AMBIENTE: Para construir una escuela, salve al hipopótamo

Como descubrió la comunidad Wechiau, que vive en la ribera del río Volta Negro, en Ghana, cuidar a los hipopótamos puede ayudar a construir escuelas y obtener electricidad.

En 1998, las 17 comunidades granjeras y de caza de los Wechiau no tenían dónde estudiar ni agua potable ni electricidad. Ahora, sus alrededor de 10.0000 miembros cuentan con todo eso, gracias a un plan para preservar la población de hipopótamos.

Los Wechiau simplemente acordaron crear una reserva para esos animales. «Muy pronto comenzamos a cosechar algunas ganancias del proyecto, especialmente del turismo», dijo a IPS el líder de la comunidad, Chielinah Bandanaa, quien participa en esta nororiental ciudad española del Congreso Mundial de la Naturaleza, que organiza entre el 5 y el 14 de este mes la no gubernamental Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

«Con esas ganancias, y el apoyo de nuestros socios para el desarrollo del mundo industrializado, especialmente en Canadá, pudimos entonces construir escuelas, hacer pozos de agua e incluso instalar paneles solares para generar electricidad», explicó.

La reserva es hogar de más de 500 especies animales, y de numerosas plantas medicinales. Es administrado por una junta que representa a todas las comunidades Wechiau. Los niños y niñas de la comunidad tienen ahora becas gracias a las ganancias de este proyecto.

Bandanaa recibió el premio Equator, que reconoce internacionalmente los esfuerzos destacados en países bajo la línea del Ecuador en su lucha contra la pobreza, por la conservación ambiental y el uso sostenible de la biodiversidad.

El premio es entregado por la Equator Initiative, una coalición de organizaciones de la sociedad civil, empresarios, gobiernos y comunidades, con el auspicio de la Organización de las Naciones Unidas.

La directora ejecutiva para desarrollo sostenible de la Fundación de las Naciones Unidas, Erika Harms, sostuvo que este tipo de proyectos son «humildes e inspiradores ejemplos de lo que las comunidades de base hacen a lo largo del Ecuador para preservar la biodiversidad y a la vez aliviar la pobreza».

Harms dijo que el trabajo de la Equator Initiative se basa en el simple hecho de que «las grandes concentraciones de riqueza biológica del mundo se hallan en los trópicos, en países que también tienen algunos de los más altos niveles de pobreza».

La comunidad Wechiau fue uno de los 25 grupos que recibieron el galardón este año. Otros fueron comunidades indígenas de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador y Perú, por América Latina, de Islas Salomón, Filipinas, Sri Lanka, Micronesia, Indonesia, Vanuatu y Camboya, por Asia Pacífico, y República Democrática del Congo, Zambia, Kenia, Senegal, Namibia, Tanzania y Ghana, por África.

El Centro para el Desarrollo Comunitario (CDC) en Sri Lanka ganó el premio por un plan para preservar vegetales tradicionales, especialmente tubérculos. El proyecto fue lanzado en Aranayaka, en el sudoriental distrito srilankés de Kegalle, en 1996.

«Desde entonces, hemos redescubierto 58 variedades de boniatos muy nutritivos y sabrosos, así como raíces que nuestros ancestros usaban y que casi han desaparecido de la dieta diaria de nuestras comunidades», dijo a IPS Achala Adikari, del CDC.

En los últimos 12 años, dijo Adikari, más de 800 granjeros se han unido al grupo par cultivar tubérculos tradicionales. «No usamos aditivos químicos en nuestra agricultura», subrayó.

Pero estos vegetales no sólo enriquecieron la dieta de las comunidades Aranayaka, sino que también trajeron seguridad alimentaria. «Estos boniatos y tubérculos están disponibles todo el año», dijo Adikari.

Además, las ventas trajeron una nueva fuente de ingresos para las comunidades. «Ahora queremos crear un centro de investigación y de capacitación para permitir la expansión del proyecto, así como el mercado para las semillas tradicionales», dijo Adikari.

Otro ganador fue un proyecto de tejido con algodón en Perú. En 2004, 25 artesanos de Mórrope, en la noroccidental provincia de Lambayeque, lanzaron un programa para preservar una variedad nativa y tradicional del algodón.

«También quisimos rescatar de la desaparición a nuestra industria artesanal del tejido», dijo a IPS Magdalena Puican Chinguel, representante del proyecto. Las mujeres de la zona tejen con herramientas locales que llevan en su cintura.

«Al principio, nuestros esposos nos miraban como si estuviéramos locas», dijo Chinguel a IPS. «Pero pronto, cuando el dinero comenzó a llegar, se dieron cuenta de que teníamos la razón».

Agencias de gobierno se integraron al proyecto, brindando cursos de capacitación y apoyo financiero a planes suplementarios destinados por ejemplo a las fuentes de agua, tanto para consumo como para usos agrícolas.

«Ahora, las mujeres de Mórrope generan sus propios ingresos, y contribuyen al desarrollo general de la provincia», dijo Puican Chinguel.

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe