Cuando las grandes potencias pelean, el Consejo de Seguridad de la ONU desaparece

Una sesión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Foto: ONU
Una sesión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Foto: ONU

En el apogeo de la Guerra Fría en la década de los 60, el diplomático peruano Víctor Andrés Belaúnde caracterizó a las Naciones Unidas como una institución políticamente tambaleante que sobrevive solo por voluntad y gusto de las cinco grandes potencias.

Simplificando su argumento, dijo: «Cuando dos pequeñas potencias tienen una disputa, la disputa desaparece. Cuando una gran potencia y una pequeña potencia están en conflicto, la pequeña potencia desaparece. Y cuando dos grandes potencias tienen una disputa, las Naciones Unidas desaparecen».

Y más apropiadamente, es el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) el que se desvanece y cae en el olvido, particularmente cuando las grandes potencias chocan, lo que justifica un alto el fuego, no en algún conflicto militar distante, sino dentro de la propia sala del directorio de la ONU.

El único organismo internacional con la responsabilidad principal de mantener la paz y la seguridad mundial, el CSNU a menudo ha permanecido en un estado cercano a la parálisis, particularmente cuando los cinco miembros con poder de veto deciden proteger sus intereses nacionales o los de sus aliados políticos y militares o sus Estados satélites.

Entre los 15 países que componen el CSNU, los cinco permanentes y con poder de veto (P5) están en una esquina Estados Unidos, Francia y Reino Unidos, y en la otra China y Rusia, en lo que en ocasiones parece un ring o directamente un campo de batalla.

Como señaló el diario The New York Times a fines de noviembre, el mundo ahora tiene que hacer frente a las nuevas realidades geopolíticas de una “Rusia agresiva” y una “China emergente”’ que seguirán reflejándose en la sala del Consejo de Seguridad.

En sus casi 75 años de existencia, uno de los mayores fracasos del CSNU es su incapacidad para poner fin a la ocupación de Israel de parte del territorio de Palestina o incluso de garantizar el cumplimiento de sus propias resoluciones.

El CSNU también ha permanecido congelado o no ha podido ayudar a resolver algunos de los conflictos militares e insurrecciones civiles en curso en todo el mundo, incluidos Siria, Yemen, Libia, Afganistán, Myanmar (Birmania), Hong Kong, Somalia, Sahara Occidental y, más recientemente, Etiopía, entre otros.

Stephen Zunes, profesor de Política y coordinador de Estudios del Medio Oriente en la estadounidense Universidad de San Francisco, dijo a IPS que quizás el mayor fracaso del Consejo de Seguridad ha sido su incapacidad de responder eficazmente a la expansión ilegal y por la fuerza de sus territorios de algunos de sus Estados miembros.

“Fue una agresión así por parte de las potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial lo que llevó a la fundación de la ONU y a la prohibición categórica de tales invasiones en la Carta de la ONU”, recordó este politólogo que es toda una autoridad en el CSNU.

Sin embargo, “Israel y Marruecos, protegidos por el poder de veto de sus aliados en el Consejo de Seguridad, continúan con la ocupación y colonización ilegal de territorios (Palestina y Sahara Occidental respectivamente) que tomaron por la fuerza”, recordó.

De manera similar, argumentó, Rusia se ha salido con la suya con la ocupación de Crimea.

El Consejo de Seguridad, señaló Zunes, no pudo hacer cumplir sus resoluciones sobre la conquista de Timor Oriental por Indonesia y la ocupación continua de Namibia por el régimen de apartheid de Sudáfrica hasta que las campañas mundiales de la sociedad civil los obligaron a retirarse décadas después.

Si el CSNU ni siquiera puede evitar que los Estados miembros invadan y ocupen otras naciones, algo que los fundadores de la ONU asumieron que garantizaría el organismo mundial, se convierte en un anacronismo histórico. “¿Cómo se puede esperar entonces que aborde problemas más complejos?”, se preguntó.

Mientras tanto, después de más de 20 años de negociaciones fallidas, el actual presidente de la Asamblea General de la ONU, el turco Volkan Bozkir, está haciendo un nuevo intento para reformar el CSNU, incluida la ampliación del número de sus miembros actuales y de los cinco permanentes.

