El canal de Suez, los mares olvidados y el impacto de los barcos

El Canal de Suez ha retomado su actividad. Foto: Wikiwand
El Canal de Suez ha retomado su actividad. Foto: Wikiwand

Durante una semana y hasta este lunes 29 de marzo, uno de los barcos más grandes del mundo, el Ever Given, bloqueó el Canal de Suez, una de las principales rutas marítimas. Al hacerlo hizo que se notara con fuerza algo que suele estar oculto para casi todos nosotros, que es el comercio marítimo.

Se trata de una forma de transporte con muchos pros, pero también con muchos contras, que tiene impactos ambientales muy importantes.

De entrada y puesto que la globalización del comercio y de la producción es un hecho —aunque no sea lo deseable—, que ese comercio se mueva en barco tiene muchas ventajas.

El transporte de contenedores de mercancías en grandes buques es una de las formas más eficientes en términos de peso transportado por energía utilizada y genera una fracción de las emisiones que provocaría llevar esa misma carga por tierra y, sobre todo, que llevarla por avión, que es una forma especialmente desastrosa de transporte.

Esto no quiere decir, sin embargo, que el transporte marítimo no tenga desventajas. El hecho de tener 50 000 barcos circulando por los mares tiene efectos muy fuertes sobre la vida marina.

El autor, Eugenio Fernández Vázquez
El autor, Eugenio Fernández Vázquez

Un primer efecto es el ruido que generan esas naves y que altera el comportamiento de las criaturas que viven en el mar y se apoyan en el sonido para orientarse. Otro efecto es que la presencia misma de esos cientos de objetos rápidos y pesados en las aguas estorba a las especies que circulan por los mares.

Científicos chilenos publicaron hace poco una animación que muestra las dificultades de una ballena para alimentarse y esquivar a los cientos de barcos que circulan por la Patagonia. Las dificultades del cetáceo aquel deberían bastar para repensar la necesidad de tener una presencia tan intensiva en los mares del mundo.

Cuando un barco sale de un lugar para llegar al otro lado del mar lleva consigo gran parte de la biodiversidad del puerto de salida y la deja en el puerto de llegada. Las ratas europeas llegaron a América en los barcos de los conquistadores y colonos y desplazaron o al menos diezmaron a las poblaciones de roedores de este lado del mundo y lo mismo pasa con muchas otras especies, sobre todo acuáticas.

Como explica un informe de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, los cascos de los barcos han llevado y traído un montón de especies invasoras de un lado a otro, desde el cangrejo común que tan desastroso ha sido para los ecosistemas costeros, hasta caracoles muy territoriales. La principal amenaza para la biodiversidad, sin embargo, es el agua de lastre.

Se trata de aguas que se cargan en un barco cuando ha dejado en puerto la mercancía que transportaba, de forma que no se desbalance.

Los problemas van desde que las aguas que se recogen en un puerto están lejos de ser las más limpias, así que cuando se descargan en un puerto nuevo empeoran una situación de por sí mala, hasta que en esas aguas viajan larvas y algas que no existen en los puertos de llegada, con lo que se propagan especies invasoras.

México no está exento de estos problemas, ya que gran parte del comercio internacional del país llega y se va por tierra. Según cifras reunidas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la quinta parte de las exportaciones del país se van por mar al resto del planeta y la tercera parte de las importaciones llegan por barco al territorio nacional.

El país ha vivido de espaldas al mar durante casi toda su historia, a pesar de tener dos enormes litorales. Hemos tratado lo que ocurre en nuestras aguas como si no fuera asunto nuestro, a pesar de que comemos pescado que ahí se obtiene y de que necesitamos los servicios ambientales que los mares nos ofrecen.

Ahora que el Ever Given nos hizo voltear hacia los océanos y ver los barcos que los surcan, deberíamos aprovechar para no quitarles la vista de encima y poner manos a la obra para mejorar las condiciones de esos mares.

Este artículo lo publicó originalmente Pie de Página, de la plataforma mexicana de Periodistas de A Pie.

RV: EG

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