Flores para romper el ciclo de la pobreza en Cachemira

Un trabajador se inclina sobre las filas de flores en uno de los invernaderos de Rubeena Begum. Crédito: Athar Parvaiz/IPS.

Rubeena Begum soñaba cuando era niña con ser médica y obtener un ingreso decente trabajando en uno de los 30 hospitales del estado de Cachemira, en el norte de India. Jamás imaginó que terminaría ganándose la vida en un entorno mucho más natural que centros de salud con olor a desinfectante.

Parada frente al bello paisaje que ofrecen sus varios invernaderos cubiertos de polietileno, ahora Begum señala con orgullo las aromáticas flores que hay en su interior. Es que lilas, gladiolos, claveles y otras le cambiaron la vida para siempre.

No las cultiva solamente por su perfume o por sus propiedades medicinales. También le permiten obtener una suma considerable en el mercado local, que ya le alcanzó para pagar buena parte de los préstamos que sacó para iniciar este negocio florícola.

Empezó en 2006 con apenas seis invernaderos de polietileno, levantados en unos 2.000 metros cuadrados de tierra en el distrito cachemiro de Budgam, y en seis años duplicó la empresa.

Los bancos que antes se rehusaban a extenderle un préstamo a esta joven intrépida, pidiéndole incontables documentos como prueba de que podría pagarlos, ahora se acercan a ella ofreciéndole sumas aún mayores para sostener su exitoso emprendimiento.

Begum dice a IPS que se ha convertido en la personificación del espíritu emprendedor en Cachemira, donde medio millón de los aproximadamente 10 millones de habitantes están desempleados.

Los expertos culpan de esta situación al conflicto armado que ha corroído cada aspecto de la vida en este estado pintoresco pero atribulado durante dos décadas.

[related_articles]Cada año, unos 2.500 jóvenes egresan de universidades cachemiras con títulos de postgrado. Pero quienes no logran atrapar los pocos empleos que hay en el sector gubernamental o en las industrias del turismo, la agricultura o las artesanías, terminan buscando desesperadamente un trabajo que no existe.

Actualmente, la floricultura parece ofrecer una manera de romper el ciclo de pobreza del que muchos jóvenes ya temían nunca poder escapar.

En plena floración

Begum estaba atenta a las oportunidades laborales cuando sintonizó un programa de radio que elogiaba las virtudes de los emprendimientos agrícolas, y del cultivo de flores en particular.

“De niña fui una apasionada de las flores. Las recogía y decoraba mi casa con ellas. Entonces supe que esto era algo que yo necesitaba hacer”, relata.

Tras recibir entrenamiento básico del Instituto de Desarrollo Empresario de Jammu y Cachemira sobre cómo construir invernaderos cubiertos con polietileno, así como asesoría del Departamento de Floricultura sobre las técnicas básicas de cultivo y cosecha, puso manos a la obra.

Aunque es reticente a divulgar detalles de sus ganancias, se apresura a compartir la noticia de que hace poco amplió sus operaciones alquilando 23 hectáreas de tierra para cultivar rosas búlgaras y lavandas.

Ella transporta muchas de sus flores y de sus aceites aromáticos a centros de recolección en Cachemira, donde distribuidores los recogen para llevarlos al otro lado de la frontera, a ciudades indias como Nueva Delhi, Mumbai o Hyderabad, donde hay una gran demanda de flores para festivales religiosos, ceremonias matrimoniales y ofrendas en templos.

Begum también vende extractos como el aceite de rosas (usado en perfumería), agua de rosas (para cosméticos y productos médicos) y aceite de lavanda (empleado en cosméticos y en medicinas alternativas) en su comercio del Aeropuerto Internacional Sheikh-ul-Alam de Srinagar.

El Instituto Indio de Medicina Integradora, con sede en Jammu, también facilita las ventas de los productos de Begum, al contactarla con compradores interesados en las propiedades medicinales de las plantas.

Según expertos consultados por IPS, un ramo de 10 claveles de alta calidad suelen venderse a entre cinco y 15 dólares, mientras que un kilogramo de aceite de rosas permite embolsarse hasta 7.000 dólares en el mercado indio.

Según estimaciones oficiales, la industria florícola de Cachemira tiene el potencial de facturar 100 millones de dólares anuales, dado que los pimpollos del lugar son de una calidad excepcional.

A los jóvenes que incursionan masivamente en el sector no parece importarles mucho si esto se debe al aire fresco y limpio de la montaña o al rico suelo del Himalaya.

Shahnawaz Rasool Dar, un joven del centro de Srinagar, empezó a cultivar flores hace poco en el distrito de Baramulla, en un predio de 1,6 hectáreas.

“Trabajaba en una empresa privada fuera de Cachemira, pero al darme cuenta del potencial de la floricultura en Cachemira, me apresuré a volver aquí”, relata a IPS en su establecimiento, donde crecen yerberas, claveles y rosas.

Su empresa, Bismillah Flora, todavía es incipiente, y factura unos 4.000 dólares anuales, pero Dar confía en poder transformarla en una importante operación empresarial.

Educado y con conocimientos tecnológicos, Dar pasa horas en Internet, investigando las mejores prácticas científicas, como la distancia ideal que se debe dejar entre las filas de flores al plantarlas y las técnicas óptimas de irrigación, pero también compra semillas a prestigiosas empresas.

Según el Departamento de Floricultura de Cachemira, solamente en el último año más de 1.100 jóvenes empezaron a cultivar flores para ganarse la vida.

Las regiones populares para esta actividad incluyen los distritos de Budgam, Srinagar y Baramulla, en el valle de Cachemira, cuenca fértil del río Jhelum, donde el clima es ideal para que crezcan las flores delicadas, según Sunil Mistri, director del Departamento de Floricultura de Cachemira.

“El agricultor promedio puede ganar un ingreso anual adicional de 3.000 dólares si también cultiva flores”, dice Mistri a IPS.

Según Yavid Ahmad, encargado de floricultura en Budgam, en el último año llegaron a 375 los agricultores dedicados a esta área. Una vez registrados ante su departamento, les corresponde recibir regularmente los consejos de expertos y préstamos subsidiados que oscilan entre 3.300 y 16.000 dólares, para alentar a más personas a incursionar en esta actividad.

Los emprendimientos individuales tienen un efecto multiplicador sobre el empleo. Por ejemplo, actualmente Rubeena Begum contrata a 53 trabajadores para atender las flores, pagando a los jornaleros unos cinco dólares diarios, y a sus empleados regulares entre 70 y 100 dólares por mes.

Ansioso por capitalizar estos logros, el gobierno planea desarrollar el sector en el ámbito nacional. Mistri dice que el Departamento de Floricultura pronto creará instalaciones para el almacenamiento en frío en varios centros de Cachemira, a fin de garantizar que las flores estén frescas hasta que los clientes las compren.

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