Las dalits, abusadas intocables de Nepal

Las protestas por la discriminación contra las dalits en Nepal dan pocos resultados. Crédito: Mallika Aryal/IPS.

Maya Sarki, una habitante de Belbari, en el oriente de Nepal, regresaba a su casa una noche del pasado verano boreal cuando fue atacada. La tiraron al suelo e intentaron violarla. Gritó y los vecinos la rescataron y evitaron que se consumara la agresión.

La mujer reconoció en la voz de su atacante a un vecino y lo denunció a la policía.

Al día siguiente Sarki fue enfrentada por una multitud, encabezada por su presunto atacante, en el mercado de la aldea. La insultaron, le desgarraron sus ropas y le embadurnaron el rostro con hollín. Después la golpearon y la hicieron desfilar por el pueblo.

Tras el incidente, Sarki huyó de la aldea.

En Dailej, en el occidente de Nepal, Sushila Nepali, de 28 años, fue violada durante años por un maestro de la escuela local. La obligaron a abortar dos veces, pero volvió a quedar embarazada y dio a luz a dos niños. Repudiada por su familia, Nepali vive en las calles y mendiga para obtener refugio y alimentos.

Sarki y Nepali son de diferentes partes de esta nación del Himalaya, pero tienen en común su casta. Ambas son dalits, la casta más baja y marginada de la sociedad, los llamados “intocables”. Tanto el atacante de Sarky como el violador de Nepali eran de la casta hindú, considerada superior.

Se estima que en Nepal hay 22 comunidades dalits. Investigadores y organizaciones de esa casta dicen que constituyen 20 por ciento de los 27 millones de habitantes del país.

Se considera que los dalits están en el escalón más bajo de las castas y grupos étnicos de Nepal.

También son los más pobres: 42 por ciento de los dalits viven bajo la línea de pobreza, frente a 23 por ciento en el resto de los nepalíes.

Las elecciones de noviembre en Nepal pusieron fin a un largo bloqueo político y tras  dos meses de negociaciones, los miembros de la nueva Asamblea Legislativa redactan, finalmente, una nueva Constitución.

Pero expertos sostienen que, incluso en esta Asamblea la comunidad dalit es la menos representada, al contar apenas con 38 de sus 575 escaños.

A Rajesh Chandra Marasini, gerente de programas del Jagaran Media Centre, una alianza de periodistas dalits formada para combatir la discriminación en base a las castas, le preocupa que asuntos relacionados con los dalits vuelvan a  ser relegados en la nueva Constitución.

“Me preocupa que los nuevos miembros dalits de la asamblea adopten la línea del partido y se conviertan en una mera presencia física”, dijo a IPS.

El Código Civil de Nepal de 1854 legalizó el sistema de castas y declaró a la comunidad dalit como “intocable”. En una estructura jerárquica hindú, esa etiqueta dicta dónde pueden vivir los dalits, dónde pueden estudiar y dónde pueden socializar.

En 1963 se abolió la discriminación por castas en Nepal y se creó la Comisión Nacional Dalit. En 2011 se aprobó la Ley Contra la Discriminación con base en la Casta y de Intocabilidad.

Sin embargo, los dalits continúan siendo marginados.

“La violencia contra la comunidad dalit es ignorada o a menudo queda sin denunciar y pasa inadvertida en Nepal”, dijo Padam Sundas, presidente de la Fundación Samata Nepal, una organización de investigación que trabaja por los derechos de la marginada comunidad.

Los dalits todavía tienen prohibido participar en actividades comunitarias como rezar en los mismos templos que los nepaleses de castas superiores. Estas, además, no comen alimentos que hayan sido tocados por los dalits o no usan los mismos grifos públicos que ellos para beber agua.

Y las mujeres son las más discriminadas y vulnerables.

[related_articles]“Las dalits están en el escalón más bajo de la jerarquía de castas y de género en Nepal”, dijo Bhakta Bishwokarma, presidente de la Organización Nacional de Bienestar Social Dalit de Nepal, que busca eliminar la discriminación de castas en el país.

“Las mujeres dalits sufren el triple: la sociedad las discrimina por ser mujeres, porque pertenecen a la comunidad dalit y, dentro de su propia comunidad, vuelven a sufrir por ser mujeres”, dijo Bishwokarma a IPS.

“Si se estudian los casos de mujeres acusadas de ser ‘brujas’, se observa que habitualmente son mujeres dalits. Ellas son las que se trafican fácilmente, las que trabajan en condiciones terribles”, dijo Durga Sob, de la Organización Feminista Dalit, que coopera con el gobierno en asuntos de género dalit.

Según activistas, a las dalits que son víctimas de violencia se las desalienta a que lo denuncien a la policía.

“Les dicen que involucrar a las autoridades que aplican la ley perturbará la armonía social, y las víctimas son presionadas informalmente para que se resignen”, dijo Bishwokarma. “A nadie se responsabiliza por una acción discriminatoria contra los dalits”.

El ataque contra Sarki recibió amplia cobertura en los medios de comunicación y fue severamente repudiado.

Pocos días después de conocerse la noticia, activistas humanitarios protestaron ante las oficinas de políticos en la capital, portando pancartas en reclamo de medidas para no dejar el caso impune.

“Los activistas permanecieron allí por días, entregaron un memorando al gobierno y la situación se calmó”, dijo Bindu Thapa Pariyar, de la Asociación para la Promoción de las Mujeres Dalits de Nepal (ADWAN).

Los investigadores consideran que hay motivos importantes por los que los problemas de los dalits pasan desapercibidos.

“Tenemos toda clase de normas y leyes, pero nunca se las aplica, e incluso cuando hemos intentado que operen las víctimas no obtienen justicia”, dijo Sob.

Ella recomendó que la legislación sea simple y que las autoridades locales encargadas de hacerlas cumplir sean formadas a tal fin, para que entiendan los derechos del pueblo dalit.

Además, advierten, el movimiento dalit ha perdido su impulso.

“No podemos pensar en el activismo dalit basado en un enfoque de desarrollo de proyectos apoyados por donantes”, dijo Pariyar, de ADWAN.

“Cuando el dinero del proyecto se agota, seguimos adelante, pero eso no necesariamente significa que hemos logrado lo que nos propusimos hacer”, añadió.

En el caso de Sarki, por ejemplo, estuvo el tema de su rehabilitación, la atención de su trauma psicológico, la seguridad de su familia y su regreso seguro a su hogar.

“Los activistas por los derechos humanos necesitan pensar a largo plazo, una protesta solo da un golpecito a los políticos, el trabajo real tiene lugar con las víctimas en el terreno”, dijo Pariyar, quien reclamó un liderazgo más fuerte en la defensa de los dalits.

“Los legisladores dalits pueden estar bajo el control de sus partidos, pero necesitamos vigilantes fuera de la Asamblea, para mantener la presión sobre ellos y que tomen la decisión correcta”, añadió Pariyar.

“Si no presionamos ahora, cuando se está redactando una nueva Constitución para la nación, nunca lo haremos”, sostuvo.

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