La seguridad de las centrales atómicas europeas puesta en duda

Muchas centrales nucleares de Europa no cumplen con los estándares mínimos de seguridad. Crédito: Monica S/CC-BY-ND-2.0
Muchas centrales nucleares de Europa no cumplen con los estándares mínimos de seguridad. Crédito: Monica S/CC-BY-ND-2.0

La llamada «prueba de resistencia» realizada a las plantas de energía nuclear de la Unión Europea (UE) confirmó los peores temores de ambientalistas y opositores: que estas no cumplen con los estándares mínimos de seguridad.

Las pruebas realizadas a 134 reactores nucleares en 14 países de la UE obedecieron a la preocupación de la ciudadanía ante la posibilidad de que ocurra un desastre como el ocurrido en la central atómica japonesa de Fukushima Daiichi, en marzo de 2011.

El informe asegura que "los ciudadanos del bloque deben tener confianza en que la industria nuclear de Europa es segura".

Sin embargo, las conclusiones del documento, divulgado el 4 de este mes en Bruselas, sugieren lo contrario, que los ciudadanos de la UE tienen muchos motivos para tener miedo.

Solo cuatro países "cuentan con sistemas de seguridad adicionales, independientes de los normales, ubicados en áreas bien protegidas de fenómenos externos".
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El estudio también concluyó que en "cuatro reactores (ubicados en dos países distintos), los operadores tienen menos de una hora para restablecer las funciones de seguridad" en caso de fallas.

Además "en 10 reactores todavía no hay instrumentos sísmicos instalados in situ", añade.

Solo siete países cuentan con un "equipo móvil, en particular generadores a gasóleo, necesarios en caso de total falta de electricidad, fenómenos externos o graves accidentes", añade.

Los activistas cuestionan que las pruebas fueran casi totalmente teóricas, y que sus conclusiones y recomendaciones no fueran legalmente vinculantes.

El propio informe señala que "grupos de revisión principalmente compuestos por expertos de los países miembro visitaron 24 sitios, de los 68 existentes, teniendo en cuenta el tipo de reactores y su ubicación geográfica".

"Las visitas a cada país fueron concebidas para consolidar la implementación de las pruebas de resistencia, sin invadir las responsabilidades de las autoridades nacionales en materia de inspecciones en materia de seguridad nuclear", añade.

Un impulso a la acción

La catástrofe de Fukushima, considerada la peor de este tipo desde el accidente de 1986 en Chernóbil, Ucrania, probó que las centrales atómicas deben de estar protegidas contra los fenómenos considerados "altamente improbables".

"Lo ocurrido en Fukushima reveló elementos muy conocidos y recurrentes: malos diseños, insuficientes sistemas de respaldo, errores humanos, planes de contingencia inadecuados y falta de comunicación", según las propias palabras de la UE.

Las pruebas de resistencia no hicieron más que confirmar lo que organizaciones ambientales y contrarias a la energía nuclear temen desde hace años. Ahora aprovechan las conclusiones del estudio para reclamar su eliminación gradual en el continente.

Tobias Muenchmeyer, especialista de la oficina alemana de Greenpeace, dijo a IPS: "Las pruebas de resistencia confirman que los sistemas de alerta son insuficientes, y que la aplicación de las pautas directrices en caso de accidentes graves también es deficiente. En esos casos, las centrales atómicas deben cerrarse".

"Las pruebas de resistencia constituyen una señal de alarma para la eliminación gradual de la plantas nucleares en toda Europa", añadió.

Por lo menos, según otros activistas y dirigentes políticos, las conclusiones de la evaluación deben llevar al cierre inmediato de todas las plantas nucleares en las regiones fronterizas, en las que los accidentes no solo impactarían en la población y el ambiente local, sino también en regiones externas y en sus ciudadanos.

Tales medidas afectarían instalaciones de Bélgica, Bulgaria, Eslovaquia, Francia, Holanda, Hungría, República Checa y Rumania.

Johannes Remmel, ministro de Ambiente del estado alemán de Renania del Norte-Westfalia, declaró en conferencia de prensa que todas las centrales nucleares deficientes ubicadas en las regiones fronterizas de Europa debían cerrarse o, por lo menos, no deberían poder funcionar pasada su "vida operativa".

"Un accidente con fugas radiactivas afectaría a las poblaciones de varios países", indicó Remmel. Se refirió especialmente a las centrales belgas de Tihange y Doel, consideradas particularmente frágiles, y ubicadas a 60 y 120 kilómetros respectivamente del territorio alemán.

Hubo reclamos similares en Austria por las plantas nucleares de Eslovaquia y República Checa.

Las pruebas de resistencia también arrojaron luz sobre el alto precio que pueden tener las centrales atómicas.

Pero la UE aseguró: "Los países participantes comenzaron a tomar medidas para mejorar la seguridad de sus plantas nucleares".

"El costo de mejorar la seguridad iría de 30 millones a 200 millones de euros (entre 39 millones y 258 millones de dólares) por cada uno de los 132 reactores existentes.

Las cifras se basaron en estimaciones de la autoridad de seguridad nuclear francesa, que cubre más de un tercio de los reactores de la UE, y están sujetas a su confirmación por los planes nacionales de acción.

Jo Leinen, exministro de Ambiente del estado alemán de Sarre, considera que podría hacerse un mejor uso de ese dinero.

"O la UE y sus miembros invierten en mejorar las plantas nucleares para hacerlas más seguras o las cierran", dijo a IPS el actual diputado del Parlamento Europeo.

"Si las mejoras cuestan, realmente, 25.000 millones de euros en total (32.000 millones de dólares), sería mejor invertirlos en fuentes alternativas de energía", añadió.

Fukushima también fortaleció la oposición popular contra la energía nuclear en el mundo. Mientras, numerosas centrales en construcción, Olkiluoto 3, en Finlandia, y Flamanville, en Francia, incurren en costos elevadísimos.

Ahora, las pruebas de resistencia realizadas por la UE agregaron otra piedra en el zapato de la energía nuclear.

El creciente peso de las fuentes renovables en la generación de electricidad revela que es posible y factible un mundo sin energía nuclear. Por otro lado, esta última ha disminuido en forma regular respecto del máximo histórico de 17 por ciento, en 1993, a 11 por ciento, en 2011.

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