India sigue marcada por el «apartheid de castas»

En India, cerca de un millón de mujeres dalits trabajan como vaciadoras manuales de letrinas. Crédito: Neeta Lal/IPS
En India, cerca de un millón de mujeres dalits trabajan como vaciadoras manuales de letrinas. Crédito: Neeta Lal/IPS

La celebración del 122 aniversario de Bhimrao Ramji Ambedkar (1891-1956), arquitecto de la Constitución de India y defensor de los más oprimidos, puso de relieve en abril la patente discriminación que siguen sufriendo las comunidades sin casta o las castas más bajas, que representan 16 por ciento de los 1.200 millones de habitantes de este país.

El Derecho a la Igualdad, consagrado en la Constitución de 1950, garantiza que ningún ciudadano sea discriminado por su religión, raza, casta, sexo o lugar de nacimiento. La Ley de Castas y Tribus (Prevención de Atrocidades) de 1989 establece penas de prisión, desde seis meses hasta un año, para quienes la infrinjan.

A pesar de la protección legal, este país sigue marcado por lo que el ex primer ministro Manmohan Singh describió como “apartheid de castas”, un complejo sistema de estratos sociales profundamente arraigado en la cultura india.[pullquote]3[/pullquote]

Millones de dalits, considerados intocables en el sistema de castas, sufren de forma permanente la discriminación, reforzada de forma constante por el Estado y las entidades privadas.

Una encuesta realizada en 2014 por el Consejo Nacional de Investigación Económica Aplicada (NCAER) reveló que una de cada cuatro personas consultadas, de distintos grupos religiosos, reconoció haber practicado la intocabilidad.

La lamentable práctica se manifiesta de varias maneras. En algunas aldeas, los estudiantes de las castas superiores se niegan a comer alimentos preparados por los dalits, un grupo que abarca a varias comunidades marginadas.

Un estudio detallado, realizado por Sarva Shiksha Abhiyan, un programa estatal para lograr la educación primaria universal, concluyó que existen tres tipos de discriminación, de los maestros, de los pares y de todo el sistema educativo.

Protección legal sin sanción

El sistema de castas, considerado una característica dominante de la religión hindú y prácticamente percibido como una división divina del trabajo, adjudica a los dalits las tareas más serviles, entre las que destacan recolección de basura, la remoción de excrementos humanos, barrer, pavimentar y eliminar de cuerpos humanos y animales.

Datos del censo de 2011 revelan que unos 800.000 dalits eran vaciadores manuales de letrinas, aunque se estima que podría a estar afectadas 1, 3 millones de personas.

Los dalits han estado históricamente condenados a realizar las tareas más denigrantes. Crédito: Credit: Neeta Lal/IPS.
Los dalits han estado históricamente condenados a realizar las tareas más denigrantes. Crédito: Credit: Neeta Lal/IPS.

A pesar de la promulgación de Ley de (Prohibición) del Empleo de Vaciadores de Letrinas y Construcción de Letrinas Secas, de 1993, que castiga e impone multas para quienes empleen vaciadores manuales, cientos de miles de dalits siguen retirando excrementos humanos de las letrinas secas, limpiando las alcantarillas, fregando pozos sépticos y abriendo drenajes, todo con sus propias manos.

Además, varias dependencias estatales siguen empleándolos para esas tareas, y la mayoría son mujeres.

Beena J Pallical, integrante de la Campaña Nacional para los Derechos Humanos de los Dalits, que reúne a varias organizaciones dalits, dijo a IPS que aun en el siglo XXI, la comunidad sigue siendo la más vulnerable, marginada y maltratada del país.

Desde el quinto plan quinquenal (1974-1075), se dispuso destinar fondos a servicios y beneficios para las castas postergadas.

Programas como el Sub-plan tribal para Tribus Desfavorecidas y el Sub-plan para Castas Desfavorecidas se crearon para destinar una proporción de fondos del presupuesto anual para cada sector de población necesitada.

En la actualidad, las castas marginadas representan 16,2 por ciento de la población y las tribus desfavorecidas, 8,2 por ciento.

El activista dalit Paul Divakar, señaló que los presupuestos federal y estaduales muestran que la no utilización y el desvío de fondos destinados a la mejoría de castas y tribus marginadas es una práctica de rutina.

“Claramente muestra que el desarrollo económico del sector no es una prioridad del gobierno”, dijo Divakar a IPS. “Los dalits siguen a la zaga porque no se implementan las políticas y la falta de desarrollo con fines específicos, lo que debería castigarse bajo el artículo 4 de la Ley de Castas y Tribus Desfavorecidas, de 1989”, apuntó.

Violencia extrema

Según la Oficina Nacional de Registro Criminal, un dalit sufre una acción delictiva de una persona de una casta superior cada 16 minutos. Todos los días, más de cuatro mujeres de las castas más bajas sufren una violación, y 13 dalits son asesinadas o secuestradas por semana.[related_articles]

En 2012, 1.574 mujeres dalits fueron violadas y 651 asesinadas.

Las niñas y mujeres dalits sigue siendo explotadas como “esclavas del templo”, también llamadas “joginis” o “devadasis”, una práctica que tiene varios siglos, según la cual las niñas dalits, incluso a partir de los cinco años, nacieron para servir a Dios y se las obliga a servir a una deidad específica.

Atadas al templo, están obligadas a pasar su infancia trabajando y cuando son adultas las obligan a prostituirse, a pesar de la práctica se prohibió en 1989.

Annamma (un nombre falso para proteger su identidad), una jogini de 27 años de un templo del estado de Tamil Nadu, recordó cómo los hombres (incluidos los sacerdotes) la violaron durante cinco años antes de que lograra escapar el mes pasado.

“Era como si no fuera humana”, relató a IPS. “Los hombres entraban y salían de mi habitación de noche como si no tuviera derecho sobre mi cuerpo, solo ellos. Me destruyó por completo”, apuntó.

En sánscrito, la palabra dalit significa suprimida, aplastada o rota en pedazos. Sesenta y siete años después de la independencia de India, millones de personas todavía están física, emocional y económicamente destruidas por un sistema y una sociedad que se niega a tratarlas como iguales.

Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Verónica Firme

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