Comunidades agrícolas de Argentina llegan al consumidor por la vía digital

Este artículo es parte de la cobertura de IPS sobre el Día Mundial de la Alimentación, que se celebra el 16 de octubre y que en 2021 tiene como tema: Cultivar, nutrir y preservar, juntos.

Uno de los grupos productores argentinos que participa del proyecto de comercialización digital se dedica al cultivo agroecológico bajo riego y la trituración de tomates en la provincia de Mendoza. Foto: Nicolás Heredia /Alma Nativa

BUENOS AIRES – “La mayor dificultad para un agricultor familiar siempre ha sido generar una comercialización justa de lo que produce”, dice Natalia Manini, integrante de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra (UST), una organización campesina de Argentina que viene dando pasos  para relacionarse directamente con los consumidores.

La UST, que reúne a productores de hortalizas, conservas vegetales y miel y criadores  de cabras y ovejas de la provincia de Mendoza, en el oeste de este país sudamericano, abrió en abril su propio local, en la capital provincial del mismo nombre.

Además, acaba de sumarse a Alma Nativa, una red creada para la comercialización de productos de organizaciones campesinas e indígenas, que agrupa a más de 4300 productores nucleados en 21 organizaciones, y hoy vende sus productos a través de internet.

“Vender al por mayor a un distribuidor es sencillo, pero el problema es que, por esa vía, gran parte de la renta no llega a quien produce”, agrega Manini a IPS desde la localidad mendocina de Lavalle.

La dirigente campesina sostiene que, por una cuestión de costos, los agricultores solo pueden acceder a un comercio justo a través de proyectos colectivos, que se han visto potenciados con la aceleración de las transformaciones digitales que generó la pandemia de covid-19.

Alma Nativa es una solución comercial que nació formalmente en 2018, de la mano de dos organizaciones no gubernamentales (ONG) argentinas enfocadas en el tema socioambiental: Fibo Social Impact y la Asociación Cultural para el Desarrollo Integral (ACDI). Su planteamiento fue ir un paso más allá del esquema de apoyo económico a proyectos de desarrollo productivos.

“El objetivo es movilizar a los consumidores a adquirir productos de los biomas latinoamericanos que se hacen con respeto al medio ambiente, mientas los pequeños productores se benefician con la visibilidad y el acompañamiento logístico para que los productos locales lleguen a todo el país”: Guadalupe Marín.

“Ya hacia 2014 empezamos a preguntarnos por qué las comunidades campesinas e indígenas no podían obtener rentabilidad por los alimentos y las artesanías que producen y a  pensar cómo hacer que los agricultores dejen de depender de donaciones y subsidios de ONG y del Estado”, cuenta a IPS la directora de Fibo, Gabriela Sbarra, en una entrevista en Buenos Aires.

Sbarra era una habitual asistente a las ferias de productos de comunidades territoriales, que antes de las restricciones que impuso pandemia eran frecuentemente organizadas en Argentina por el Estado, que financiaba el armado de los estands, el alojamiento y el viaje de los productores desde sus comunidades.

Solo gracias a esa ayuda económica, los agricultores y artesanos obtenían alguna ganancia.

“El esfuerzo se orientó a buscar un mercado genuino para esos productos, que no podían venderse digitalmente porque es muy difícil generar tráfico en internet y tampoco pueden llegar a los supermercados, porque no tienen volumen de producción. La informalidad estaba dejando a las comunidades fuera del mercado”, explica Sbarra.

Tres cooperativas de la región del Chaco, la gran llanura boscosa que Argentina comparte con Bolivia y Paraguay, se dedican a la producción de miel y forman parte del proyecto Alma Nativa, por el cual venden sus productos a consumidores de todo el país por internet. Foto: Nicolás Heredia / Alma Nativa

El comercio electrónico, su nuevo mercado

Así fue que los creadores de Alma Nativa golpearon las puertas de Mercado Libre, un gigante del comercio electrónico nacido en Argentina que se ha expandido por casi toda América Latina. La empresa aceptó la idea de colocar una tienda en línea de alimentos agroecológicos producidos por las comunidades y no cobrar comisiones.

Alma Nativa instaló entonces un depósito en la localidad de Villa Madero, en las afueras de Buenos Aires, donde se etiquetan para su distribución los productos que llegan desde las comunidades rurales de buena parte del país.

“La pandemia ha generado una oportunidad, porque abrió un debate sobre lo que se come. Mucha gente comenzó a preguntarse cómo se producen lo alimento e incluso puso en la obligación a las empresas del agronegocio de pensar esquemas más sostenibles”, dice Manini.

Norberto Gugliotta, gerente de la Cooperativa Apícola Cosar, pone el foco  en que la pandemia no solo aceleró el proceso de digitalización de productores y consumidores, sino que reforzó la búsqueda por una parte creciente de la sociedad de alimentos saludables y producidos con responsabilidad social.

