El nuevo año comienza con una lucha contra la desigualdad

La desigualdad entre ricos y pobres es uno de los temas que trata la asamblea anual del Foro Económico Mundial en la ciudad suiza de Davos. Crédito: Pablo Unzueta/IPS
La desigualdad entre ricos y pobres es uno de los temas que trata la asamblea anual del Foro Económico Mundial en la ciudad suiza de Davos. Crédito: Pablo Unzueta/IPS

Ahora que la mayoría de la gente ya se olvidó de sus propósitos de Año Nuevo, la atención se concentra a lo que depara este 2016. Y así es para aquellos que quieren resolver los mayores problemas del mundo.

Desde el miércoles 20 hasta el sábado 23 políticos y empresarios se reúnen en Davos para la asamblea anual del Foro Económico Mundial , y una vez más, la desigualdad está en el orden del día.[pullquote]3[/pullquote]

El consenso general es que estamos viviendo una crisis de desigualdad y que la brecha que separa a los más ricos del resto de la población tiene una profundidad que no se veía desde hace un siglo. Entonces, ¿cuál es la diferencia en 2016?

La inequidad ya es reconocida como un factor social y económicamente nocivo por toda una gama de personas influyentes, como el papa Francisco, e instituciones como el Fondo Monetario Internacional y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. No hay una escasez de reconocimiento de al menos una parte del problema.

Y todos los países se comprometieron a combatirla a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, conocidos como la Agenda 2030, y el acuerdo climático acordado en París en diciembre.

Pero el problema está lejos de resolverse. La cruda realidad en contraste con esos compromisos es que la desigualdad no está retrocediendo y los países e instituciones que pretenden combatirla siguen aplicando las estrategias del statu quo que exacerban la inequidad.

¿Entonces qué se pude hacer? El reto ahora es pasar del reconocimiento del problema a la solución. Para eso necesitamos tres cosas, un cambio en las políticas, un cambio en el poder y un cambio en la mentalidad y las ideas referidas a la forma en que ocurrirá ese cambio.

La sociedad civil comprende claramente la contradicción que existe entre el discurso y la realidad, así como lo hacen los propios pobres que padecen la peor parte de esta desigualdad y con quienes ActionAid trabaja en todo el mundo. Ellos no aguardan a que los líderes del mundo cambien su forma de proceder, están ocupados combatiendo la inequidad desde la raíz y creando una realidad nueva.

El miércoles 20, los dirigentes de una diversidad de grupos de desarrollo, religiosos, sindicatos y organizaciones dedicadas al ambiente, los derechos de la mujer y los derechos humanos se reunieron para explicar qué hace falta para lidiar realmente con la desigualdad y comprometerse a redoblar la lucha. Esta es una noticia que entusiasma.

¿Por qué este problema le importa a tal diversidad de grupos? «La crisis de desigualdad amenaza a las luchas por un mundo mejor. Los trabajadores de todo el mundo ven cómo se socavan sus salarios y condiciones de trabajo a medida que aumenta la inequidad. Los derechos de las mujeres son sistemáticamente peores en situaciones de mayor desigualdad económica», denunció una declaración conjunta de estas organizaciones.[related_articles]

La gran mayoría de las personas más ricas del mundo son hombres. Quienes realizan los trabajos más precarios y mal remunerados son mujeres. Los jóvenes enfrentan una crisis de desempleo.

Otros grupos – como los inmigrantes, las minorías étnicas, las personas con discapacidad, lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales y los pueblos indígenas – siguen siendo marginados y sufren una discriminación sistemática. Estas disparidades en la riqueza y el poder socavan constantemente la lucha por hacer realidad los derechos humanos de la mayoría.

A menudo, la extrema desigualdad también está relacionada con el incremento de las restricciones al espacio cívico y los derechos democráticos, ya que las elites políticas y económicas se confabulan para proteger sus intereses.

El derecho a la protesta pacífica y la capacidad de los ciudadanos para desafiar el discurso económico dominante están siendo restringidos en casi todas partes, porque las elites saben que la desigualdad extrema y la democracia participativa no pueden coexistir por mucho tiempo.

Incluso el futuro de nuestro planeta depende de que se acabe con esta gran fractura, ya que el consumo de dióxido de carbono del uno por ciento de la población equivale a 175 veces más del que consumen los más pobres.

Aunque el camino será arduo, sabemos que el cambio para forjar un nuevo sistema económico que ponga a la gente y al planeta en primer lugar solo será posible por un movimiento popular.

Este no es un año de cumbres y compromisos de alto perfil. Es un año para construir el poder desde abajo y generar un movimiento en muchos países con estos grupos y otros que incluya a los movimientos sociales y los jóvenes.

Hay motivos para la esperanza y hay experiencia para construir. Sabemos que esto es posible debido a lo que vemos en nuestro trabajo con comunidades de todo el mundo, por algunos ejemplos positivos actuales y períodos anteriores de reducción de la desigualdad en países como Brasil, y porque la gente ha ganado grandes luchas en el pasado.

Esta nueva lucha contra la desigualdad ha comenzado en serio.

Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad de la autora y no representan necesariamente las de IPS – Inter Press Service, ni pueden atribuírsele.

Traducido por Álvaro Queiruga

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