A dos embajadoras, la polaca Joanna Wronecka y la catarí Alya Ahmed Saif Al-Thani, se las designó como copresidentas de las estancadas Negociaciones Intergubernamentales sobre la reforma del CSNU.

Sobre la rivalidad entre las grandes potencias y la protección de sus Estados satélites, como recurrente factor del estancamiento del CSNU, Zunes comentó que Estados Unidos se enorgullece del principio de la aplicabilidad universal de la legislación nacional.

Sin embargo, en lo que respecta al derecho internacional, Estados Unidos ha presionado a las Naciones Unidas para que usen la fuerza o impongan duras sanciones a las naciones adversarias en el área de la proliferación de armas, el apoyo al terrorismo y la conquista de los Estados vecinos.

Ello al mismo tiempo que bloquea a la ONU para que no tome ninguna acción efectiva contra aliados que son culpables de los mismos delitos.

Mientras, Zunes señaló que Estados Unidos y Rusia han abusado de su poder de veto para proteger a Israel y Siria, respectivamente, de su responsabilidad por violaciones importantes del derecho internacional humanitario.

En última instancia, el fracaso no es del sistema de las Naciones Unidas, consideró el experto, para quien el fracaso es el de Estados Unidos y otros miembros del P5, que no están a la altura sobre su papel como miembros especiales del CSNU  de hacer cumplir la Carta y los estatutos legales internacionales del propio directorio de la ONU.

Para el también columnista sénior de las publicaciones sobre relaciones internacionales Foreign Policy y Focus, ese fracaso obedece a que en los cinco países con derecho al veto se imponen sus estrechos intereses geopolíticos sobre los valores universales de la ONU.

Bozkir, el presidente de la Asamblea General, dijo en noviembre que el nombramiento de las copresidentas debería permitir que los Estados miembros comiencen sus consultas y alentó a las delegaciones a considerar la posibilidad de iniciar las negociaciones intergubernamentales a principios de 2021 y aumentar las reuniones sobre el tema de la reforma del CSNU.

Para el diplomático turco, el diálogo entre los Estados miembros es la forma más eficaz de hacer avanzar este proceso y que la composición y los métodos de trabajo del Consejo de Seguridad pasen a reflejar las realidades del siglo XXI.

Brenden Varma, portavoz del presidente de la Asamblea General, dijo a los periodistas que este espera que con la participación de los Estados miembros y enfoques pragmáticos “podamos lograr un progreso significativo en este difícil tema”. “El presidente se comprometió a apoyar este proceso de manera imparcial, objetiva y con mente abierta”, añadió.

En cuanto a la cuestión de la representación equitativa y el aumento del número de miembros del Consejo de Seguridad, unos 113 Estados miembros (de los 122 que presentaron sus posiciones en un documento marco) apoyan la expansión en las dos categorías existentes.

Actualmente, los 10 miembros no permanentes del CSNU son elegidos por términos de dos años, sobre la base de la rotación geográfica.

Los candidatos potenciales para adquirir la membresía permanente son India, Japón y Alemania, además de Sudáfrica o Nigeria (por África) y Brasil o Argentina (en América Latina).

Pero es más que improbable que los nuevos miembros permanentes tengan poder de veto, un privilegio que ejercerían solo los P5, como su “derecho legítimo de nacimiento».

La parálisis de la ampliación y la oposición implícita del P5 hacen dudar sobre la posibilidad de cambios significativos tanto en la composición como en el funcionamiento del CSNU.

Zunes, de hecho, consideró la negociación de la reforma como otro ejercicio de futilidad política. “No hay ninguna posibilidad seria de que el P5 permita que estas reformas se lleven a cabo en el corto plazo”, sentenció.

Sin embargo, sí consideró importante llamar la atención repetidamente sobre la naturaleza antidemocrática y poco representativa del Consejo de Seguridad. A su juicio, eso ayuda a movilizar a los gobiernos y a la sociedad civil de todos los continentes para que presionen a favor de que las Naciones Unidas estén a la altura de su misión.

T: MF

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