“Estábamos listos para tomar la oportunidad, porque teníamos el producto ya listo, y entonces nos incorporamos este año a Alma Nativa”, dice desde la localidad de Sauce Viejo este apicultor, cara visible de una cooperativa que agrupa a unos 120 productores en la provincia de Santa Fe, en el centro del país, cuya miel tiene certificación de orgánica y de comercio justo.

Argentina, la tercera economía de América Latina, es una potencia agrícola, con un poderoso agronegocio cuyos principales productos son la soja, el maíz y el aceite de soja, que en 2020 generaron 26 300 millones de dólares en exportaciones, según datos oficiales.

Detrás de esa realidad exitosa hay un enorme universo de agricultores familiares, de comunidades campesinas e indígenas. De acuerdo al último Censo Nacional Agropecuario, realizado en 2018, más de 90 por ciento de las 250 881 explotaciones productivas que existen en el país son llevadas adelante por los productores junto a sus familias.

El atraso de infraestructura y tecnológico en las zonas rurales es significativo, como lo demuestra el dato de que apenas 35 por ciento de los establecimientos tiene acceso a internet.

Las carencias son particularmente profundas en el Chaco, región postergada del norte del país, donde viven unos 200 000 indígenas pertenecientes a nueve grupos cuya economía está vinculada a los recursos naturales, de acuerdo a datos de la no gubernamental Fundapaz.

Artesanas indígenas del pueblo pilagá, en la provincia norteña de Formosa, dentro de la región del Gran Chaco, comenzaron a vender su cestería en forma electrónica por toda Argentina. Foto: Rosario Bobbio / Alma Nativa

Nueva ventana para la artesanía indígena

También a través de Mercado Libre comenzaron a comercializar en las últimas semanas sus artesanías comunidades del Chaco, la llanura boscosa de más de un millón de kilómetros cuadrados compartida por Argentina con Bolivia y Paraguay, que es el hábitat de estos pueblos originarios diversos y hogar de una rica biodiversidad.

“Esta iniciativa tiene su origen en Brasil con el programa ‘Amazonia em Pé’ y hoy lo estamos replicando en Argentina, en la zona de Gran Chaco. Busca tender puentes entre los artesanos del lugar con los consumidores de todo el país”, explica Guadalupe Marín, directora de Sustentabilidad de Mercado Libre.

“El objetivo es movilizar a los consumidores a adquirir productos de los biomas latinoamericanos que se hacen con respeto al medio ambiente, mientas los pequeños productores se benefician con la visibilidad y el acompañamiento logístico para que los productos locales lleguen a todo el país”, agrega a IPS en Buenos Aires.

Mercado Libre lanzó el 27 de septiembre la campaña “Desde el Gran Chaco para vos”, que pone a la venta más de 2500 productos de 200 categorías, como cestas, arte indígena y criollo, elementos decorativos hechos con fibras naturales, mieles, tejidos y juegos artesanales, entre otros.

Incluye no solo a Alma Nativa, sino también a Emprendedores por Naturaleza, un programa lanzado por la Fundación ambientalista Rewilding Argentina, que trabaja en la conservación del Chaco y ahora promueve la venta de lo producido por 60 familias que viven en las zonas rurales vecinas al parque nacional El Impenetrable, la mayor área protegida de la región.

“La idea del proyecto surgió el año pasado, luego de que hicimos una encuesta socioeconómica con 250 familias de la zona que reveló que 98 por ciento tiene como único ingreso a la asistencia social”, explica Fátima Hollmann, coordinadora regional del Programa de Comunidades Rewilding Argentina.

Detalla a IPS que “la gente tiene sus animales para subsistencia y eventualmente colabora en la construcción de un alambrado para un campo o alguna otra tarea temporaria, pero no hay fuentes de empleo permanentes en El Impenetrable”.

“Por eso buscamos generar ingresos para los vecinos. Nuestras líneas de producción están enfocadas en cerámica, ya que la mayor parte de la gente ha construido allí sus casas con adobe. Muchos también saben fabricar ladrillos y hemos hecho capacitaciones para transformar un ladrillo en una pieza artística, inspirada en fauna nativa, que transmite la importancia de conservar el monte”, explica Hollmann en una entrevista en Buenos Aires.

Según los números que la especialista difundió durante la primera semana del programa “Desde el Gran Chaco para vos”, a comienzos de octubre, se pusieron a la venta 644 productos, de los cuales se vendieron a compradores de más de 10 provincias argentinas 382, que incluyeron 100 % de los tejidos disponibles y 76 por ciento de las artesanías en madera.

“La alternativa es la tala de bosque nativo. Estamos proponiendo una transición de una economía extractivista a una regenerativa, que aporte a la reconstrucción del ecosistema, y dándole a los consumidores de las ciudades la oportunidad de contribuir a ese objetivo”, puntualiza Hollmann.

ED: EG

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