde los migrantes haitianos adquieren ropa, zapatos y una variedad de productos, incluidos algunos propios de su país, mientras comen algunos platillos típicos de su país, que ofrecen distintos puestos. Crédito: Orlando Milesi/IPS

 

En la feria dominical, gana espacio la venta de ropa y de zapatos usados, que los asistentes se prueban en la calle transformada en un centro social al aire libre para la comunidad haitiana que vive en Estación Central, un municipio popular del oeste de Santiago de Chile, cerca del centro de la ciudad. Crédito: Orlando Milesi/IPS
En la feria dominical, gana espacio la venta de ropa y de zapatos usados, que los asistentes se prueban en la calle transformada en un centro social al aire libre para la comunidad haitiana que vive en Estación Central, un municipio popular del oeste de Santiago de Chile, cerca del centro de la ciudad. Crédito: Orlando Milesi/IPS

 

El mercado dominical se expande por las calles vecinas en Estación Central, en el oeste de Santiago de Chile. En la imagen un puesto de utensilios de cocina, donde también se expenden otros productos. Crédito: Orlando Milesi/IPS
El mercado dominical se expande por las calles vecinas en Estación Central, en el oeste de Santiago de Chile. En la imagen un puesto de utensilios de cocina, donde también se expenden otros productos. Crédito: Orlando Milesi/IPS

 

Una mujer haitiana observa unos recipientes artesanales para cocinar, en un puesto atendido por chilenos, en la feria dominical, mientras un hombre observa ropa infantil colocada en la acera. El recorrido por este mercado se convierte en una actividad social en una zona que se ha convertido en una pequeña Haití en la capital chilena. Crédito: Orlando Milesi/IPS
Una mujer haitiana observa unos recipientes artesanales para cocinar, en un puesto atendido por chilenos, en la feria dominical, mientras un hombre observa ropa infantil colocada en la acera. El recorrido por este mercado se convierte en una actividad social en una zona que se ha convertido en una pequeña Haití en la capital chilena. Crédito: Orlando Milesi/IPS

 

Un coro acompaña con cantos y música en vivo la liturgia, durante una misa católica en creole en la parroquia de Santa Cruz, al fondo de la calle de Pingüinos, y donde mujeres, hombres y niños haitianos asisten cada domingo con sus mejores y coloridas galas. Crédito: Orlando Milesi/IPS
Un coro acompaña con cantos y música en vivo la liturgia, durante una misa católica en creole en la parroquia de Santa Cruz, al fondo de la calle de Pingüinos, y donde mujeres, hombres y niños haitianos asisten cada domingo con sus mejores y coloridas galas. Crédito: Orlando Milesi/IPS

 

Dos niñas con elaborados vestidos son presentadas al Señor durante una ceremonia especial en una iglesia evangélica, atestada como cada domingo, y donde el culto y otras actividades son siempre en creole. La iglesia está muy cerca de la calle de Pingüinos, en Estación Central, en Santiago de Chile. Crédito: Orlando Milesi/IPS
Dos niñas con elaborados vestidos son presentadas al Señor durante una ceremonia especial en una iglesia evangélica, atestada como cada domingo, y donde el culto y otras actividades son siempre en creole. La iglesia está muy cerca de la calle de Pingüinos, en Estación Central, en Santiago de Chile. Crédito: Orlando Milesi/IPS

 

El frente de la iglesia evangélica de Estación Central, en Santiago de Chile, donde los creyentes desbordan el recinto. En la imagen un grupo de hombres, la mayoría con camisas de manga larga, algunos con traje y otros portando una biblia, conversan en el exterior del templo que los congrega cada domingo. Crédito: Orlando Milesi/IPS
El frente de la iglesia evangélica de Estación Central, en Santiago de Chile, donde los creyentes desbordan el recinto. En la imagen un grupo de hombres, la mayoría con camisas de manga larga, algunos con traje y otros portando una biblia, conversan en el exterior del templo que los congrega cada domingo. Crédito: Orlando Milesi/IPS

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