AGUA: Egipcios pobres con sed de igualdad

El sol del mediodía castiga a un grupo de mujeres cubiertas por velos que esperan, en fila, para llenar sus cubos y bidones. Han viajado a pie hasta las afueras de El Cairo, para acceder a un grifo oxidado del que fluye agua destinada a la irrigación, no al consumo humano.

Transportando agua potable en un distrito pobre de El Cairo. Crédito: Victoria Hazou/IPS
Transportando agua potable en un distrito pobre de El Cairo. Crédito: Victoria Hazou/IPS

«La herviremos cuando lleguemos a casa», dice una mujer, colocando un bidón azul sobre su cabeza.

En los últimos meses, la escasez hídrica, agravada por el intenso calor estival y por los recurrentes cortes de electricidad, obligó a millones de egipcios a buscar agua por todas partes.

Algunos expertos sostienen que los ya limitados recursos hídricos de Egipto se han reducido, haciendo que el suministro de agua sea vulnerable a los problemas de infraestructura y a las erradas políticas internas en esta materia.

«A menos que Egipto pueda resolver sus problemas de suministro, sólo podremos esperar más escasez de agua en el futuro», dijo Sherif Azer, investigador sobre el derecho a este líquido.
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Gracias al río Nilo, Egipto satisface alrededor de 80 por ciento de sus necesidades hídricas.

Con pocas oportunidades de aumentar sus recursos de agua dulce, este país desértico ha luchado para preservar la cuota de agua de ese río que le corresponde bajo tratados firmados hace más de cinco décadas.

En declaraciones formuladas a la prensa a comienzos de este mes, el ministro de Recursos Hídricos e Irrigación, Mohammad Nasreddin Allam, dijo que el rápido aumento demográfico y la falta de flexibilidad en el uso de los recursos hídricos están sumiendo al país en una escasez aún mayor del líquido.

«Nuestra cuota de 55.500 millones de metros cúbicos anuales de agua del Nilo era suficiente para la población de Egipto en 1959, de 24 millones de habitantes. Pero actualmente la población nacional es de 80 millones», explicó.

El consumo anual de agua por persona cayó de 1.900 metros cúbicos en 1959 a alrededor de 700 metros cúbicos en la actualidad, muy por debajo del reconocido umbral de escasez, de 1.000 metros cúbicos. Se proyecta que esa proporción se reducirá a menos de 500 metros cúbicos en un plazo de una década.

Las organizaciones de derechos humanos sostienen que, a medida que la escasez hídrica empeora, queda cada vez más claro que la prioridad del Estado es garantizarle el suministro de agua a personajes influyentes y a sus intereses económicos.

A pequeñas granjas y comunidades pobres se les asigna ínfimas cuotas de agua o se las margina totalmente de la red.

«El gobierno decide quién recibe agua y quién no, y tiende a tener favoritos», dijo Reham Karam, directora de programa de la Better Life Association for Comprehensive Development (Asociación Vida Mejor para un Desarrollo Exhaustivo), una organización no gubernamental que trabaja para mejorar las condiciones de vida en las comunidades rurales.

«Las gobernaciones y poblaciones más pobres fueron las primeras en ver reducidas sus cuotas hídricas», señaló.

Un informe de la Organización Egipcia para los Derechos Humanos identificó algunas desigualdades flagrantes en la distribución del agua, particularmente entre las áreas urbanas y rurales.

Cincuenta y seis por ciento de las aldeas egipcias tienen suministros hídricos inadecuados, mientras que seis por ciento no tienen agua potable, señaló el estudio.

«Vemos más problemas durante los calurosos meses del verano, cuando aumenta la demanda de agua», dijo a IPS el presidente de la Organización Egipcia para los Derechos Humanos, Hafez Abu Seada.

«El año pasado, por ejemplo, el agua fue desviada a centros turísticos costeros en el norte de Egipto, a fin de que la gente rica pudiera disfrutar de la playa. Mientras, las aldeas donde se ubican esos centros quedaron completamente marginadas y sus habitantes no tuvieron agua para beber ni para irrigar sus cultivos», agregó.

Pero tener agua no es tan simple. El Nilo es tanto la fuente de agua de Egipto como su alcantarilla: absorbe casi 20 millones de toneladas de contaminantes orgánicos e industriales al año.

El informe de la Organización Egipcia para los Derechos Humanos observó que, como las plantas de tratamiento hídrico son insuficientes, la mitad de la población debe beber agua contaminada.

Las aguas servidas también se usan para irrigar miles de hectáreas de tierra agrícola en zonas privadas del líquido. «Pero a veces hasta las alcantarillas se secan», dijo Mohammad Abdel Moneim, experto en irrigación.

En julio, productores rurales del sur del país viajaron a El Cairo para protestar frente a oficinas del gobierno por la escasez crónica de agua, que ha destruido sus cultivos. Pequeños agricultores de Fayoum, 130 kilómetros al sudoccidente de la capital, se quejaron de que es imposible conseguir agua para irrigación sin que medien sobornos o conexiones políticas. Protestas similares han surgido en casi todas las gobernaciones.

«Los terratenientes ricos extraen agua ilegalmente de los acuíferos, y usan sus contactos con las autoridades locales para quedarse con una cuota desproporcionada de agua para irrigación», explicó Abdel Moneim.

Los ciudadanos que quedan fuera de este sistema se quejan de las crecientes desigualdades entre ricos y pobres. Campos de golf y barrios cerrados creados en tierra desértica se extienden junto a distritos pobres donde mujeres y niños hacen fila en centros de distribución de agua.

«Si explota una cañería en (barrios pudientes como) Maadi o Zamalek, se la arregla el mismo día», dijo Mohammad Farrag, comerciante de un distrito pobre de El Cairo.

Pero «cuando explotan cañerías aquí pasamos una semana sin agua. Los funcionarios consideran que es una bendición, una oportunidad para venderles nuestra cuota de agua a uno de sus amigos», agregó.

Los costos del agua son ínfimos para los ricos, pero implican toda una carga para los pobres, dijo Karam.

Familias carenciadas que no cuentan con agua corriente deben cavar pozos o pagar para recibir el líquido.

De este modo, a los funcionarios municipales les resulta sencillo hacer que los pequeños agricultores les paguen sobornos, dado que están desesperados por evitar que sus cultivos se calcinen.

«Son los pobres quienes pagan el precio más alto por el agua», sostuvo.

* Este artículo es parte de una serie de reportajes sobre biodiversidad producida por IPS, CGIAR/Bioversity International, IFEJ y PNUMA/CDB, miembros de la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org).

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