BRASIL: Camino al Consejo de Seguridad pasa por Haití

El envío de tropas brasileñas a Haití, como parte de las ”fuerzas de estabilización” de la ONU, comprende riesgos militares y políticos, pero ese precio debe ser pagado por Brasilia si pretende un lugar permanente en el Consejo de Seguridad del foro mundial.

Así respondieron dos analistas a la pregunta de IPS sobre los daños que podría sufrir el pretendido liderazgo brasileño en América Latina, si este país contribuye a consolidar una situación que el depuesto presidente haitiano Jean Bertrand Aristide ha denunciado como ilegalidad internacional, y que los países caribeños reclaman investigar.

Aristide dejó el poder el 29 de febrero, tras semanas de desórdenes que dejaron decenas de muertos, mientras la capital era rodeada de grupos ilegales armados. Según sus denuncias, militares estadounidenses lo obligaron a abandonar el cargo y el país, tras advertirle que si permanecía, no podían garantizar su seguridad.

Horas después de la partida del presidente, el Consejo de Seguridad de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) ordenó el envío de una fuerza multinacional para mantener el orden y asegurar una rápida transición de tres meses.

El foro mundial se basó en una presunta carta de renuncia de Aristide, que éste asegura no haber firmado. El gobierno brasileño prometió enviar 1.300 efectivos como parte de las fuerzas que se ocuparán de la segunda etapa de las operaciones, llamada de ”estabilización” de la situación interna.
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La Comunidad del Caribe (Caricom) ha pedido desde entonces sin éxito al Consejo de Seguridad una investigación independiente sobre la denuncia de Aristide.

La responsabilidad de Brasil, gobernado por el izquierdista Partido de los Trabajadores, podría ser mayor si se confirma que sus militares asumirán la jefatura de las fuerzas de paz de la ONU.

Disputar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad exige ”correr riesgos” incluso mayores a los que posiblemente enfrente Brasil en Haití, opinó Geraldo Cavagnari, investigador del Núcleo de Estudios Estratégicos de la Universidad de Campinas.

Los brasileños participarán en acciones de mantenimiento de la paz, mientras que ”las misiones más complejas, con mayor incidencia de combates y bajas, son las de imposición de la paz, lo que supone interponerse entre grupos en conflicto”, o de ”ocupación militar, como en Afganistán e Iraq”, explicó Cavagnari, un coronel retirado del ejército.

El liderazgo sólo se alcanza ”participando activamente en la solución de problemas internacionales”, lo cual requiere ”dinero y armas”, recalcó, añadiendo que no cree que los países caribeños, ”con excepción de Cuba”, reaccionen negativamente ante la presencia militar brasileña en Haití.

Los demás países (miembros de la Caricom) siguen a Estados Unidos, argumentó.

Si se comprueba que la salida de Aristide ”violó la Carta Democrática” de la Organización de los Estados Americanos (OEA), se dañaría la imagen de Brasil, admitió Clovis Brigagao, director del Centro de Estudios Americanos de una universidad privada de Río de Janeiro.

Pero todo se hace bajo la bandera de la ONU, recordó. Si hay ”un mandato multilateral (de enviar tropas) es porque la situación en Haití ya era de una ingobernabilidad insoportable. Aristide había perdido el comando del país”, relativizó Brigagao.

El experto también reconoció la posibilidad de roces con la Caricom, especialmente si gana fuerza la versión de Aristide, quien asegura haber sido derrocado por un golpe de Estado complotado por Estados Unidos y Francia.

”Hay un área gris” en la que cualquier papel activo es peligroso, evaluó.

Pero ”los brasileños tienen que acostumbrarse a las críticas, y a los riesgos políticos y militares”, porque ”el liderazgo, la mayor participación en el Consejo de Seguridad y la voz activa en las cuestiones regionales e internacionales tienen sus costos”, afirmó.

Si es cierto el dicho que puede hoy comprobarse en Iraq (”es fácil ganar la guerra, difícil es construir la paz”), el comando de las fuerzas de estabilización, mientras se crean nuevas instituciones puede ser un desafío más complejo, acotó Brigagao.

En Iraq, invadido por Estados Unidos y Gran Bretaña en marzo de 2003, la resistencia armada a la ocupación ha derivado en atentados continuos contra blancos militares extranjeros y civiles iraquíes.

En cambio, el profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Brasilia, Argemiro Procopio, es un crítico radical de la decisión brasileña.

”Conviene recordar el infeliz precedente de República Dominicana”, dijo en referencia a la intervención estadounidense de 1965 en ese país, ”para impedir un gobierno democrático”, que también con participación de tropas brasileñas, si bien en ”otro marco”, pues el país sudamericano era gobernado por una dictadura militar.

El escenario de la operación es el mismo: la caribeña isla de la Española (que comparten Haití y República Dominicana) invadida 39 años atrás, igualmente bajo mandato multilateral, en aquella ocasión de la OEA, recordó.

La decisión de Brasilia de enviar tropas a Haití, ”¿no será un vuelco a la derecha de la política externa del presidente Luiz Inácio Lula da Silva?”, se preguntó Procopio. Sería más coherente con la política económica conservadora que practica el gobierno, sostuvo el profesor.

Además de la mala repercusión internacional, soldados brasileños en suelo haitiano podrían convertirse en ”un golpe de publicidad que puede salir por la culata”, que podría incluso ”molestar” a la población nacional, que sufre la inseguridad provocada por la criminalidad y la miseria, pero ve recursos propios destinados a un país lejano, advirtió.

”Enviar 1.300 soldados brasileños para pacificar Puerto Príncipe mientras nuestro país arde en revolución urbana sangrienta es, como mínimo, falta de sensibilidad”, protestó el veterano periodista Silvio Ferraz en un artículo publicado el viernes en el diario conservador O Globo, de circulación nacional.

También en Chile hay protestas por la inmediata decisión de Santiago de enviar más de 300 militares a Haití hasta mayo, cumpliendo la resolución del Consejo de Seguridad del 29 de febrero.

El presidente chileno Ricardo Lagos hizo el anuncio antes de que se reuniera el Senado para autorizar el envío, como prevé la Constitución.. Y aunque logró luz verde, recibió muchas críticas y votos en contra, incluso de legisladores oficialistas.

”Es la segunda vez que Chile apoya un golpe de Estado en la región”, acusó el periodista Ernesto Carmona, de la agencia alternativa Argenpress y dirigente del Colegio de Periodistas chileno, recordando la prisa con que Santiago reconoció la caída del presidente venezolano Hugo Chávez, cuando éste fue brevemente depuesto y apresado por golpistas en abril de 2002.

En menos de 72 horas, Chávez fue puesto en libertad y logró recuperar el poder.

La expedición militar a Haití que Chile comparte con Estados Unidos, Francia y Canadá ”convalidó la defunción política de la Carta de la OEA sobre Gobernabilidad Democrática”, sentenció el periodista.

De hecho, ningún país latinoamericano convocó al foro hemisférico para activar esa cláusula democrática.

La cancillería brasileña explicó a IPS, por medio de su asesoría de comunicación social, que el país actúa de acuerdo con la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, lo que constituye la ”base legal” del envío de fuerzas de paz a Haití.

No se puede reaccionar a ”hipótesis”, como la investigación pedida por los países caribeños. Brasil solo podrá examinar su posición si hay una evolución de los hechos, según el Ministerio de Relaciones Exteriores.

* Con aporte de Gustavo González (Chile) (FIN/2004)

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