COLOMBIA: Manos de mujer crean oasis comunitario

En uno de los barrios más pobres de la capital de Colombia, la joven Sandra Sánchez levantó un oasis comunitario que brinda alimentación, recreación y mucho más a cientos de niños y ancianos, en un ejemplo de solidaridad y liderazgo que traspasó fronteras.

En 2004, Sánchez, de 26 años, creó la Fundación Social Oasis en El Paraíso, uno de los barrios de la localidad (distrito) de Ciudad Bolívar, en el extremo suroeste de Bogotá, donde se fueron asentando ladera arriba de la cordillera andina muchos de los desplazados llegados a la capital, en su huida del conflicto armado colombiano de casi medio siglo.

A El Paraíso, en lo más alto de Ciudad Bolívar, arribó 19 años atrás la familia Sánchez, cuando era solo un terreno baldío al que iban dando forma las invasiones ilegales de los desplazados. "Mi papá hizo una casita en guadua (un tipo de caña andina de la familia del bambú)", recordó a IPS la directora de Oasis.

Para llegar allí hay que ascender 20 minutos en bus a través del distrito donde se concentran más de un millón de los 10 millones de habitantes de Bogotá. En Ciudad Bolívar, la precariedad de sus barrios, la pobreza de sus habitantes y los altos índices de criminalidad conviven con un espíritu solidario que atrae la llegada de nuevos desplazados.

En Oasis diariamente se ofrece desayunos a 260 niños antes de ir a la escuela y almuerzos a más de 150 niños y adultos mayores, que encuentran también en el lugar actividades lúdicas y culturales.
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Los "Comedores por la vida", como se llama la iniciativa, "incluyen formación nutricional y controles de peso", explicó Sánchez la jornada que IPS pasó en Oasis.

En "La casa de los valores", otro programa, se promueven saberes colectivos, la solidaridad y la no violencia, además de impartir talleres que van desde alfabetización hasta formación artística."Motivamos la reflexión sobre la ética y apoyamos sueños, como pasó conmigo", detalló.

Otro proyecto, aún incipiente, es una "Finca orgánica" para abastecer los comedores de Oasis, situada en una parcela en el municipio de Guayabal de Síquima, a unos 68 kilómetros al oeste de Bogotá y donde el frío de El Paraíso cambia a un clima templado.

"Buscamos autosostenibilidad y seguridad alimentaria, pero también descanso y recreación, para los abuelos, niños y niñas, porque muchos no han salido de Ciudad Bolívar", explicó Sánchez en la finca, rodeada de algunos beneficiarios.

Además, hay un programa especial para madres adolescentes, en un sector con un alto índice de embarazos precoces, que lleva a niñas y adolescentes a enfrentar, muchas veces solas, una situación para la que requieren capacitación, orientación y respaldo.

De la capacidad de gestión y la vocación solidaria de Sánchez saben en Ciudad Bolívar desde su niñez. En 1994, con solo nueve años, fue la primera "personera estudiantil" de su colegio, una figura establecida en la Constitución de 1991 para promover la difusión y el cumplimiento de deberes y derechos en los planteles.

Sánchez superaba cualquier obstáculo para obtener dotaciones escolares o reparaciones para las instalaciones y dos años después fue electa como la jefa de todos los personeros de Ciudad Bolívar, mientras comenzó a integrar redes de líderes juveniles y a representar a su comunidad en encuentros nacionales e internacionales.

Su labor la hizo merecedora a los 17 años del Premio Internacional de Ayuda Humanitaria 2002 de Le Figaro Madame, el magazine del diario francés Le Figaro.

El origen de Oasis fue la tragedia de una vecina, María Pacanchipe. "Fue mi amiga y también un gran impulso, porque su muerte me confrontó al punto de disminuir el discurso y aumentar la práctica", recordó Sánchez.

Ella murió de hambre a los 68 años. "Se le reventó la úlcera porque no comió como debía. No tenía qué", relató.

El caso evidenció las dificultades que enfrentan en Colombia las ancianas, muchas veces sumidas en la pobreza y el abandono, porque no gozan de jubilación alguna, están solas o son olvidadas por sus parientes. "Viven más, pero viven peor", reflexionó Sánchez.

En memoria de Pacanchipe comenzó por crear en su casa un centro para ancianas, destinado a conversar, compartir experiencias, aprender sobre sus derechos o contar su historia, sin olvidar bailar y cantar. Después se sumaron los ancianos y más tarde los niños y las madres.

Un curso universitario de liderazgo, los fondos del premio Le Figaro y el respaldo de organizaciones locales, españolas y francesas permitieron construir la sede de Oasis.

"Me conmueve la generosidad en medio de la precariedad", dijo Sánchez al recordar cómo en el barrio sumaron esfuerzos para levantar los cimientos del edificio, que ahora tiene tres plantas.

Margarita, de 69 años y quién omitió su apellido, come cada día en Oasis y ahuyenta con las actividades del centro la soledad de su precario hogar, aunque se siente afortunada de poder sobrevivir sin dejarlo, gracias a la fundación.

Sus ojos desbordaron dolor cuando contó que su único hijo emigró a Estados Unidos hace siete años y no supo más de él tras recibir algunas cartas, en una historia similar a la de otras muchas ancianas, en un país donde 62 por ciento de las mujeres mayores de 65 años sobreviven sin pareja.

Un libro autobiográfico sobre su lucha contra la miseria, "Los olvidados de Bogotá", publicado en 2003, inspiró a la suiza Marianne Roussy para realizar el documental "El paraíso de Sandra", estrenado en Bogotá y Paris en 2008.

"Me impactó su trabajo, tanto como confirmar que este es un proyecto de participación ciudadana. No se quedaron en el lamento. Unieron esfuerzos y van para adelante", dijo a IPS la colombo-francesa Marie Claude Dubail, gestora de fondos ante la alcaldía de París y organizaciones no gubernamentales francesas.

"El trabajo acá me ayuda muchísimo porque tenemos cuatro hijos, y mi esposo, que es vigilante, no siempre tiene trabajo", dijo a IPS Lidibia Salazar, que llegó a El Paraíso como desplazada hace cinco años y es cocinera en Oasis, donde trabajan ocho mujeres del barrio.

"Llegamos a las cuatro de la mañana. A desayunar llegan los niños desde las 5:30, y los almuerzos empiezan a las 11", comentó. "Trabajamos hasta las cuatro de la tarde para dejar todo limpio y organizado. Somos sobretodo amigos y nos interesamos por todos", subrayó.

La lideresa de Oasis está por graduarse en derecho en la prestigiosa Universidad del Rosario, donde estudia becada, pero eso no la alejará de El Paraíso, precisa.

Su caso, asegura, no es aislado en el barrio. "La vida ha cambiado para los más jóvenes. Sueñan más con estudiar e ir a la universidad. Ya no es su fin ser vendedores ambulantes como muchos de sus padres", detalló.

Para complementar la financiación Oasis cuentan con un Plan Padrinos, que no se restringe a dar dinero.

"También valen compañía y afecto. Estudiantes de El Rosario, por ejemplo, saben ahora sobre una realidad que desconocían. Y cada uno aporta lo que puede. A la abuela Margarita le regalaron un radio, y no alcanzas a imaginar lo que cambió su vida", contó Sánchez.

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