Inundaciones desplazan historias y sueños en Paraguay

En medio de la desesperación, damnificados por las inundaciones en Asunción se instalan en espacios públicos. Algunos han levantado un improvisado campamento ante la sede del bicameral Congreso legislativo. Crédito: Natalia Ruiz Díaz/IPS

Las más impactantes inundaciones en la historia de Paraguay se saldan por ahora con más de 300.000 personas evacuadas. Asunción, el área más afectada, y otras zonas urbanas y rurales quedaron bajo las aguas de los ríos Paraguay y Paraná, en un anticipo de lo que podría suceder cuando comience a actuar el fenómeno de El Niño.

“Perdí todo ahí, tenía mi tallercito y no quedó nada, solo saqué mis herramientas”, dijo a IPS uno de los damnificados, Antonio Esteban Michal, mientras trata de arreglar un televisor junto a las cuatro paredes de madera y chapa que levantó como refugio para su familia, frente al Congreso legislativo, tras lograr salir del barrio de la Chacarita.

“El principal problema es el agua para tomar, cocinar, bañarse”, comentó.

Y lo peor es que las aguas del río Paraguay podrán ascender de nuevo en breve, tras alcanzar el nivel histórico de 7,19 metros en el puerto de Asunción, lo que empujó las aguas al interior de la ciudad tras anegar completamente los barrios bajos de la ribera, donde los botes se convirtieron en la única forma posible de transporte.[pullquote]3[/pullquote]

Las intensas precipitaciones no solo inundaron Paraguay, sino regiones de la cuenca del Paraná en Argentina y Brasil. En Argentina los evacuados son al menos 12.000 y en Brasil están en torno a los 50.000 y las autoridades de los dos países alertan que la situación empeoraría porque se pronostican más lluvias en breve tiempo.

En Paraguay las cifras oficiales, inferiores a las de organismos locales e internacionales, sitúan en más de 15.000 familias las desplazadas por las inundaciones. En esta capital de 514.000 habitantes, más de 60.000 personas debieron dejar sus viviendas e instalarse en campamentos, en predios de las fuerzas militares o en espacios públicos.

Alejandro Max Pastene, del departamento de Climatología de la Dirección Nacional de Meteorología e Hidráulica, dijo a IPS que junio, cuando comenzaron las lluvias intensas, julio y agosto son habitualmente meses secos en el país.

Así que cuando llegue la época normal de lluvias, de octubre a marzo, “no habrá dado tiempo a bajar el nivel del río”.

Además este año, recordó, “las lluvias desde octubre van a ser especialmente intensas por efecto de fenómeno meteorológico El Niño/Oscilación del Sur”. Este produce cuando aumenta la temperatura superficial del agua en las áreas oriental y central del Pacífico ecuatorial.

Pastene explicó que el nivel crítico de inundación del río de Paraguay es de 5,5 metros, casi dos metros menos que su actual cota de 7,19 metros. “Solo en un día, el 27 de junio, llovió el equivalente a un mes”, dijo Pastene.

Quienes poblaban barrios precarios, como el Bañado Sur, Tacumbú y la Chacarita, debieron hacerlo prácticamente sin ayuda alguna.

En los improvisados refugios en áreas públicas, los damnificados sobreviven hacinados entre construcciones levantadas con madera, plásticos y chapas. El agua potable y los servicios sanitarios son su repetida mayor carencia.

El director de Operaciones de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), Aldo Zaldívar, reconoció a IPS que la situación desbordó todas las previsiones y que la asistencia no ha llegado con la premura que la situación requiere.

Aseguró que la institución ha provisto víveres, materiales y logística a unas 75.000 personas en Asunción, y más de 150.000 en las zonas afectadas en el resto del país.

Las más perjudicadas se sitúan en el departamento de Presidente Hayes, en la región de El Chaco (occidente), en el departamento de Ñeembucú (suroeste), y en el departamento de Alto Paraná (norte).

“Tenemos orden de hacer todo lo que se tenga que hacer para atender a la población. Y lo estamos haciendo, pero hay veces que no llegamos en el tiempo que la gente espera”, dijo Zaldívar sobre la situación que se vive desde junio.

Pero las críticas se multiplican sobre la lenta e insuficiente reacción de las autoridades a la peor crecida en 30 años, en especial las provenientes de las organizaciones sociales que operan en las áreas afectadas.

El gobierno del derechista Horacio Cartes es especialmente criticado por la falta de apoyo a los barrios de la zona baja, según denunciaron inicialmente pobladores y activistas. Después, comenzaron a circular imágenes que mostraban a representantes del partido gobernante haciendo proselitismo con la asistencia estatal a los damnificados.

Parte de esas deficiencias fueron paliadas por campañas solidarias promovidas por organizaciones no gubernamentales, clubes y grupos juveniles y vecinales, que recaudan fondos, ropas, víveres, materiales, para el traslado y reasentamiento de las familias que deben dejar sus hogares.

Actualmente, hay 86 refugios que abrieron las autoridades para la reubicación de las familias que debieron abandonar sus viviendas en Asunción. Tan solo tres predios militares acogen a más de 2.000 familias.

La situación en los refugios no es la mejor. El principal problema es lo relacionado con los servicios sanitarios; ya no hay disponibilidad de baños químicos. La SEN encargó la fabricación de baños y duchas en contenedores, con lo que se espera paliar el déficit de esas instalaciones en los campamentos.

La “palangana”

Miguel Barrios es herrero, como lo es Esteban, y no pudo rescatar gran cosa cuando el agua llegó a la casa de su familia. Le parece increíble que la Chacarita siga inundándose pese a las obras de la avenida Costanera, que deberían fungir de muro de contención del río. [related_articles]

“El barrio quedó en la palangana, entre la costanera y el muro de Asunción”, explicó.
Juan Ramón Martínez, otro vecino de la Chacarita, vivió la gran inundación de 1983, la mayor registrada hasta ahora en Asunción, y según dice la de ahora es mucho peor.

En todo el campamento ante la sede del Poder Legislativo hay gente trabajando con palas, cortando madera, clavando techos, incluso mujeres y niños. Por todos lados hay ropa tendida al sol.

En otro punto de la ciudad, no muy lejos del microcentro donde se ubican los organismos públicos y el centro histórico, en el barrio Yta Pyta Punta, Myriam Agüero emprende la evacuación con su marido y sus cuatro hijos.

“Llegó el agua, no hay otra solución, ni siquiera en la segunda planta de nuestra casa nos podemos quedar”, contó a IPS esta mujer de 33 años, dirigente del Sindicato de Trabajadoras Domésticas del Paraguay.

Agüero nació en la zona baja de Asunción, en lo que se conoce como el cinturón de barrios pobres en tierras inundables o linderos al cauce del río Paraguay, donde muchas de las pobladoras se dedican al trabajo doméstico.

“Solo tengo ganas de llorar pero me aguanto, tengo que ser fuerte y seguir trabajando porque esta crecida dejó sin trabajo a mi marido”, dijo con los ojos humedecidos.
Teodosia Duarte, otra de las afectadas, se resigna: “Dicen que vamos a estar acá muchos meses”.

Los pronósticos son de que las aguas del río no bajarán notablemente hasta el 2015.

La idea de lo que va a encontrar cuando por fin pueda volver a su casa y su barrio angustia a Duarte. La mujer aprieta las manos contra el pecho y dice en guaraní, la lengua materna de los paraguayos: “Ñandejara tuicha ohecha kuaá va´era ñandeve” (Dios es grande, nos va a ayudar).

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